Una de las decisiones más curiosas de Joe Quesada al poco de
llegar a la dirección de Marvel Comics
fue cargarse los míticos Annuals, que
habían perdido su sentido y se habían convertido en un cómic más con un mayor
número de páginas. Curiosamente, tanto la colección de Lobezno como la de Excalibur,
cuando fueron lanzadas a finales de los años ochenta prescindieron de este tipo
de especiales y apostaron por un formato más lujoso y diferente, el del prestigio. No dejaba de ser el mismo
perro con distinto collar, una oportunidad para que diferentes autores
mostraran su visión de los personajes en un cómic con mejor presentación, como
por ejemplo el Lobezno en la jungla,
de Simonson y Mignola o el Sed de sangre
de Alan Davis. Luego con el paso del tiempo cayeron en los mismos vicios de sus
colecciones hermanas, al menos hasta la llegada de Quesada.
El tebeo que nos ocupa se publicó en diciembre de 2006 y
recupera un poco el espíritu de los viejos especiales. Además se tituló Giant Size Wolverine, homenajeando
aquellos experimentos editoriales ideados por Stan Lee en los setenta, donde se
publicaban historias nuevas acompañadas de reediciones. Para llevar a cabo tal
proyecto, Marvel confió en un
guionista famoso por su labor en el cómic independiente norteamericano pero no
muy cercano al mundo superheroico, David Lapham, que se desmarcó con un guión
ambientado en la América profunda deudora de las viejas historias de terror y
fantasía que se publicaban en cabeceras como Creepy. Es cierto que el personaje de Lobezno no aporta nada de su
particular universo e incluso podría haber sido sustituido por otro cualquiera,
aunque el tono de antihéroe que arrastra desde sus comienzos le viene muy bien
para aparecer en una historia donde tampoco es que sea el principal
protagonista, aunque acabe enfrentado a una turba furiosa de paletos
paranoicos, un robot asesino enorme al más puro estilo El gigante de hierro, tropas de Hydra o un horror sacado de los
miedos más profundos de Lovecraft. Lapham
mezcla muy bien todos estos ingredientes, otorgando un tono de misterio muy
logrado, con giro final incluido, dosis de terror y humor negro. Toda una
sorpresa este guión diferente, pero que contiene las dosis superheroicas y de
serie B necesarias para contentar a cualquier aficionado al género.
Gran parte de culpa de la buena aceptación de este tebeo
reside en el trabajo gráfico del vallisoletano David Aja. Convertido ahora
mismo en uno de los dibujantes más influyentes de la editorial, en aquellos
años Aja tan solo había dibujado un par de historias cortas en X-Men Unlimited y tras esta colaboración
fue cuando trabajó con Brubaker en Daredevil
y en El inmortal Puño de Hierro. Aja
es un narrador excepcional y aquí da muestras de la versatilidad de su estilo,
que a veces recuerda al de esas viejas historias de Corben –sobre todo por la ambientación que el también español Jose Villarrubia
logra con su oscura paleta de colores- con unas páginas muy sucias pero cuyas
figuras exageradas llaman la atención en muchos momentos, o con el uso de la
sangría entre las viñetas, que varía de tamaño constantemente. Pero por otro
lado, el Lobezno de Aja recuerda en ciertos momentos a los diseños con el
personaje de dibujantes como Sam Kieth o Sienkiewicz.
Un gran tebeo de una pareja de artistas que luego volvería a
coincidir en otra ocasión, en una aventura que no he tenido el placer de leer. Panini publicó en su momento este
especial en la colección regular del mutante canadiense, pero creo que no llegó
a editar la siguiente colaboración entre guionista y dibujante.
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