lunes, 11 de junio de 2012

El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle


Resulta irónico que tanto los casos detectivescos de Sherlock Holmes como esta novela de aventuras, que figuran entre lo mejor que escribió el escocés, nunca gozaran de su reconocimiento, empeñado como estaba en ser considerado un genial autor de novela histórica. Género en que, si bien llegó a producir algunos títulos muy notables, palidecen en comparación con el famoso detective y este mundo perdido, que narra una expedición científica a un lugar remoto y que ha sido, si no copiada, al menos tomada como inspiración cientos de veces desde que se publicó en 1912.

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Conan Doyle no era ajeno a aquello que ocurría en su época y no fueron pocos los hechos que adaptó y mostró en sus novelas, uno de ellos una serie de viajes de carácter científico con destino el nuevo continente, que intentaban por todos los medios descubrir los secretos que podían albergar esas tierras remotas, sobre todo las sudamericanas. Uno de esos viajes tuvo lugar en Venezuela, en la selva amazónica, concretamente en el monte Roraima, hecho que aprovechó el escritor para armar El mundo perdido, una intensa odisea repleta de momentos trepidantes y cierta ingenuidad, que la hace muy recomendable para el público más joven, ansioso de descubrir el mundo a través de grandes aventuras.

El armazón principal de la novela es todo un clásico hoy en día: un periodista inglés ansioso de demostrar su valía como corresponsal –y cuya motivación última es la conquista del corazón de una mujer, a la que pretende deslumbrar con sus futuras hazañas- conoce a un excéntrico pero brillante científico, el profesor Challenger, que jura haber descubierto un emplazamiento prehistórico oculto en las selvas amazónicas. Ante el escarnio público al que es sometido por la comunidad científica –no tiene pruebas de tal descubrimiento-, el profesor consigue fundar una nueva expedición de cuatro hombres de renombre: él mismo, el periodista Ed Malone, el profesor Summerlee y un famoso aventurero y explorador de la Corona, Lord John Roxton, conocedor de las tierras y costumbres amazónicas.

De esa forma la novela va desarrollándose por los cauces conocidos: el largo viaje hasta su destino, donde no suelen faltar accidentes extraños, conspiraciones o pequeñas sorpresas; la realización del descubrimiento principal, en este caso una extraña meseta donde han conseguido sobrevivir las condiciones climáticas necesarias para albergar la vida de hace cientos de millones de años; y amenazas constantes a la vida de los protagonistas en forma de criaturas como dinosaurios o antepasados del hombre que no han evolucionado todavía.

Nuestros cuatro héroes quedarán atrapados sin salida en ese mundo prehistórico donde son atacados por seres prehistóricos como pterodáctilos –todo lo que rodea a estos bichos y en especial lo que ocurre con uno de ellos al final de la novela, me ha recordado muchísimo a una aventura de Adèle Blanc-Sec-. Algo que resulta muy curioso es que, al contrario de lo que haría Michael Crichton muchísimos años después, Conan Doyle prefiere dejar de lado a los dinosaurios y centrarse en una lucha fratricida entre dos especies humanas, una de características simiescas y otra más evolucionada, de cierto parecido con el hombre actual, en medio de la cual los expedicionarios son atrapados.
El monte Roraima, en Venezuela

Por supuesto que en una historia de tales características la derrota no es una opción y los ya amigos –resulta muy gracioso como en sus inicios los profesores no pueden evitar ser enemigos, el uno escéptico frente al otro, de un marcado carácter violento e insultante, echándose a la cara sus respectivas teorías- logran volver sanos y salvos a Inglaterra llevando una cría de pterodáctilo cautiva que acaba escapando en el momento de su exhibición, dejando una enorme duda en la comunidad científica sobre la veracidad del descubrimiento. Aun así el escritor se reserva un final a medio camino entre la felicidad y la amargura ya que han conseguido traer, gracias a la pericia de Lord Roxton, una cantidad de diamantes que les reporta una enorme suma, lo que permite a los profesores la retirada y al explorador financiar una nueva expedición a la meseta oculta. Malone, nuestro joven protagonista, decidirá compartir el destino de su amigo ante el cruel desengaño que sufre cuando el amor de su vida no haya esperado lo suficiente y se haya casado con otro.

La novela contiene muchos momentos de humor, sobre todo por la horrible personalidad del profesor Challenger y su violencia verbal y física para todos aquellos que se encuentran a su alrededor, sean amigos o enemigos. Es condescendiente y misterioso, no gusta de dar explicaciones y posee un carácter decidido y autoritario. Pero al mismo tiempo es muy ingenioso, erudito y su inventiva no conoce límites, como varias de las soluciones que va adaptando a los enormes problemas que va encontrando el grupo, algunos de los cuales son crear un puente de la nada talando un enorme árbol o fabricar una serie de globos aerostáticos. Los demás personajes palidecen un poco en su desarrollo comparándolos con Challenger: Summerlee es más tranquilo, un científico respetado en la comunidad que es enviado para que actúe como testigo de los acontecimientos y Lord Roxton es un curtido explorador al más puro estilo Allan Quatermain.

Solo le hace sombra la presencia del joven Malone, periodista del London Journal y narrador de todo lo acontecido, instrumento de Conan Doyle, que usa la primera persona y diario personal y epistolar, recurso muy certero si se usa bien y que podemos encontrar en famosas novelas como La piedra lunar o Drácula.

Conan Doyle construye una aventura trepidante, repleta de animales extintos que están descritos como se creía en la época. Algunos de los protagonistas están inspirados en personajes que existieron realmente y muchas de las teorías científicas estaban en boca a principios del siglo XX. No es original en su concepto, existen muchas otras novelas que fantaseaban con la posibilidad de que elementos prehistóricos hubiesen sobrevivido hasta nuestros días en algún accidente geográfico oculto a los ojos de la humanidad –ahora mismo caigo en Viaje al centro de la Tierra o en la Tierra Salvaje del Universo Marvel- pero es muy divertida y entretenida y cumple con todo lo que se le puede pedir a este género literario.

Cuando Conan Doyle la publicó –por entregas en la mítica Strand Magazine- ya era famoso por sus historias de Holmes, al que había matado y resucitado y ya había llevado a cabo varios trabajos históricos de renombre. El mundo perdido sería la primera de cinco historias –tres novelas y dos relatos cortos- donde aparecería el profesor Challenger. En esa época el autor estaba pasando difíciles momentos personales, superando muertes devastadoras en su familia tras el final de la I Guerra Mundial y dio inició a un momento de su vida en la que el espiritismo cobró una enorme importancia y al que nunca abandonó, ni siquiera tras su muerte en 1930.

Tantos años después y todavía siguen adaptando esta historia fundamental en el género de aventuras, ya sea a televisión o a la gran pantalla y su influencia ha sido mucha y variada en escritores y artistas, que han aprovechado conceptos desarrollados por Conan Doyle o directamente tomado prestados sus personajes.

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