lunes, 5 de mayo de 2014

El viento se levanta, de Hayao Miyazaki



La anunciada última película del famoso director japonés nos traslada a su país de origen, en un momento previo a la II Guerra Mundial, para narrarnos la historia de un ingeniero aeronáutico que revolucionó la aviación del Imperio. Sin renunciar a la mayoría de constantes de su cine, es verdad que hay una que se echa mucho de menos: la fantasía. Miyazaki adapta una historia que venía reconcomiéndole por dentro: ya la había publicado previamente en papel, adaptando a su vez una novela de forma muy libre; y lo hace en clave realista, dejando volar la imaginación en contadas ocasiones, tan solo cuando el protagonista se pierde en ensoñaciones donde vislumbra cómo podrían funcionar los aviones que diseña, mientras mantiene conversaciones ficticias con su ídolo de juventud, un ingeniero aeronáutico italiano.

Este particular biopic nos narra la vida del joven ingeniero y sus avatares para dotar a su país de un avión capaz de hacer frente a las potencias extranjeras de Europa. La película se narra de forma cronológica –al principio lo conocemos de muchacho- y en sus comienzos tiene una secuencia espectacular con un terremoto que devasta Tokio, que cae presa de las llamas. Tras este potente inicio la película pierde un poco de interés, tan solo salvado por los detalles técnicos y la animación en pantalla, que harán las delicias de los aficionados a la aeronáutica. Como suele ser habitual en su cine, la película tiene una serie de diferentes capas de lectura, una de ellas podría ser la perseverancia de un hombre sencillo y amable que fracaso tras fracaso se levanta siempre en busca de su sueño. En un descanso forzoso que se ve obligado a tomar, acaba encontrándose con el amor, lo que hace que el interés por la historia aumente sin cesar hasta el desenlace, una vez la emoción llena la pantalla en su vida privada como en la personal, que pasa a narrarse en paralelo.

Esa parte final de la película está muy bien conseguida y es la que acaba salvando el producto, repleta de sentimiento. Por otro lado no es difícil identificarse con el mensaje pacifista que hemos visto en toda la obra del japonés y es muy interesante el hecho de que algo tan maravilloso como la ciencia y el progreso tengan un lado oscuro que haga replanteárselo todo desde los mismos comienzos, en este caso la fabricación de aviones para una guerra inminente que comenzaría con el bombardeo de Pearl Harbor. La perfección técnica en la animación, el amor por los detalles, la soberbia ambientación del Japón de la época o la ternura que desprenden todos y cada uno de sus personajes siguen siendo marca de la casa.
 
Lo que destaca en El viento se levanta es el tono de la historia, el realismo de la misma y la tristeza que emana de muchos de sus planos, lo que la aleja tanto del público infantil como del más impaciente, ya que el ritmo también es pausado y el sentido del humor apenas aparece en todo el metraje, que se va a las dos horas aproximadamente. Parece claro que no se trata de la mejor película de su autor, pero sigue estando a un nivel altísimo y la historia de amor que se nos cuenta en la segunda parte de la historia vale mucho la pena. Sus primeras películas me siguen gustando más, Nausicaä, Porco Rosso o La Princesa Mononoke, pero es una pena que este genio del séptimo arte decida retirarse en un momento tan dulce de su carrera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario