El Capitán Marvel es uno de esos personajes secundarios que
se han hecho hueco en el corazón de los aficionados, gracias a un par de sagas
cósmicas muy bien contadas y sobre todo a que en su momento protagonizó uno de
los cómics más importante de la editorial y que le otorgó una característica
única que lo diferencia del resto: se trata de uno de los pocos superhéroes que
no han vuelto tras su sentida muerte.
En sus inicios se encontraba Stan Lee y su preocupación por
que fuera un personaje de la competencia el que ostentaba el nombre de Marvel.
Tras unos tiras y aflojas legales, Lee se salió con la suya y se hizo con el
nombre, relegando al superhéroe clásico de los años cuarenta a llamarse como
una onomatopeya: Shazam, que era el grito que Billy Batson pronunciaba para
convertirse en todo un héroe. Para rizar el rizo, la nueva creación de Lee era
un extraterrestre perteneciente a la raza de los Kree llamado Mar-Vell y que en
la Tierra veía su nombre simplificado a Capitán Marvel. Algo tan sencillo que
parece que no es verdad, pero los recursos de Lee eran ilimitados. La historia
de este soldado Kree no difiere mucho de la de Estela Plateada: el alienígena
que llega a nuestro mundo con ansias de conquista y que acaba convirtiéndose en
su protector, guardián e hijo adoptivo. Aun así la serie no tuvo el éxito
esperado y aunque no fue cancelada definitivamente, sí que entró en una sucesión
de parones que propiciaron un par de relanzamientos, el primero de ellos a
cargo de Roy Thomas que, siendo un confeso admirador del Capitán Marvel
original, ideó un homenaje de lo más particular otorgando a la creación de Lee
unas nega-bandas que llevaba en las muñecas y que le proporcionaban poderes
fotónicos: fuerza, agilidad y capacidad de vuelo; que junto con su entrenamiento
militar lo hacían un adversario formidable. Pero la idea original residía en
que al entrechocar las bandas, su cuerpo se intercambiaba por el de Rick Jones
y mientras uno de los dos permanecía en nuestra realidad, el otro habitaba en
forma de sombra en la Zona Negativa. Con Gil Kane a los lápices, se trata de
una interesante etapa a recuperar. Pero no sería hasta el número #25 USA que hiciera su debut un joven
autor llamado Jim Starlin, que iba a revolucionar el apartado cósmico de la
editorial en los años venideros, convirtiéndose en uno de los autores más
importantes de su época.
Jim Starlin siempre será famoso por sus space operas, donde
ha dado lo mejor de su trabajo, sin dejar de lado otras interesantes
colaboraciones, como en Batman o la saga Cosmic Odyssey. En el tiempo que nos ocupa, el artista estaba comenzando a
trabajar en Marvel, haciendo algunos
acabados, hasta que su amigo Mike Friedrich le dio la oportunidad de trabajar
en la colección que estaba guionizando en 1973: Iron Man. Starlin participa en el guión y se encarga del dibujo,
pero solo puede realizar tres números porque el último de ellos, el #56 USA, horroriza a Stan Lee, que corta
por lo sano. Pero el número anterior, el #55
USA, es toda una joya. Starlin deja un poco de lado el protagonismo de Iron
Man –el héroe podría haber sido otro cualquiera, ya que no hay nada de la
idiosincrasia del personaje que sea esencial para la trama- y crea en apenas 25
páginas toda una cosmogonía nueva para el Universo
Marvel, introduciendo a los habitantes de Titán, la luna de Saturno,
descendientes del dios Cronos. Iron Man y un extraño personaje llamado Drax el
Destructor deben de enfrentarse a los Hermanos Sangre, dos alienígenas que
sirven a un tirano llamado Thanos, hijo del gobernante de Titán, Mentor y
hermano de Eros, que en la década siguiente entraría a formar parte de una de
las alineaciones de Vengadores más originales de todos los tiempos, la liderada
por Roger Stern. Este tebeo es un ejemplo claro de lo mejor del cómic de
superhéroes de la época, que desborda imaginación en cada página, repleto de
acción, aventura y coloridos personajes. Starlin no es un dibujante
espectacular y se le nota con cierta duda en estos inicios, pero va a ir
mejorando a pasos agigantados, sobre todo en la saga llamada Guerra de Thanos, si bien es cierto que
nunca llegaría a alcanzar la fama de los primeros espadas de la editorial, como
Romita o Buscema.
La guerra de Thanos
Roy Thomas se lleva a Starlin a la colección del Capitán
Marvel que se encuentra al borde de la cancelación, para que haga y deshaga a
su antojo, otorgándole guión y dibujo, al que asistiría el propio Friedrich en
los diálogos y un buen plantel de míticos entintadores. Starlin permanecería en
la colección desde el número #25 USA
(marzo de 1973) hasta el #34 USA
(septiembre del 1974) y contaría una gran saga en todos esos capítulos, a
excepción del último de ellos. Teniendo en cuenta el Prólogo protagonizado por
Iron Man y un número extra donde el Vengador Dorado se vuelve a ver las caras
con los Hermanos Sangre acompañado esta vez de La Cosa, La Guerra de Thanos se extiende a lo largo de once episodios.
Starlin comienza a introducir pequeños cambios en el
personaje, limitando sus poderes fotónicos y haciendo que estos funcionen mejor
durante el día y peor durante la noche. La dualidad con Rick Jones sigue
existiendo y en los primeros episodios existe un villano en la sombra que pone
a prueba dichos poderes y la fortaleza mental del guerrero Kree a través del
enfrentamiento con varios de sus enemigos, entre los que destaca el
SuperSkrull. Como no puede ser de otra forma si nos encontramos en un tebeo Marvel donde aparecen estos metamorfos,
en el segundo episodio tenemos uno de esos equívocos tan míticos donde se
enfrentan Marvel y La Cosa, ya que ambos creen que son Skrulls y Ben Grimm ha
sido sometido a un tratamiento que le ha privado de su voz, por lo que no puede
explicarse. Se revela a Thanos como el gran enemigo: desde la última vez que lo
vimos ha conquistado su planeta natal y reunido un poderoso ejército
interestelar que se dispone a invadir la Tierra, aunque su objetivo inmediato
no es otro que Rick Jones.
De esta manera entronca Starlin esta historia con una de las
sagas más famosas de Thomas en la colección de los Vengadores: La Guerra Kree-Skrull, ya que Rick
Jones posee en su subconsciente la verdadera localización del Cubo Cósmico.
Mientras Thanos parte en su búsqueda, acompañado por una de las mejores
creaciones del guionista, la personificación en el Universo Marvel de la Muerte; Marvel, Eros y Mentor intentan
retomar Titán. Los Vengadores también hacen acto de presencia, atacados por el
Controlador, que se encuentra en secreto a las órdenes de Thanos. Starlin sigue
mejorando en el tablero de dibujo y a sus coreografías de lucha hay que añadir ciertas
composiciones de página arriesgadas y de lo más llamativas.
El punto de inflexión tiene lugar en el número #29 USA, el de la polémica portada de
Starlin donde John Romita redibujó el rostro del protagonista. En ella,
haciendo gala de ese estilo filosófico y zen que usaría a partir de entonces en
muchos de sus guiones, Starlin reformula al Capitán Marvel a través de la
presencia de un nuevo ser de aspecto grotesco llamado Eón. Se trata de uno de
esos cómics que te ponen en situación, tanto de la saga en curso como del Universo Marvel en general y donde
Mar-Vell debe decidir entre su herencia de guerrero Kree y la paz interior que
le llevaría a convertirse en el Protector del Universo, a través de la
consciencia cósmica, que viene a completar sus ya de por sí bastos poderes.
Starlin apenas modifica el traje rojo y azul con la estrella en el pecho, pero
le cambia la melena plateada por una rubia y hace que su estela de vuelo
aparezca brillante. El héroe se ve obligado a renacer de sus cenizas y prepararse
para la batalla más dura de su vida.
El colofón a la saga es un enfrentamiento desesperado por
acabar con un Thanos que ha usado el Cubo Cósmico para acceder a la divinidad y
así completar sus planes nihilistas. Los Vengadores, los Titanes, Dragón Lunar
y Drax el Destructor cierran filas en torno al héroe, dando lugar a una de las
batallas más desesperadas y épicas de la época, con el destino del universo en
la balanza.
El último número en la colección de Starlin podría ser uno
de relleno sino fuera por la presentación de un nuevo villano, de lo más
particular, que ha tenido sus momentos de gloria desde entonces, sobre todo en Civil War: Nitro; y por la trascendencia
que el propio Starlin le dio a raíz de la publicación de La muerte del Capitán Marvel, ocho años después. Pero eso es otra
historia: entre medias Starlin revitalizó a un personaje de parecido calado,
Adam Warlock y siguió expandiendo su particular universo, con la vuelta de
Thanos de entre los muertos y la participación directa del Protector del
Universo.
Los números que realizó Starlin en Captain Marvel, las comentadas aventuras de Iron Man y la novela
gráfica con la muerte del héroe, fueron reunidos por Panini en un tomo Marvel Gold
de preciosa factura y con algunos extras de lo más interesantes, en una de las
recopilaciones de material clásico más acertadas que recuerdo.
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