sábado, 16 de marzo de 2024

La aventura moderna tiene un nombre: Samurai Jack

 

Esta serie de animación, pensada en un principio para un público infantil; pero que, dada su enorme calidad, puede ser disfrutada perfectamente por los adultos, es una de las producciones más importantes de la factoría Cartoon Network

Detrás de ella se encuentra Genndy Tartakovsky, animador de origen ruso cuyos orígenes profesionales se hallan en la propia cadena, donde ya comenzó a destacar en la segunda mitad de la década de los noventa con dos shows bastante simpáticos que en su momento tuvieron muy buena aceptación entre los más pequeños: El laboratorio de Dexter, que él mismo creó, y Las Supernenas. Ya en ellos pueden apreciarse algunos de los rasgos de identidad de Tartakovsky, como los diseños de personajes de rostros angulosos, pero muy expresivos; el minimalismo en el diseño de fondos, apostando por las líneas geométricas o el tratamiento tan divertido de la acción. 

Samurai Jack, enfrentado a Aku

La emisión de Samurai Jack a principios del siglo XXI durante cuatro temporadas fue el espaldarazo definitivo para su carrera: en televisión ha seguido muy presente hasta nuestros días gracias a la primera serie de animación de Star Wars ambientada en Las Guerras Clon o a producciones como Primal o Unicorn: Warrior Eternal, disponibles en plataformas de streaming –en todas ellas, siempre en colaboración con Cartoon Network-. Mientras que en 2012 dio el salto a la gran pantalla como director con la saga de Hotel Transilvania, de la que ya se han estrenado cuatro entregas. 

La implicación de Tartakovsky en la realización de Samurai Jack fue enorme, no solo como director o principal guionista. Trabajó mucho en los storyboards, asumió labores de producción e incluso se implicó de primera mano en la selección de las voces que acabarían de dar vida a sus personajes. El resultado fue estupendo, no solo de cara al público, sino también a la crítica, ya que varios de sus episodios fueron recompensados con hasta cuatro premios Emmy

Épica, violencia y perros antropomórficos: todo tiene cabida en Samurai Jack

La historia de Samurai Jack se basa en el clásico enfrentamiento del bien contra el mal, pero con un sense of wonder, como dicen los americanos, espectacular. Y es que el universo creado alrededor del samurái protagonista es de tal riqueza que prácticamente no hay idea, por muy peregrina que sea, que no tenga cabida en él. La vieja estructura episódica que tanto hemos visto en televisión desde la década de los setenta, donde el personaje principal viajaba de un lugar a otro deshaciendo entuertos, es tomada aquí como guía para el deambular de Samurai Jack, un hombre perdido en el tiempo con una única misión, pero cuyo código de honor y bondad natural le fuerzan a ayudar en todo lo posible a sus semejantes ante cualquier injusticia. 

El protagonista es un samurái japonés que ha dedicado su vida, desde que era un niño, a entrenarse con un único propósito: estar preparado para la vuelta del mal, personificado en un ser ajeno a nuestro planeta llamado Aku, cuyos extraordinarios poderes lo hacen prácticamente invencible. La única arma que puede dañarlo es una katana con habilidades mágicas que obra en poder de Jack, que tras años de duro entrenamiento físico y mental consigue enfrentarse al villano y derrotarlo. 

Imagen promocional con algunos aliados de Samurai Jack

Pero cuando se dispone a dar el golpe definitivo que acabará con el mal para siempre, es víctima de un último conjuro que lo transporta en el tiempo a un futuro remoto donde Aku, ya sin resistencia, se ha hecho señor supremo. Su única posibilidad consistirá en encontrar alguno de los pocos portales temporales que todavía existen, lo que le permitiría volver al pasado y deshacer toda la vileza que ha propagado su enemigo –y sí, es evidente que el Ronin de Frank Miller, publicado en la década de los ochenta en DC Comics, es una influencia más que evidente-. 

Aunque la acción tiene un papel predominante en cada uno de los episodios de los que se compone esta serie, la grandeza de Samurai Jack está en realidad en su ambientación. La Tierra futura al que acaba llegando el protagonista es una mezcla imposible entre tecnología y naturaleza, habitada por todo tipo de seres de diferente condición. Máquinas monstruosas de destrucción masiva, robots y cyborgs; animales antropomórficos y criaturas de curioso diseño que conviven con los seres humanos o monstruos sacados de la mitología clásica, como dragones o sirenas, habitan un mundo creativo en el que ciudades oscuras de torres inabarcables que oscurecen el cielo contrastan con grandes llanuras, desiertos, mares, montañas y amplios bosques, habitados a su vez por pequeñas aldeas y poblados que se esparcen aquí y allá. 

Samurai Jack y el escocés: el inicio de una bonita amistad

La influencia de los escenarios que va recorriendo el protagonista es muy variada, lo que permite a sus guionistas plantear todo tipo de homenajes en sus historias a diferentes géneros clásicos, algo a priori muy difícil de mezclar con acierto. Una herramienta básica para lograrlo es el uso del sentido del humor, muy presente a lo largo de toda la producción. Jack encontrará la amistad en un escocés de lo más combativo, que lo llevará a recorrer los highlands; se ganará el respeto de unos guerreros sacados de la griega Esparta; la cultura oriental, tanto china como japonesa, también tiene una gran representación a lo largo de toda la serie: en un episodio, Jack se lo pasa entero enfrentándose a unos matones que normalmente no le durarían ni cinco minutos porque ha perdido sus sandalias de madera y no es capaz de encontrar un calzado apropiado a sus habilidades. 

Una trama recurrente a lo largo de toda la serie es cuando Aku envía diversos secuaces para acabar con la vida del samurái. En una ocasión, envía a un shinobi. Otras veces, son cazarrecompensas –lo que permite introducir varios episodios como si de un western se tratara-. Uno en concreto, tiene un marcado tono noir, con un androide que desarrolla sentimientos íntimos y que viste con una gabardina larga a lo gánster de la década de los cincuenta. Incluso hay un momento en el que Aku transporta a unos seres de otra galaxia que someten al protagonista a una persecución implacable. 

Trabajo de fondos, diseño y color en Samurai Jack

Las influencias modernas también están ahí, para disfrute del público. Aku crea una música que pinchada por una serie de DJ esclaviza a los jóvenes, volviéndolos dóciles. También hay alguna referencia al rap, que yo recuerde. 

En un episodio, Jack se despista y pierde sus pertenencias. Persiguiendo al ladrón, acaba en un mundo sacado de Alicia en el País de las Maravillas. En otra ocasión, salva a los inquilinos de una nave espacial que se ha estrellado en la Tierra huyendo de la invasión de su propio planeta. Aunque lo que más hace es destruir robots de todo tipo, lo que permite mantener la serie en un rango de edad aceptable para la cadena, ya que así se evita que la sangre aparezca en pantalla. Como también es un mundo en el que existe la magia, una vez acaba convertido en un gallo, lo que le permitirá triunfar en un circuito de peleas. Y en otra ocasión, su espíritu acabará poseyendo un guerrero gigante de varios metros de altura, homenaje claro a los animes mecha tipo Mazinger Z o Neon Genesis Evangelion

La evolución en el diseño de Samurai Jack a través de los años

También hay momentos para la introspección. En sus viajes por el mundo, Jack llega a su tierra ancestral, donde recuerda a sus padres en pasajes de su niñez. Aunque suele salir vencedor de sus enfrentamientos físicos, no siempre consigue todo lo que se propone y a veces cae presa del desánimo y la desesperación, por lo que debe recurrir a las enseñanzas de su pasado y a su disciplinado entrenamiento. A veces se encuentra con algún alto en el camino, en el que es acogido por aquellos a los que ha ayudado, llegando a desarrollar alguna amistad. Incluso llega a estar a cargo de un bebé recién nacido, al que cambiará para siempre –y una oportunidad de oro para homenajear al El Lobo Solitario y su cachorro-. 

La verdad es que parece que todo tiene cabida en el universo de Samurai Jack, por muy descabellada que sea la idea de partida. La concepción de Aku, el principal villano de la saga, resulta de lo más caricaturesca. Es el mal personificado, pero también es un ser todopoderoso que ya ha ganado y que se aburre hasta el infinito, aunque no deja de ser cruel y mezquino hasta niveles inimaginables. Algo que contrasta con la nobleza del protagonista, que, si no me equivoco, nunca llega a revelar su verdadero nombre. 

Un nuevo tipo de héroes para tiempos más modernos y violentos

Solo hay una pega que se le puede poner a Samurai Jack. Tras cuatro temporadas en antena, a razón de trece episodios cada una de una duración que rondará los veinte minutos, la serie no acababa. Es decir, nunca llegábamos a saber si Jack conseguía o no volver al pasado para completar su misión o si, por el contrario, acababa quedándose en el futuro. Las razones de tan extraño desenlace nunca quedaron claras: Tartakovsky y su equipo ya se encontraban trabajando en su siguiente proyecto y según declaraciones del propio creador, prefirieron dejarlo como estaba antes que apresurar un final. El tiempo fue pasando y varios rumores aparecieron aquí y allá, la mayoría de ellos orientados a la producción de una película que pudiera estrenarse en los cines. De animación, pero también de acción real. Ninguno llegó a buen puerto y la franquicia sobrevivió gracias a reposiciones, cómics y videojuegos –e incluso un juego de mesa-. Hasta que llegó 2017. 

La explosión del streaming permitió que Samurai Jack tuviera una última temporada de diez episodios ambientada cincuenta años tras lo último que habíamos visto. Tartakovsky regresaba variando ligeramente el tono hacia la oscuridad, ofreciendo un producto mucho más maduro y teniendo muy en cuenta que los niños que disfrutaron en su momento de la serie original ya habrían crecido. Un tratamiento más adulto de la violencia, la irrupción de la sangre y la muerte de una manera más directa y un protagonista que se encuentra en su momento más bajo, convertido en un violento justiciero que no solo ha perdido su katana, sino su arma más importante: la esperanza. 

Nuevos enemigos para esta nueva etapa

Estrenada en Adult Swim –parte de Cartoon Network, todo quedaba en familia-, la serie gustó mucho a público y crítica, rendidos todos ante la vuelta de uno de los héroes más importantes de la animación norteamericana. Su final resultaba respetuoso con la idea original, a la que se homenajeaba sin pudor, mientras planteaba nuevos retos para el protagonista, que tenía que enfrentarse por primera vez a algo totalmente desconocido para él. Los últimos minutos de la serie dejaban con cierta tristeza al espectador, pero con satisfacción por el viaje realizado. 

La evolución de la tecnología permitió una forma diferente de acercarse al personaje. El diseño varía ligeramente con respecto a la serie original y en esta ocasión se deja de lado el procedimental con una historia río que abarca los diez episodios, introduciendo nuevos personajes secundarios que acompañan al samurái. La producción sigue siendo en 2D, así como el cuidado en el diseño de personajes y fondos y esa mezcla de géneros tan curiosa que es capaz de aunar la acción desenfrenada, el sentido del humor más naive o incluso la comedia romántica. El drama, sobre todo al principio de la temporada y en su capítulo final, está muy presente y dejará a más de un espectador con el corazón encogido tras el último saludo de Jack en el escenario. 

Un protagonista más oscura para una etapa más adulta

Samurai Jack es una de esas series que en verdad merecen toda la fama que arrastran. Sus creadores se sentían con la fuerza necesaria para plantear todo tipo de historias en un mundo de ciencia-ficción y fantasía que aceptaba la mezcla de todo tipo de géneros. Tampoco temían correr riesgos a la hora de contarlo y las posibilidades de la animación eran puestas a prueba una y otra vez con encuadres imposibles, puntos de vista novedosos y trucos de cámara que encogían o agrandaban el encuadre a placer. También tenía un uso muy inteligente de la música y de los silencios, que llamaban la atención del telespectador. Su estética es de sobra reconocible hoy en día, con esos colores planos y esas formas geométricas en el diseño de los fondos y los personajes, que se convertían así en parodias la mar de divertidas. 

Con todos estos ingredientes, Tartakovsky y su equipo dieron salida a una de las series de animación más dinámicas e importantes de la historia de la televisión. Un extraordinario viaje del héroe capaz de gustar a niños y adultos por igual, que se demoró más de la cuenta en su desenlace pero que, visto el resultado final, valió totalmente la pena.

El final de Samurai Jack


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