En su última temporada, la AMC ha decidido aplicar a Mad Men el mismo tratamiento que a The Walking Dead: dividir los episodios
en dos tandas. La primera de ellas ya ha llegado a su fin y la segunda y
definitiva se estrenará en la primavera de 2015. Una larga espera, ya que en
estos siete episodios hemos asistido a una nueva revolución dentro de la
empresa de publicidad donde trabaja Don Draper. O al menos, eso cree él.
The Beginning, como se ha titulado a estos primeros episodios,
tiene lugar en el primer semestre del año 1969, acabando el mismo día en el que
Neil Armstrong pisa la Luna. La agencia se encuentra inmersa en cambios
importantes: la división de California trabaja a pleno rendimiento y en
Manhattan las nuevas tecnologías, que incluye un enorme ordenador, se hacen más
que presentes. Todo marcha viento en popa, para desgracia de Don.
Al final de la temporada pasada,
el protagonista era obligado a tomarse una excedencia forzosa, si bien sigue
recibiendo su sueldo puntualmente. Con su mujer en Los Angeles, luchando por
labrarse una carrera como actriz, Don está solo y se ve obligado a recurrir a
ciertos trucos para poder seguir de cerca lo que ocurre en la oficina. Pero
como suele ser habitual, hay que tener cuidado con lo que se desea y su vuelta
al trabajo no va a ser todo lo placentera que se podía imaginar.
A Mad Men se le ha acusado en no pocas ocasiones de ser una serie
donde no ocurre nada. Weiner ha confiado plenamente en su modo de hacer las cosas
y el ritmo pausado que imprime a sus historias no quiere decir que no preste
especial atención al desarrollo de sus personajes. Todos y cada uno de ellos
tienen sus minutos en pantalla, lo justo y necesario para que sigamos
interesándonos por sus vidas, desde su ex mujer y sus hijos, pasando por los
compañeros de trabajo y hasta la vida alocada de Megan en Los Angeles. Weiner
se las ingenia para lograr una ambientación soberbia en una década que ya se
acaba, con unos Estados Unidos que siguen empantanados en la guerra de Vietnam;
que vive el movimiento hippie; la llegada de los primeros ordenadores o algunas
marcas que intentan hacerse hueco en el competitivo panorama, donde habría que
destacar Burger Chef, entre los
siempre omnipresentes coches y cigarrillos.
Dejando de lado esas muestras de
humor negro a las que tan aficionado es el guionista y que en estos episodios
tienen como protagonista a Michael Ginsberg y su creciente paranoia; el
auténtico drama llega en el último episodio con la muerte de uno de los
personajes más entrañables de la serie, lo que traerá una nueva revolución a la
empresa, de nuevo con el puesto de Don en la balanza, que ha probado una y otra
vez su increíble capacidad de supervivencia. La pregunta, a estas alturas, es
clara: ¿cuánto más será capaz de aguantar? Por desgracia, la espera se va a
hacer muy larga.
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