Interesante tomo el que publica Panini, ya que nos ofrece de
un solo vistazo una buena muestra del arte del genial artista inglés y de la
evolución de su dibujo en los últimos veinte años, ya que es el tiempo que
separa las fechas de publicación de las dos historias principales reunidas en
este tomo. También sus preferencias como guionista son más que evidentes.
La primera de ellas, que ocupa la mayor parte de las páginas
de este volumen, es una historia contada en tres partes y publicada en octubre
de 2012 en los siguientes Annuals: Fantastic Four #33, Daredevil Vol. III #1 y
Wolverine Vol. II #1. Davis recupera una de las tradiciones Marvel más antiguas, que data de los
años ochenta cuando los crossovers
eran algo puntual y no un evento que tiene lugar cada pocos meses. En aquella
época los Annuals de los principales
personajes se encadenaban en una gran macrosaga, sin perder de vista el hecho
de que debían de ser interesantes por sí mismos. La guerra de la evolución o ¡Atlantis
ataca! fueron algunos de los crossovers
más famosos del momento. Es decir, eran tebeos con un mayor número de páginas
que representaban una ocasión especial para el lector de cómics. Luego fueron
convirtiéndose en algo cada vez más anodino hasta que Joe Quesada acabó
prescindiendo de ellos, hasta hace unos pocos años cuando volvieron a ser
publicados. Pero el mayor punto de interés que tiene esta saga no es solo ver
trabajar de nuevo a la pareja formada por Alan Davis y su inseparable
entintador Mark Farmer (La legión de Superboy, Thor: Arde Todo), con la inestimable colaboración del
colorista Javier Rodríguez, sino ver recuperar al guionista a su creación más
personal: ClanDestine.
Sorprende el respeto mostrado por Marvel hacia la familia Destine, ya que salvo en cierta ocasión en
que Davis se marchó airado, nunca más han caído en manos de otro guionista o
dibujante. En esta ocasión Davis vuelve sobre uno de los temas centrales en
torno a los que se mueve esta peculiar familia: su hermano Vincent, que perdió
la cabeza y fue asesinado por su propio padre. Salvo la trama central y la
presencia del Doctor Extraño, los diferentes números están protagonizados
primero por la Cosa y la Antorcha Humana, después por Daredevil y finalmente
por Lobezno, sin que ninguno de ellos llegue a coincidir, pese a que una
aventura sucede a la otra. Davis se las apaña para meter sus temas favoritos y
hay que reconocer que en ese sentido no nos encontramos ante una aventura muy
original, lo que no quita que aquí y allí encontremos detalles de lo más
interesantes, como la campanita que deja Reed en caso de que Ben y Johnny
necesiten ayuda. Un viaje narrado desde tres puntos de vista distintos donde
visitaremos diferentes épocas temporales y dimensiones desconocidas. En la
segunda parte, todo se vuelve más urbano con Daredevil persiguiendo al robot
Plastoide que ha cobrado vida de manera inesperada. Peleas imposibles cuerpo a
cuerpo y uno de esos retos que obligan al héroe de turno a dar lo mejor de sí
mismo. En la tercera y última parte, Lobezno forma equipo con el resto de
miembros de la familia Destine –hasta ahora han ido apareciendo con
cuentagotas- en una de esas historias donde los protagonistas se enfrentan a un
poder superior que moldea la realidad a su antojo, otro de los temas favoritos
de Davis, gracias a la libertad en el diseño que obtiene en el tablero de
dibujo. Logan es un personaje con el que Davis se siente a gusto, al que se
encuentra dibujando actualmente en su serie regular, aunque no puede evitar
dejar caer sus preferencias sobre cómo debería ser tratado el personaje,
poniendo tanto su factor de curación como su voluntad indómita a prueba. La
escena en flashback con la que comienza
el tebeo es genial, con un Logan luchando por su vida con un par de espadas sin
desenfundar ni una sola vez las garras -ya que no debería de tenerlas-. La
iconografía egipcia que ya ha tratado en alguna ocasión también tiene cabida
aquí.
En cuanto al dibujo, lo movido de la historia y los
continuos cambios de escenario hacen que Davis se explaye en su narrativa, con
una cantidad de recursos enorme. Solo con el juego que se trae con sus viñetas
daría para un análisis aparte, tal es la variedad de tamaños y su disposición
en la página, el número de las mismas, los colores de las sangrías o el hecho
de que algunas tengan marco o ilustren hasta el mismo borde de la página.
La experiencia lectora se completa con la incursión de una
historia corta en clave humorística de apenas unas páginas guionizada por Chris
Claremont, publicada en 1989 y protagonizada por una Hulka que se las ve y se
las desea para compaginar su vida profesional de abogada con sus labores
superheroicas.
Aunque la verdadera joya del tomo es el Lobezno: sed de sangre, un Annual
publicado en 1990 que contenía una historia completa y unitaria del mutante, al
que Davis ya había dibujado en los X-Men de Claremont, con el que luego
volvería a coincidir mucho tiempo después (X-Men: La Nueva Era). Publicado por Forum hace la tira de años, se había
convertido en un material muy difícil de encontrar fuera del circuito de
librerías especializadas que lo vendían a precios astronómicos, por lo que no
era difícil encontrárselo de vez en cuando en alguna que otra estantería,
acumulando polvo a los ojos de muchos aficionados que no estaban dispuestos a
aflojar tanta pasta por un Prestigio
de Forum. Se trata de una historia
estupenda del Lobezno más clásico, aquel que siempre se encontraba en perpetua
lucha consigo mismo por el control de su rabia salvaje. Perfectamente
ambientado en los montes canadienses repletos de nieve, Logan debe de
enfrentarse a unos seres que en su comunión con la naturaleza se han convertido
en algo mucho más poderoso y que amenazan a la vida humana. Sin poder evitar el
tono ecologista, Davis da una buena muestra de narración y dibujo, esta vez
entintado por Paul Neary y de un marcado tono clásico: las viñetas son todas
cuadradas y su composición no es nada arriesgada comparado con lo que acabamos
de leer, realizado veintidós años después. Sus figuras son más estilizadas –con
los años Lobezno se ha achaparrado- y el color es más plano.
Lo que ha quedado claro es que con el paso de los años Davis
ha ido introduciendo nuevos vericuetos narrativos en su dibujo, pero no ha
dejado de lado su preferencia por historias repletas de ciencia-ficción y
fantasía, donde predominan los universos alternativos, los viajes temporales o
los escenarios místicos y mágicos. Sabe tratar a los personajes –siempre me ha
encantado la vena británica de ClanDestine- y en definitiva sigue siendo uno de
los autores completos más a tener en cuenta de la actualidad, siempre y cuando
esté motivado –sus números en la colección actual de Lobezno son algo insulsos-.
Hay que agradecer a Panini
la recuperación de una joya como Bloodlust,
aunque quizás la decisión de juntarlo con una historia tan moderna puede traer
alguna crítica, si bien no es mi caso.
Tan solo queda seguir rogándole por una edición decente del Excalibur de Claremont y Davis primero,
y del británico en solitario después.
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