lunes, 31 de marzo de 2014

Helix. Primera temporada



Los trece primeros episodios de esta serie se han movido en un terreno conocido para el espectador, donde prima el misterio y los constantes giros de guión, aderezado con las dosis justas de terror y acción -las primeras impresiones, justo aquí-.

Lo mejor sin duda es la ambientación y el lugar donde ocurren los hechos, un complejo ultramoderno repleto de laboratorios donde se estudian los virus más peligrosos el mundo, aislado en el Ártico. Tanto su interior como sus alrededores son la excusa perfecta para continuas sorpresas, en forma de habitaciones secretas o de dudosa función. También habría que destacar la  habilidad de los guionistas para ofrecer capítulos muy entretenidos, a la vez que van desarrollándose las principales tramas, que no deja de ser la lucha de un equipo del Centro de Control de Enfermedades contra un nuevo y mortífero virus que se comporta de una forma totalmente nueva. Por si esto no fuera suficiente, los científicos liderados por el doctor Farragut tendrán también que lidiar con el máximo responsable de la instalación, el doctor Hiroshi Hatake, con una agenda personal propia que a veces lo convierte en aliado y otras veces en enemigo; y contra una de esas corporaciones todopoderosas llamada Ilaria, que tanto gustan a los norteamericanos y que han ido copando los papeles de villanos los últimos años en la televisión y el cine.

De entre todo el reparto habría que destacar al japonés Hiroyuki Sanada como el más carismático, ya que Billy Campbell (The Killing) se me hace mucho más soso. Dejando de lado a las guapas doctoras, también tenemos al jefe de seguridad del laboratorio, hijo adoptivo de Hatake y a un mercenario renegado que se ve envuelto a su vez en una trama de secuestro de jóvenes niños que viven en aldeas cercanas al laboratorio.

La ciencia-ficción está muy presente tanto en el comportamiento de los infectados y en su evolución cada vez más coordinada como en la naturaleza de algunos de los personajes con los que van encontrándose los protagonistas y que presentan desde un factor de curación sobrenatural a una prolongación de la vida que roza la inmortalidad. Aun así hay que reconocer que pese a lo interesante de la propuesta, esta carece de profundidad y mucho de lo que ocurre no tiene ninguna otra razón que dar paso a la siguiente escena, de modo que algunas elipsis son enormes, sobre todo porque cada episodio es un día en el laboratorio. Es un recurso muy común en las series procedimentales que aquí se ha adoptado para darle más ritmo a lo que se está contando, algo que funciona porque hay que reconocer que es una de las series cuyos episodios más rápido transcurren, de lo entretenidos que resultan. El precio a pagar es que a veces todo ocurre un poco porque sí y sin mucho sentido.

La renovación de Helix ha sido todo un golpe de suerte para Ronald D. Moore, pero en calidad se encuentra muy lejos de su Battlestar Galactica. En otra cadena que no fuera Syfy no lo habría conseguido, sobre todo tras su decepcionante último episodio. Las respuestas son prácticamente nulas porque en el fondo no hay una historia detrás más allá de la continua sorpresa y los giros de guión sin mucho sentido, de modo que es imposible ofrecer una explicación convincente al comportamiento de la mayoría de personajes. Por otro lado, había leído en algún lado que Moore iba a apostar por una estructura tipo American Horror Story, con temporadas independientes entre sí aunque conectadas en algunos puntos, tal y como HBO ha hecho con True Detective. Pero el final de la primera temporada de Helix lo desmiente con rotundidad y tal y como ha resultado me costará mucho volver el año que viene a ver su continuación. 

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