Desde
que creara a Hellboy, Mignola siempre ha sido fiel a su editorial, Dark Horse, y a la forma en que ha
publicado sus obras, a través de series limitadas de pocos números que se
suceden las unas a las otras. Lo hizo con el Demonio Rojo, con los sucesivos spin-off del mismo y con el resto de
series independientes que conforman su particular universo creativo.
Pero
en el momento en el que se publica Despierta
al demonio, todavía falta tiempo para todo eso. Hellboy parece que ha
llamado la atención del público con su primera aventura y es hora de asentar al
personaje en el mercado. Para ello Mignola prescindió de la ayuda de John Byrne
en los guiones y contó con James Sinclair para la aplicación de los colores, en
una miniserie que se compondría de cinco episodios, publicados entre junio y
octubre de 1996, aunque estaban ambientados un año antes.
Como
se encarga de recalcar el mismísimo Alan Moore en el prólogo del tomo
recopilatorio en tapa dura, la acción y la aventura que plantea Mignola rebosa
del influjo de Jack Kirby por todos sus lados, si bien es cierto que sus tramas
y sobre todo la ambientación son menos luminosas y beben más del folclore y las
leyendas europeas. El propio autor dedica el tomo a Drácula y a todos los
vampiros que alguna vez le han gustado, ya que en el centro de la historia se
encuentra Vladimir Giurescu, un ser procedente de Rumanía que lleva
arrastrándose por el mundo desde las guerras napoleónicas y que parece resucitar
cada cierto tiempo, al cumplir un arcano ritual en su castillo. Giurescu
abandonó nuestro mundo por última vez durante la II Guerra Mundial, por culpa
de su relación con el nazismo.
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| La Agencia |
Aunque
la trama principal lanza a varios agentes de la Agencia por tierras rumanas con
la misión de impedir la vuelta de entre los muertos de Gierescu, Mignola se las
ingenia para continuar las subtramas planteadas en Semilla de destrucción, de modo que tenemos a todos los integrantes
del Proyecto Ragna Rok como secundarios, con Rasputín a la cabeza buscando
venganza por su asesinato a manos de Abe, Liz y Hellboy. Todos van a sufrir de
lo lindo en esta aventura y alrededor del Demonio Rojo van a descubrirse –y
plantearse- nuevos misterios, sobre todo relacionados con su auténtica
condición. Como curiosidad, Mignola revela, con mucho acierto, qué son esas
protuberancias con las que dibuja a su personaje principal y de las que hasta
ahora no teníamos ni idea.
El
ambiente de leyendas y maldiciones europeas está muy presente en todo momento,
junto con la acción trepidante y, por momentos, algo descerebrada, de modo que
el sentido del humor no es algo ajeno al personaje. Su increíble resistencia es
puesta continuamente a prueba, algunas de las veces de manera descacharrante. Esto
se traslada al dibujo de Mignola, que a veces parece que tiene prisa por acabar
la historia, echando mano de viñetas muy grandes, sobre todo a la hora de
plasmar la acción.
Algunos
personajes como Kate Corrigan, de la Agencia o el séquito de servidores de
Rasputín –especial atención merece todo ese rollo de científicos locos ocultos
en Noruega-, comparten páginas con seres mitológicos como la diosa Hécate o la
Baba Yaga. En la recopilación que se hizo en tapa dura, aparte de una nueva
portada para la ocasión, Mignola completó un epílogo protagonizado por este ser
y Rasputín. Durante esta miniserie se revelaba que la anciana ya había tenido
un encuentro no demasiado placentero con Hellboy en el pasado, si bien todavía
desconocemos los detalles.
Aunque
más tarde cobrarían renovada importancia, durante esta historia también aparece
por primera vez un homúnculo con una especial relación con Liz y alrededor de
Hellboy Mignola sigue construyendo su propia mitología, muy deudora de la de Lovecraft. Como curiosidad, se
pronuncian importantes nombres como los de Anung
Un-Rama o el Ogdru-Jahad.
La
edición de Norma continúa con el buen
hacer mostrado en el tomo anterior. La tapa dura, la edición y la recopilación
del epílogo hecho para la ocasión mencionado más arriba, así como varias
ilustraciones del personaje principal realizadas por diferentes artistas.
Despierta al demonio es una buena
continuación de la anterior historia. Va avanzando en la mayoría de tramas
planteadas, como si se tratara de una serie regular, pero al mismo tiempo le da
una entidad propia alrededor del personaje de Giurescu, al que tiene que
investigar la Agencia. El dibujo de Mignola no ha evolucionado todavía, de
hecho se aprecia cierto apresuramiento en algunas páginas y en el guión va puliendo
detalles poco a poco –en su esencia, la historia es muy parecida a la que se
narró en el volumen anterior, una nueva oportunidad de atraer a Hellboy al lado
oscuro por parte de su padre espiritual, Rasputín-. Y de nuevo también le valió
la oportunidad a su creador de hacerse con un Premio Eisner, esta vez al Mejor
Escritor/Artista en Drama (1997).




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