La primera vez que guionista y dibujante colaboraron juntos fue con motivo del lanzamiento de Los Defensores, la primera serie de grupo por la que Marvel apostó en la década de los setenta –concretamente, a mediados de 1972-. Ambos dieron forma a una serie de ideas de Roy Thomas en torno a un grupo de héroes atípico, cuyos miembros a priori tenían poco o nada en común y que al mismo tiempo venía a satisfacer algunas de las demandas de Stan Lee, como que Hulk protagonizara, aparte de su colección mensual, una de grupo o que se recuperara al Doctor Extraño del limbo al que había caído tras la cancelación de su serie regular.
La química entre ambos autores fue extraordinaria y aunque estos primeros números de Los Defensores están realmente bien, lo que los convirtió en una de las parejas creativas más importantes de la primera mitad de la década de los setenta fueron los casi dos años que compartieron en la colección del Capitán América, etapa todavía hoy considerada entre las mejores del personaje en toda su historia.
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El Capitán América de Sal Buscema |
Por esa época Englehart todavía era un recién llegado a la industria y aprovechó en muy poco tiempo la confianza depositada en él por Roy Thomas, que le había dado la alternativa guionizando las aventuras en solitario de la Bestia -antes de que acabara el año 1972 lo había elegido como su sustituto en los guiones de The Avengers-. Por su lado, Buscema tenía algo más de experiencia. Conocía el mundo de los superhéroes de primera mano gracias a su hermano mayor, John, y se había fogueado como dibujante titular y como entintador. En el momento en el que empezó a trabajar con Englehart ya llevaba cuatro años en La Casa de las Ideas en donde había participado en grandes colecciones como Los Vengadores.
Mientras el guionista aportó ideas novedosas que vinieron a romper con la monotonía que arrastraba el título prácticamente desde la marcha de su creador, Buscema trajo un estilo dinámico y divertido, con un trazo elegante y una narrativa cada vez más clara y espectacular. No en vano estamos hablando de uno de los artistas con una mayor producción dentro de Marvel, con grandes y largas etapas en varias colecciones y personajes –diez años, ni más ni menos, dibujando a Hulk, su personaje favorito, y otros ocho a Spiderman-. La curva de aprendizaje de ambos en Captain America no es nada despreciable, mejorando con cada número y con cada nueva aventura.
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Portada de Captain America #153 USA a cargo de Sal Buscema |
La llegada de Englehart en el #153 USA en septiembre de 1972 es toda una declaración de intenciones –Buscema había llegado al título unos 6 meses antes-. Ya en la portada nos encontramos con un enfrentamiento directo entre el Capitán América y el Halcón, mientras que en el interior nos topábamos con una extraordinaria pelea entre el protagonista y Nick Furia. ¿Qué está pasando aquí?, se preguntaron los lectores.
Lo primero que hace Englehart es quitarse de en medio, de la manera más expeditiva posible, una subtrama heredada de su predecesor, un Gerry Conway que solo estuvo cuatro meses en la colección y que tenía en su centro una animadversión creciente entre Steve Rogers y Nick Furia, con triángulo amoroso de por medio. Con SHIELD fuera de la ecuación y con Sharon Carter como pareja del Capi, puede entonces centrarse en la primera petición de su editor: Thomas quiere que meta en continuidad, con una explicación plausible, la existencia del protagonista en la década de los cincuenta –Englehart demostraría una extraordinaria personalidad para llevarse esta historia a su terreno con tan solo unos pocos guiones realizados a sus espaldas-.
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El Capitán América Vs El Halcón |
La realidad es que, cuando Stan Lee y Jack Kirby trajeron de vuelta al Capitán América en la Marvel de la década de los sesenta, no era la primera vez que se intentaba –de hecho, antes de hacerlo probaron con una historia corta en la que midieron la reacción del público, precisamente porque cuando Lee intentó recuperar al personaje en 1954 fue todo un fracaso-. Las aventuras de Steve Rogers tuvieron su auge durante la II Guerra Mundial, pero una vez finiquitada la contienda comenzó a perder popularidad hasta que su serie fue cancelada en 1950 tras setenta y cinco números publicados.
Lo que Englehart y Buscema plantean es que la pareja formada por el Capi y Bucky que se pudo ver en el fracasado revival de 1954 no eran los auténticos –en realidad, Bucky estaba muerto y Steve Rogers congelado en el hielo, tal y como se contó en los primeros números de Los Vengadores-. Estos eran el producto de un suero del supersoldado deficiente que acabó volviéndolos paranoicos y que con su vuelta al mundo actual se convierten en un peligro público, ya que reniegan de todo lo que no sea el auténtico espíritu americano –son racistas, violentos, anticomunistas, etc.-.
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En en el mundo de las viñetas, nadie dibujaba los puñetazos definitivos como Sal Buscema |
Con esta ambiciosa saga en cuatro partes, Englehart comienza a explorar lo que significa en realidad ser el Capitán América en los Estados Unidos de la época y eso le obligaba a abordar temas políticos y sociales –hay un diálogo de lo más revelador en el que Steve Rogers grita a su adversario que América tiene tantos enemigos en el exterior como en el interior de sus fronteras-. Una estupenda carta de presentación que comenzó a llamar la atención de los lectores, que elevaron paulatinamente el cómic hasta los primeros puestos de las listas de venta.
La siguiente saga repite la fórmula de su predecesora: una imposición de Thomas que es aprovechada por el guionista para saldar otra subtrama heredada de la anterior etapa y que le permite al mismo tiempo ir definiendo el nuevo rumbo de la colección. La corrupción policial entra de lleno en la vida del protagonista, que en su identidad civil trabaja como patrullero de la policía. Merced a un nuevo villano, Víbora, que envenena al Capi, éste desarrolla una extraordinaria fuerza física al interactuar el veneno con el suero del supersoldado que le recorre las venas. De nuevo junto con su inseparable compañero, el Halcón, descubren quién se encuentra tras la ola de crímenes que asola la ciudad, una resolución de lo más sorprendente por parte de Englehart, que aprovecha todo lo que se había contado hasta ahora para ir en otra dirección bien diferente, provocando la sorpresa del lector.
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El Halcón de Sal Buscema |
Otra característica de esta etapa es el protagonismo compartido del Halcón. Sam Wilson, el primer superhéroe afroamericano de Marvel, fue creado por Stan Lee y Gene Colan a finales de 1969 en Captain America #117 USA. Su ascendencia como secundario fue creciendo hasta que llegó el momento en el que su nombre apareció directamente en el título, de modo que a partir del #134 USA nos encontraríamos con Captain America and The Falcon –en lo que probablemente tendría que ver con una maniobra editorial por parte de un Stan Lee que no acababa de entender por qué el personaje vendía tan bien en los Vengadores pero no en su serie-.
En sus propias palabras, Englehart intenta huir del concepto de Capitán América y sus amigos y dota de enjundia propia tanto a Sam Wilson como a Sharon Carter, sobre todo al primero. El hecho de que patrulle Harlem o de que trabaje en su identidad civil como asistente social da pie a diversas situaciones que analizan los derechos civiles de los afroamericanos y las diferencias políticas, en torno a una militancia más o menos violenta, que tienen muchos de los habitantes del barrio. Su relación con el Capitán América es muchas veces fuente de controversia entre sus allegados, lo que lo sitúa ante un dilema personal. Por parte de Sharon, Englehart recupera a su hermana mayor, Peggy Carter, antiguo amor del Capi en la II Guerra Mundial –en una saga con el Doctor Fausto como villano-. De nuevo el contraste entre la forma de ver el mundo de alguien que ha vivido la guerra hace décadas y sus descendientes le sirve al guionista para ir definiendo al héroe. La Sociedad Serpiente o Garra Amarilla, villano sacado a su vez de una época en la que los prejuicios hacia la cultura china dieron salida a personajes como Fu Manchú, van apareciendo como principales villanos mientras entre bambalinas va cociéndose la gran saga de esta etapa.
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Portada de Captain America #171 USA a cargo de John Romita Sr. |
En un principio, Englehart tenía pensado enfrentar al Capitán América a su propio gobierno y para ello fue desarrollando una subtrama en la que el Capi era cada vez más desprestigiado ante la opinión pública a través de hirientes portadas en los periódicos. Pero de nuevo la realidad se interpuso en el discurso del guionista, ya que fue en esa época cuando se destapó el escándalo del Watergate, que llevaría a la dimisión del presidente Nixon. Englehart incorpora estos elementos a sus guiones y, sabiendo que contaba en ese momento con una gran libertad creativa, sitúa a Steve Rogers ante uno de los mayores retos de su carrera, en una saga que pasaría a la posteridad como La Saga del Imperio Secreto y que se extendió a lo largo de nueve números, creciendo en complejidad con cada nuevo episodio.
El guionista no solo recupera al Imperio Secreto de su anterior etapa con la Bestia, sino que integra en las tramas una conspiración para acabar con Steve Rogers; un ataque selectivo contra la población mutante, lo que le permite rescatar a la Patrulla-X en un momento en el que su colección ya había sido cancelada y donde los personajes sobrevivían precisamente gracias a este tipo de apariciones en otras colecciones –muchos de ellos no volverían a aparecer hasta el relanzamiento de la franquicia, la mítica Segunda Génesis de los X-Men-; un elaborado plan para hacerse con el control de los Estados Unidos y una última vuelta de tuerca al personaje del Halcón.
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Una de las portadas más míticas de la colección, Captain America #176 USA, de John Romita Sr. |
Este último aspecto nos traería a un Sam Wilson con capacidad de vuelo por primera vez. Hasta entonces solo era un atleta con un traje algo ridículo –nunca me han gustado esos disfraces con escotes tan pronunciados- dotado de una especie de gancho que le permitía desplazarse por los tejados de Nueva York –algo todavía más ridículo-. Lo único que molaba del personaje era su inseparable mascota, Águila Roja y sus reivindicaciones políticas. En manos de Englehart ganaría más personalidad y se enfrentaría al Capi en muchas ocasiones incluso por su propio orgullo, sobre todo a partir del momento en el que el Centinela de la Libertad adquiere su superfuerza. Eso obliga al Halcón a una mejora, para lo que recurre a la ayuda de Pantera Negra, que lo dota de un traje de vuelo que Buscema es incapaz de mejorar, más allá de dibujarle unas alas desplegables en los antebrazos.
La resolución de La Saga del Imperio Secreto y sobre todo del desenmascaramiento de su líder, el Número Uno, es una de las más especiales de toda la historia de Marvel Comics. Aunque en el cómic que finalmente vio la luz no se llegaba a especificar su verdadera identidad, más allá de describirlo como un alto cargo del gobierno de los Estados Unidos, tanto Englehart, como Buscema, y probablemente la mayoría de lectores, tenían claro que en realidad se trataba de un Richard Nixon que acababa huyendo de la justicia a través del suicidio. Esto provoca una profunda crisis en las creencias de un Steve Rogers desencantado con su propio país y repleto de confusión en torno al papel que el Capitán América debería jugar en él. La última etapa de Englehart a la hora de definir al héroe estaba a punto de empezar con La Saga del Nómada.
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El Nómada, con diseño de Sal Buscema |
Dicha aventura comienza en el Captain America #176 USA, un número introspectivo donde se repasan los orígenes del personaje, su historia reciente y la manera en la que lo perciben sus allegados, compañeros y amigos –con una extraordinaria portada de John Romita, que había sido el dibujante titular de la serie unos meses antes de la llegada de Buscema al título y que colaboró en esta etapa como portadista ocasional, ya fuera en calidad de dibujante o entintador-. En ella Steve Rogers decide abandonar el escudo del Capitán América y retirarse de la acción, pero pronto tendrá que reconocer que eso es imposible, por lo que tomará una nueva identidad: el Nómada, con un diseño por parte de Buscema en la misma línea que la del Halcón, con un pronunciado escote hasta el cinturón y colores azules y amarillos –lo más curioso es que este horrible disfraz debía de estar en consonancia con las preferencias del público de la época, porque en un momento en el que aparece Namor, este último también lleva un atuendo parecido, con unas alitas muy parecidas a las que llevaba el Halcón-. Guionista y dibujante se permiten una broma pesada con la vistosa capa amarilla y azul que viste el protagonista y que le cuesta un disgusto en su enfrentamiento con la Sociedad Serpiente.
La previsible vuelta del héroe a su icónico uniforme tiene lugar tras una serie de accidentes, a cada cual más grave, que tienen en su centro a personas normales que se empeñan en mantener vivo el sueño del Capitán América, haciéndose pasar por él y sufriendo las consecuencias. La llegada de Cráneo Rojo solo hará que empeoren las opciones del protagonista, que se verá obligado a formar de nuevo equipo con el Halcón.
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Gil Kane se convierte en portadista oficial de la serie a partir de su número #180 USA |
Esta vuelta a lo clásico ya no sería narrada por Sal Buscema, que no veía con buenos ojos la deriva tan política de Englehart, más interesado en la acción y la aventura al más puro estilo Marvel. Sin embargo, la buena aceptación de la serie era innegable, así que el dibujante siguió al frente hasta que simplemente entendió que ya no podía dibujar a su Capitán América, por lo que aceptó trabajo en otra colección –su último número sería el #181 USA-. Por su parte, el guionista acabaría siguiéndolo pocos meses después, por varias razones: la más evidente es que ya había conseguido su objetivo de renovar al Capitán América para los nuevos lectores y la nueva época en la que se narraban sus aventuras. Pero también tuvo su peso el hecho de que no podía manejar más series –de hecho, durante esta etapa hubo varios meses en los que necesitó ayuda de algún buen amigo, como Steve Gerber o Mike Friedrich, e incluso Roy Thomas tuvo que remangarse con una entrega y encargarse él mismo de pasarle la historia a Buscema-.
Sin duda también tendría parte de culpa el dibujante asignado para sustituir a Buscema, un Frank Robbins ya veterano cuyo estilo no podía ser más diferente al de Sal y al que siempre acompañará una de esas divertidas anécdotas que hicieron famoso al Bullpen de Marvel en aquella época: llegó a dibujar al Capitán América volando.
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El Capitán América de Frank Robbins |
Tras la marcha de Englehart la colección entró en uno de esos periodos de transición hasta la llegada del siguiente equipo creativo que se mantuviera firme al timón de la serie. John Wagner primero, al que no le dieron continuidad porque era incapaz de entregar a tiempo un guion mensual y Tony Isabella después formaron equipo con Robbins, al principio dando continuidad a alguna que otra subtrama de lo más interesante planteada por Englehart, como el hecho de que el Halcón fuera en realidad una creación de Cráneo Rojo. Hasta Marv Wolfman, editor de la colección, tuvo que encargarse de un número cuando fallaron las previsiones editoriales con la vuelta del creador del personaje, un Jack Kirby que pidió expresamente encargarse de esta colección tras los años que pasó en DC Comics.
El otro Capitán América. El Imperio Secreto. El Nómada. Tres grandes sagas para definir el trabajo de Englehart y Buscema en la colección del Centinela de la Libertad, que lograron recuperar del ostracismo donde se encontraba tonteando cada vez de forma más peligrosa con la cancelación. Renovaron al personaje para un público moderno, sirviéndose de las inquietudes políticas y sociales de la actualidad norteamericana, descontenta con las desigualdades sociales, con la guerra de Vietnam y, finalmente, desencantada con la culpabilidad de su presidente. Y lo hicieron sin dejar de lado la acción y aventura que caracterizan al personaje, con una narrativa clara, entretenida y un dibujo limpio y dinámico, repleto de fuerza y emoción. Personajes como el Halcón también encontraron un nuevo espacio en el que brillar por sí mismos y las subtramas más personales fueron avanzando a buen ritmo -también hay que reconocerles la creación de la Sociedad Serpiente o la renovación de la amenaza del barón Zemo en la figura de su hijo-.
La etapa Englehart-Buscema se
sitúa, con toda justicia, entre lo mejor que se ha hecho con el personaje. Y no
solo eso, sino entre lo mejor que se hacía en la Marvel de principios de los setenta del siglo pasado, en un momento
de cambio editorial que propició cierta libertad creativa de la que se
beneficiaron muchos profesionales recién llegados al medio, como el propio
Englehart.
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