Conocí a este escritor en 2009 cuando apareció su primera novela, Fin, que pocos años después fue adaptada a la gran pantalla. Una historia un tanto original que venía a complementar a la propia vida de su autor, que tenía cuarenta y siete años y trabajaba en una fábrica de cartonajes cuando la editorial Acantilado se la publicó. Resultó que Monteagudo llevaba varios años dedicado a escribir, por lo que tenía material suficiente para seguir publicando: cuatro novelas, ni más ni menos, aparecidas en otros tantos años y todas ellas en la misma editorial.
Brañaganda es la tercera de esta primera serie, aparecida en 2011 con una portada un tanto llamativa a cargo de Leonard Beard. Su autor, que aunque vive en Cataluña desde pequeñito es de orígenes gallegos, se acercaba así a un mito de su tierra, el del hombre lobo o lobishome, con gran calado en la zona –la película Romasanta, la caza de la bestia (2004), de Paco Plaza, también trataba una de las leyendas populares más famosas de la España de la época-.
En esta ocasión, Monteagudo nos traslada a una pequeña aldea casi aislada en un valle entre montañas, eligiendo el punto de vista de un niño, pero que cuenta su historia casi cuatro décadas después, con la sabiduría que dan los años y la información oculta que ha conseguido sacar a sus padres, maestra de la escuela del pueblo ella y guardabosques él, cuando tuvieron lugar los hechos, una serie de asesinatos de mujeres que ocurrieron en el valle y que, aunque al principio se achacaron a algún animal salvaje, pronto se hizo evidente que había algo más oscuro y peligroso en el interior de Brañaganda.
No se trata de una novela de terror al uso, ya que el drama rural y la recreación histórica de la época, de ese ecosistema de gente humilde que deben cuidar unos de los otros, son en realidad los dos puntos fundamentales del relato.
La historia va avanzando en el tiempo conforme van produciéndose accidentes con cada nueva luna llena, aunque ninguno de los padres del narrador acaba de creerse las supersticiones en torno a lo sobrenatural. Pero si no es así, ¿qué o quién es el responsable de acabar con la vida de las mujeres de la aldea?
Al igual que ocurría con Fin, Brañaganda
se convierte en una historia con un punto de lo más original, que va de menos a
más, muy bien escrita y mezcla de géneros como el suspense con la novela de
iniciación, el relato costumbrista e histórico –ambientada en un momento
indeterminado tras la Guerra Civil- y con un puntito mítico y sobrenatural. Monteagudo
recupera así sus primeros años de infancia con la que fue su primera novela en
ser rechazada por las editoriales a las que se la presentaba, un claro pulso
entre la ciencia y la superstición que se lee con placer prácticamente de un
tirón –son 282 páginas en la exquisita edición de Acantilado-.
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