Interesante película del alicantino Eugenio Mira, que debutó
en el género fantástico con The Birthday
(2004) y trabajó con Eduardo Noriega en Agnosia
(2010), dos propuestas diferentes y arriesgadas, de igual manera que lo es este
Grand Piano, que aunque ha tenido
cierta distribución en Estados Unidos y ha llegado a estrenarse en varios
festivales, Sitges incluido, no ha cuajado una taquilla aceptable, si bien las
principales páginas de crítica en internet le dan un resultado más que notable,
como no podía ser de otra forma una vez finalizada esta producción apadrinada
por Rodrigo Cortés, con el que ya trabajó en Luces Rojas, interpretando un pequeño papel como el joven Robert de
Niro.
Mira se enfrenta en su primer trabajo de encargo a un guión
difícil de Damien Chazelle, acompañado por un comprometido Elijah Wood (El hobbit: un viaje inesperado), que le
ha pillado el gusto a trabajar con españoles –a estas alturas ya ha rodado con
Alex de la Iglesia y Nacho Vigalondo-. Aquí interpreta a Tom Selznick, un
prodigio del piano que lleva cinco años sin tocar una pieza en público debido a
que en su última actuación intentó llevar a cabo la llamada pieza intocable, donde fracasó
quedándose irremediablemente congelado. Ahora, casado con una guapa y boyante
actriz, decide volver a dar un concierto, aunque ni por asomo se plantea
acercarse a su pieza maldita. Hasta que un psicópata, en plena representación,
amenaza con matarle a él y a su mujer si deja de tocar o falla una sola nota,
obligándole a enfrentarse a su mayor fracaso.
El ajustado metraje de hora y media se pasa volando gracias
a los recursos que aporta el director en la dirección, cuya mejor arma –por no
decir la única- es la puesta en escena, ya que la mayoría del metraje
transcurre con Wood sentado al piano tocando. La música de Víctor Reyes se
convierte en una pieza esencial en este trepidante thriller, donde también hay
que destacar a la actriz Kerry Bishé (Argo,
Red State) y a John Cusack (2012)
en un papel muy curioso ya que apenas sale en pantalla y sin embargo está
presente en todo momento a través de su voz, algo muy parecido a lo ocurrido
con Scarlett Johansson en la reciente Her,
de Spike Jonze.
La implicación de los actores es esencial en una película
cuya historia no se sostiene por sí sola. Una vez descubierta la sorpresa
final, que explica qué ha estado ocurriéndole al protagonista durante todo el
metraje, no vale la pena darle una explicación mayor porque acabaría viniéndose
abajo, de ahí que haya que disfrutar de este viaje sin muchas complicaciones y
dejándose llevar por el pulso narrativo de Mira, que saca lo mejor de sus
intérpretes, con planos más que arriesgados y algún que otro movimiento de
cámara sorprendente, homenaje incluido a Brian de Palma y su gusto por dividir
la pantalla en dos imágenes.
Un proyecto muy interesante y diferente, en la línea de
aquellos que el propio Cortés ha ido desarrollando para sí mismo en sus labores
de director. Es entretenida en todo momento y se pasa volando, lo mejor que se
puede decir de un thriller pensado para atrapar al espectador sin remedio.
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