miércoles, 14 de mayo de 2025

Se reinventa la franquicia: Misión: Imposible III, una película de J. J. Abrams


 

Tras las dos primeras entregas de la saga Misión: Imposible Tom Cruise tenía claro que la franquicia debía continuar con nuevas aventuras, dado lo lucrativa que estaba siendo hasta ese momento. Diferentes directores y actores fueron tentados por la productora de Cruise, que al final acabó dándole la alternativa a un profesional de la televisión cuyo nombre sonaba cada vez con más fuerza en el mundillo y que a partir de entonces se convirtió en toda una estrella, tanto en la pequeña como en la gran pantalla: J. J. Abrams. 

Abrams, que había fundado su propia productora en 2001, Bad Robot, se encontraba en ese momento triunfando gracias a Perdidos, de la que había dirigido el Piloto, el más caro de la historia de la televisión hasta el día de su estreno -famosa es la anécdota que cuenta que le costó el puesto al directivo de la cadena ABC que lo aprobó-. También había creado una serie de acción pura, protagonizada por Jennifer Garner, llamada Alias, en donde también había hecho sus pinitos como director. La serie, que estuvo en antena durante cinco temporadas, había gustado bastante a Tom Cruise, por lo que fueron varios de sus elementos los que Abrams traspasó a la franquicia de Misión: Imposible

Abrams y Tom Cruise en el rodaje de Misión: Imposible III

Más allá de la temática de espías, Abrams empezó a desarrollar un estilo propio reconocible que incluía un reparto de actores amplio y variado, mucha acción, algo de misterio y sentido del humor y diferentes localizaciones a lo largo del mundo en las que plantear set-pieces con un nudo, desarrollo y desenlace propios que luego serían conectadas gracias a una serie de tramas que acabarían dando forma a la historia principal. Incluso apostó por un tipo de iluminación y tratamiento de la imagen que se convirtió en una especie de marca de la casa. 

Buena parte de todo esto aparece en Misión: Imposible 3 -la última de la franquicia en incorporar un número a su nombre. A partir de la siguiente entrega serían sustituidos por subtítulos, como Protocolo Fantasma-. Y es que Abrams jugó sobre seguro, participando de forma activa en el guion y colaborando con la pareja artística formada por Alex Kurtzman y Roberto Orci, a los que conocía de Alias y con los que siguió trabajando de forma activa desde entonces -merece la pena destacar el reboot de Star Trek en 2009 o la creación de la interesantísima Fringe-. 

Uno de los equipos de la saga Misión: Imposible

Más allá de la calidad que puedan tener sus historias o del gusto de los aficionados por las mismas, es innegable que el nombre de estos tres profesionales -por no mencionar el de Cruise- está íntimamente ligado a un enorme éxito de taquilla en cine, así como en la creación de grandes franquicias, también para televisión. Cuando se les dio la oportunidad en la tercera entrega de Misión: imposible había algo de riesgo -una producción que se retrasó en varias ocasiones y que tuvo que reformularse sobre la marcha hasta que se estrenó en abril de 2006; un director novel que solo había trabajado en televisión; seis años desde la última entrega, la de John Woo que, si bien había funcionado en la taquilla, no había conseguido convencer a la crítica- pero la realidad es que el resultado final no pudo ser mejor: de nuevo los aficionados respondieron yendo en masa a las salas de cine; la crítica mejoró con respecto a su predecesora y además, y lo que es más importante, hizo que Abrams se quedara como productor para las siguientes entregas, apostando por un estilo que fue depurándose con cada nueva película, elevando la calidad de la franquicia cada vez más. 

Es innegable que la llegada de Abrams definió la película hasta sus últimas consecuencias. Tanto para lo bueno como para lo malo, tal y como había ocurrido con Brian de Palma o John Woo. Lo que aquí ocurre es que la apuesta de Abrams era muy parecida a lo que estaba haciendo en Alias y a ratos parece que estamos más ante una producción televisiva que un blockbuster cinematográfico. Y eso que M:I-3 luce bien en pantalla: se notan sus 150 millones de presupuesto y está claro que Abrams es un buen director, con una mirada clara y una realización que huye de la estridencia y del montaje vertiginoso. Pero a cambio tenemos un aspecto final un tanto curioso, con esos saturados que dan a la película una apariencia verdosa y amarillenta -los reflejos y los flashes apenas hacen acto de presencia. No sería hasta su estreno en Star Trek cuando alcanzarían cotas de delirio absoluto-. Dan Mindel, el director de fotografía, es también el responsable del acabado de muchas de las películas de la época que rodó Tony Scott, por lo que hay ciertas semejanzas en el acabado visual de ambos directores.  

Tom Cruise y Keri Russell en Misión: Imposible III

Toda M:I-3 es una de cal y otra de arena. La historia está bien y es entretenida, sin perder ritmo a lo largo de sus dos horas de metraje. Pero su primera mitad está muy por encima de su segunda parte, que transcurre casi en su totalidad en Shanghái. La trama principal nos trae a un Ethan Hunt que se ha retirado del servicio activo y que sigue ligado a la agencia Fuerza Misión Imposible en calidad de instructor. El secuestro de una de sus principales estudiantes le fuerza a volver a retomar su papel de hombre de acción, aunque tenga que mentir a su prometida para hacerlo. La parte emocional del relato va a estar muy presente durante toda su duración, como se pone de manifiesto en un prólogo que retuerce las convenciones de la franquicia -la mayor parte de la película es un enorme flashback-. 

El personaje de Luther es el único punto de unión con las anteriores películas. De hecho, junto a Cruise, Ving Rhames es el único actor que ha aparecido en todas las películas de la saga -y en la cuarta lo hizo solo en forma de cameo-. En todas las demás ha tenido un papel secundario importante, colaborando con otros actores que forman el equipo de Hunt. En esta ocasión tenemos a unos intercambiables Jonathan Rhys Meyers y a Maggie Q, con mención especial al personaje interpretado por el británico Simon Pegg, convertido en fijo dentro de la franquicia desde entonces -en su momento llegó a decir que este papel poco menos que salvó su carrera, ya que lo rescató de un periodo de adicciones realmente preocupante-. Sus dotes cómicas son aprovechadas al máximo por los guionistas, que lo sitúan siempre en el centro de las escenas con un toque más humorístico. 

Simon Pegg se unió a la saga en esta entrega

Todavía dentro de las filas de la FMI nos encontramos con dos actores como Billy Cudrup o Lawrence Fishburne. El primero siempre ha sido un actor de lo más soso y aquí tampoco ofrece mucho más de lo que acostumbra. No ocurre lo mismo con el intérprete de John Wick, que hubiera merecido aparecer en la franquicia más allá de esta única colaboración. La futura esposa de Hunt, una enfermera que desconoce su trabajo como agente secreto y que está interpretada por Michelle Monaghan, también permanecería ligada a la franquicia en una serie de apariciones destinadas a reforzar la continuidad de la serie -incluso llegó a volver a tener un papel importante en la sexta, Fallout-. Entre las filas de los villanos nos encontramos con un anecdótico Eddie Marsan, que creo que solo dice un par de palabras en toda la película y un Philip Seymour Hoffman que se convierte en una de las grandes razones del éxito de esta. 

Hoffman ya había dado innumerables muestras de su extraordinario talento -el año anterior había ganado el Oscar por su retrato de Truman Capote- y aquí vuelve a dar en el clavo componiendo uno de los mejores villanos a lo James Bond que hemos visto nunca en pantalla. Un despiadado contrabandista de armas capaz de poner de rodillas a una organización como la FMI y no solo de sacar de sus casillas a su mejor agente, sino forzarlo a que trabaje para él en el robo de la Pata de Conejo -si el guion de Abrams y compañía gana muchos enteros con este MacGuffin de manual un tanto gracioso, lo pierde cuando vuelve a poner a Hunt contra sus empleadores, algo que ya habíamos visto en la primera entrega y que desde entonces se convirtió en parte esencial de la franquicia-. 

Philip Seymour Hoffman, por partida doble

Otra característica de esta película típica del Abrams tanto director como productor es la inclusión en su reparto de rostros habituales de sus primeras producciones televisivas, muchas veces meros cameos sin líneas de diálogo, como es el caso del actor Greg Grunberg, al que conocimos en Felicity y en Perdidos. De Felicity, la primera serie que Abrams creó para la televisión, también se trajo a su protagonista, Keri Russell, como la pupila de Hunt que se encuentra secuestrada en la escena que tiene lugar en Berlín -si bien es cierto que en el resto de la película las localizaciones juegan un papel importante, en esta primera secuencia de acción no vemos nada de la capital alemana, ya que todo transcurre en un almacén abandonado cualquiera, un viejo recurso de Alias que en cine no queda nada bien-. Al menos la protagonista de The Americans tiene un papel con una mayor sustancia -Aaron Paul, que se haría famoso años después por su participación en Breaking Bad, aparece en un par de ocasiones como el cuñado de Ethan-. 

El punto álgido de la historia es la infiltración en el Vaticano, seguida muy de cerca por la secuencia de ataque que tiene lugar en el puente de la bahía de Chesapeake, ya en terreno norteamericano. Es entonces cuando la trama principal comienza a decaer ligeramente. Y es que la gran escena de esta película, el salto y posterior movimiento pendular en las torres de Shanghái, palidece en comparación con otros de los stunts que se ha marcado Cruise hasta la fecha. Y eso que, una vez más, no se me ocurre ninguna pega que ponerle a cómo coloca la cámara Abrams y lo mismo se puede decir de lo bien resuelta que está la escena del rescate en Alemania y su posterior huida en helicóptero. 

Matemáticas para un salto (pendular) mortal

Esta secuencia inicial de acción también sirve para resaltar otra interesante característica positiva de M:I-3: la banda sonora de Michael Giacchino. El ahora también director (La maldición del hombre lobo) es uno de los compositores más versátiles del Hollywood actual, pero en aquella época tan solo había destacado por la estupenda banda sonora de Los Increíbles (2004) -desde entonces ha trabajado en innumerables ocasiones con Abrams o con Pixar, siempre aportando un extra en sus trabajos-. El montaje se beneficia del buen hacer de Giacchino, con un trabajo que añade dinamismo y tensión a partes iguales y que sabe utilizar la inmortal melodía de Lalo Schifrin cuando es necesaria. 

Tengo que reconocer que, dependiendo del día, a veces sitúo el debut de Abrams por encima o por debajo de la segunda parte de la franquicia, la dirigida por John Woo. Con el paso del tiempo aprecio cada vez más la personalidad del director chino, que dio salida a un tipo de blockbuster de acción hoy en día prácticamente desaparecido. Lo que hizo Abrams lo hizo muy bien, pero no deja de ser una mejora importante de lo que ya estaba desarrollando en televisión en series de acción como la mencionada Alias. Por otro lado, es innegable que la presencia de su productora, Bad Robot, dio un impulso extraordinario a la franquicia, que nunca hubiera llegado a ser lo que es sin su aportación, sin el uso de su fórmula. 

Teniendo todo esto en cuenta, el hecho de que M:I-3 sea en realidad el punto más bajo de la franquicia dice mucho de una saga que se encuentra por derecho propio entre lo mejor que ha dado el cine de acción en toda la historia de Hollywood. La producción de Abrams actuó de catalizador, evolucionándola hacia un tipo de acción diferente, más en línea con lo que demandaba el público en ese momento y que encumbró a otras franquicias como la de Jason Bourne o la del Bond de Daniel Craig.

Tom Cruise caracterizado como Ethan Hunt


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