Los pilares de la
tierra (1989) es el libro más famoso de este escritor galés y uno de los
más vendidos tanto en nuestro país como en el mundo entero. Se trata de una de
esas novelas que vienen a la mente de forma inmediata cuando se pronuncia la
palabra bestseller y que acaban fagocitando
a su propio autor, saltando de un medio a otro, como puede ser la televisión
–la cadena Starz estrenó la miniserie hace muy poco-. Tanto es así que muchos
reconocerán al británico como escritor de novela histórica, en parte sobre todo
a que ha sido el género al que le ha dedicado sus trabajos más extensos. Pero
lo que muchos olvidan es que en sus inicios Follet era un hábil escritor de
thrillers de espías, que tenían diferentes escenarios como la II Guerra Mundial
o el Afganistán donde rusos y norteamericanos se disputaban la hegemonía.
Novelas como La clave está en Rebeca
(1980) o El valle de los leones
(1986) situaron al escritor en una cómoda posición antes de escribir Los pilares de la tierra, cuya
continuación se publicó en 2007 con el título de Un mundo sin fin. Por desgracia no logró igualar la calidad de la
primera, que es notable y es la principal razón de que no me haya acercado a
sus trabajos más recientes, una trilogía de lo más ambiciosa en la que pretende
narrar la historia de una familia a lo largo del siglo XX y de la que se han
publicado los dos primeros volúmenes: La
caída de los gigantes (2010) y El
invierno del mundo (2012).
Lo que me ha acercado de nuevo al escritor ha sido un cúmulo
de circunstancias. En primer lugar me encuentro siguiendo la nueva serie de SyFy Helix, cuya principal trama es la lucha de un equipo del Centro de
Control de Enfermedades contra un peligroso virus que ha aparecido en un
laboratorio de máxima seguridad en medio del Ártico. Eso me lleva directamente
a la segunda razón: tenía en casa un libro del autor que no había leído,
titulado En el blanco (2004), el
último thriller que Follet publicó
antes de volver al género histórico con el que tanto me aburre. Y para colmo
uno de los escenarios principales donde se desarrolla la novela es un
laboratorio de parecidas características al descrito con anterioridad, situado
en Escocia y que sufre una serie de fallos de seguridad que podrían poner en
peligro la vida de millones de personas, todo eso en medio de una enorme
nevada.
Aunque más allá la historia que nos cuenta aquí Follet no
tiene nada que ver con la serie de televisión ya mencionada, sigue siendo
interesante cómo maneja una gran cantidad de personajes, algo que es ya marca
de la casa, principalmente los miembros de una familia que se reúnen para pasar
la nochebuena. La acción tiene lugar en apenas tres días y los capítulos marcan
las horas del reloj según va pasando el tiempo y el principal protagonista,
Toni Gallo, una ex policía y nueva jefe de seguridad de los laboratorios, se ve
obligada a tomar las riendas de la situación si quiere no solo conservar su
empleo, sino salvar muchas vidas inocentes. Entre otras cosas tendrá que lidiar
con un brote inesperado de un virus mortal, un robo de guante blanco en las
instalaciones del laboratorio, una situación de rehenes o sus problemas
familiares, que incluyen a una madre abandonada, un ex algo resentido y sus
difíciles sentimientos hacia su jefe.
En el blanco es
una novela de manual para pasar un buen rato, divertida y con un ritmo
trepidante, que sabe lo que quiere contar y que lo hace sin rodeos. Una
historia de acción y suspense, que hace de los apartados campos escoceses,
intransitables por el tiempo y la nieve, un escenario tan apasionante como el del
Kremlin, el apodo con el que se
conoce a los laboratorios donde se estudian los virus más peligrosos del
planeta en busca de milagrosas curas, situados en una vieja mansión victoriana.
Follet conoce su oficio y dota a la historia de abundantes dosis de realismo.
Como él mismo se encarga de resaltar en los agradecimientos, tuvo la
oportunidad de visitar hasta dos laboratorios de este tipo, algo que no debe de
ser nada fácil.
El título original del libro es Whiteout y no tiene nada que ver con la película de igual título dirigida por Dominic Sena e
interpretada por Kate Beckinsale. La película en cuestión adapta un cómic de
Greg Rucka con Steve Lieber que se publicó hace ya varios años con una vistosa
portada de Frank Miller.
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