Parece que, al contrario que
con su anterior película Interstellar,
la crítica sobre Dunkerque –sea o no
especializada- es unánime y ha gustado mucho más al público, de modo que son
pocos los comentarios negativos que se pueden leer de la misma.
Para esta ocasión, tanto en
calidad de guionista como de director, Nolan ha optado por un suceso de la
Segunda Guerra Mundial muy conocido en su país de origen pero algo menos en el
resto del mundo y que tuvo lugar a finales de 1940, en un momento en el que el
ejército Aliado compuesto por británicos y franceses se encontraba
completamente superado por los nazis, que los forzaron a retirarse hasta
Dunkerque, una población en la costa francesa a tiro de piedra de Inglaterra.
Sin embargo, la evacuación de casi 400.000 hombres no es nada sencillo y el
hostigamiento de la aviación alemana forzó a los británicos a tomar una serie
de difíciles medidas si querían no solo salvar a sus hombres, sino preparar la
futura defensa de las islas británicas.
Sorprende que Nolan se haya
ceñido exclusivamente a una historia muy sencilla, algo que se entiende
conforme se va desarrollando la película, ya que el director de Origen prefiere centrarse en la manera
de contarlo, con tres puntos de vista diferentes –tierra, mar y aire- que se
narran en paralelo pero donde cada uno de ellos tiene su propio tiempo
narrativo. Los diálogos son rebajados al mínimo, algo que le beneficia porque
hay que reconocer que nunca han sido su punto fuerte, ya que sus personajes
tendían a realizar discursos un tanto cogidos por los pelos.
Esta decisión fuerza al
apartado técnico a dar el máximo de sí mismo y no me refiero solo a los efectos
especiales, sino a la fotografía de Hoyte Van Hoytema –colaborador de Sam
Mendes en Spectre-, ya que Nolan se
empeñó en rodar con cámaras IMAX de 70 mm tal y como se hacía hace décadas y
que ha propiciado que sean muy pocos los que hayan podido ver la película tal y
como planeaba el director –creo que en España solo hay un cine con esta
tecnología-. De igual modo, en una película casi muda, Hans Zimmer, un
compositor que me suele gustar pero que a veces consigue sacarme de la historia
a base de piezas demasiado atronadoras, contribuye de manera indispensable a
crear una atmósfera agobiante –en determinados momentos se puede escuchar el
incesante tic-tac de un reloj de fondo, para recordar la misión contrarreloj en
la que se encuentran sumidos los personajes-.
Acostumbrado a trabajar con
grandes actores, no es una película donde ninguno pueda lucirse, ya que el
metraje está muy repartido entre todos, pero Nolan no ha renunciado a ellos.
Actores a los que conoce bien como Cillian Murphy (Batman Begins, El Caballero Oscuro, Luces rojas) o Tom Hardy (El Renacido, Sin ley, El Topo, Warrior) tienen breves e intensos papeles. El del
primero es uno de esos poco agradecidos con el actor que lo interpreta,
mientras que el segundo vuelve a demostrar esa capacidad innata de comunicar
con el espectador con apenas el uso de su rostro, como ya pudimos ver en ese tour de force que fue Locke o el hecho de que en películas
como El Caballero Oscuro: la leyenda renace o Mad Max: Furia en la carretera apareciera con una máscara buena parte del metraje. Jóvenes como
Fionn Whitehead o Harry Styles comparten planos con veteranos de la talla de
Kenneth Branagh (Wallander), Mark
Rylance, Oscar al Mejor Actor Secundario en El puente de los espías o James D’Arcy (Agente Carter).
Dunkerque es una película que atrapa al espectador de inmediato y
que está contada de una manera un tanto particular por parte de su director,
que apuesta por un estilo preciosista, apoyado en todo momento en una parte
técnica sobresaliente y centrándose un poco en la presión que sufren los
soldados y cómo se enfrentan a ella, sin cargar las tintas en la violencia
inherente al combate. Como curiosidad, la semana pasada se estrenó Su mejor historia, donde se narraba el
uso que el Ministerio de Información hizo de algunas de las historias que ocurrieron
ese día, con el objetivo de convertirlas en películas patrióticas que elevaran
la moral de los británicos en tiempos de guerra. Una forma totalmente diferente
de acercarse al mismo hecho histórico, pero complementaria con la de Nolan.






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