Resulta sorprendente la mezcla de géneros que el autor ha
conseguido en esta novela, primera parte de la Trilogía Victoriana. Aunque sería una tontería negarle el género al
que pertenece, la ciencia-ficción, también tiene una importante parte de novela
histórica, en cuanto que se desarrolla en la Londres victoriana y la
ambientación está muy trabajada. Prueba de ello son sus comienzos, con un
personaje central que se mueve en un ambiente y una época que nunca se menciona
pero que al lector avezado no le resultará difícil reconocer y eso es un logro
del autor, nacido en Cádiz y curtido en el relato corto –ha participado en antologías
y él mismo ha sido antólogo en un volumen de relatos de ciencia-ficción
realizado por autores patrios-. Son muchos los personajes históricos reales que
van pululando por las páginas de este libro y entre ellos destaca H. G. Wells,
al que se le rinde un particular homenaje, ya que acaba envuelto en una serie
de peripecias en las que su arte con la pluma le serán muy valiosos para salir
del paso.
La novela se divide en tres partes bien diferenciadas,
hechos correlativos con protagonistas diferentes, donde se juega muy bien con
la fantasía y con el engaño, con los juegos de humo y espejos, en una sociedad
que vive conmocionada e ilusionada por la novela La máquina del tiempo. El autor se las ingenia para transportar al
lector a las novelas de aventuras del siglo XIX y lo hace a través de la forma
en que relata la historia, con ese estilo característico que se puede apreciar
en el narrador omnisciente que además es consciente de su papel de guía,
interpelando y dirigiéndose al lector en todo momento.
Del corrupto Whitechapel
a la campiña inglesa; de los puntos más emblemáticos de la capital del Imperio
a lo profundo del continente africano todavía por explorar; del pasado cercano
al año 2000, donde se dirime el futuro de la humanidad. Palma va cogiendo de
aquí y de allí, mezclándolo todo y creando tres historias diferentes con varios
puntos en común que juegan con los viajes en el tiempo, reales e imaginarios y
no es sino hasta la última parte que las teorías y las paradojas temporales
fuerzan al lector a poner un poco más de atención, haciendo las delicias de
todo aficionado a la ciencia-ficción más dura.
Pero por encima de todo, El
mapa del tiempo es una novela de aventuras muy entretenida y con sentido
del humor, protagonizada por un involuntario personaje, el padre de la
ciencia-ficción, metido a celestina, a científico loco o a detective privado.
En cierto sentido me ha recordado a las novelas escritas por Jambrina y
protagonizadas por Fernando de Rojas, al que se homenajeaba a través del género
negro (El manuscrito de piedra y El manuscrito de nieve). Palma prefiere
el romance científico del propio Wells o de Verne, al que por cierto se
menciona en más de una ocasión, sin ser los únicos escritores que hacen acto de
presencia: Bram Stoker y Henry James (Otra vuelta de tuerca) también tienen pequeños papeles o incluso el tristemente
famoso Hombre Elefante.
La novela se hizo con el Premio Ateneo de Sevilla de Novela el año de su publicación, en
2008. Cuatro años después se publicó, ya con una editorial como Plaza&Janés, la segunda parte
titulada El mapa del cielo, que tiene
como uno de sus pilares fundamentales La
guerra de los mundos.
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Simpática foto del autor |
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