Cuando
acabé de leer la primera parte de esta trilogía sobre Roma (El hijo del cónsul),
que se centra en la lucha de la República con el ejército cartaginés durante la
II Guerra Púnica, no acabé de comprender la enormidad de la tarea que el autor
se había echado a la espalda.
En
ese primer volumen se transmitía casi a la perfección el ambiente histórico de
la República romana y como las intrigas políticas, a la orden del día,
propiciaban un nuevo enfrentamiento con Cartago. Una de las familias más
importantes de la aristocracia romana, los Escipiones, iban a jugar un papel
determinante en el conflicto. Y no solo en la guerra de Hispania. En su seno
iba a nacer Publio Cornelio Escipión, figura histórica determinante para la
supervivencia de Roma. Posteguillo decidía dividir su historia entre varios
personajes, prestando especial atención a la familia Escipión y a la formación
política y militar de su primogénito: desde sus primeros entrenamientos hasta
sus primeras batallas, así como su primer mando en Hispania y las primeras
hazañas bélicas, con apenas 26 años de edad. Pero también se prestaba especial
importancia a los rivales políticos de los Escipiones en el senado romano; así como
a uno de sus ciudadanos, Plauto, que llegó a ser un reputado comediógrafo. Y
por supuesto, a la figura de Aníbal Barca. Su ascensión militar, sus increíbles
dotes de mando y su habilidad como estratega también quedaban reflejadas en
este primer volumen, todo ello aderezado con la suficiente ficción literaria
como para que cautivara al lector incauto.
En
esta segunda parte, Posteguillo se ve obligado a dejar a buena parte de sus
protagonistas en un segundo plano –si bien es cierto que no acaba de olvidarse
de ellos por completo- para situar a Publio Cornelio Escipión en el centro
absoluto de una historia que abarca desde el 209 hasta el 202 antes de Cristo.
Es decir, el tiempo se contrae y la literatura de Posteguillo se vuelve más
detallista. Los primeros años se centran en la conquista de Hispania y la
vuelta de un victorioso Escipión a una Roma todavía bajo dominio de sus
enemigos políticos, que conspiran para denegarle los laureles que le pertenecen
por derecho propio. Aún así, el joven general consigue el título de Imperator y, poco después, el de Cónsul
de Roma. Pero a un alto coste: los planes de Escipión pasan por invadir África
y para ello no va a contar con el apoyo del senado, por lo que deberá recurrir
a un subterfugio político: hacerse cargo de las legiones que en la batalla de
Cannae, la derrota más severa de la república frente a Aníbal, huyeron
deshonrosamente, ganándose el destierro a Sicilia y el sobrenombre de legiones malditas.
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| Ejemplo de mapa explicativo |
En
su conjunto, la trilogía sobre Roma abarca más de 2500 páginas y varias décadas
de la historia de la República. Posteguillo consigue mantener el interés con
una serie de capítulos intermedios, pero son tantas las intrigas y las
adversidades que el joven Escipión debe sortear que se hace muy interesante.
Tal y como ocurría con el primer volumen, la especial atención que el autor
otorga al desarrollo de las batallas es un punto a su favor: Baecula, Ilipa,
las primeras campañas en África y por supuesto la definitiva batalla de Zama,
con la que concluye este volumen, tiene su soporte en una serie de diagramas
que hacen mucho más accesible al lector su seguimiento. De igual manera hay que
destacar la inclusión de los mapas, el glosario o la amplia bibliografía de
consulta, así como los árboles genealógicos de las principales familias protagonistas.
Uno
llega a sentir de veras la muerte en batalla de muchos de los personajes. No
puede evitar una mezcla de orgullo y lástima por personajes como el de Cayo
Lelio, esencial para el triunfo de su general. Incluso por un villano atípico
como es Aníbal, se despierta cierta simpatía. También se dejan entrever las
primeras fisuras de la República y la división de clases que sería su
perdición, así como las luchas fratricidas por controlarla.
En
definitiva, la tercera parte, La traición
de Roma, promete tanto como sus predecesoras: una ambientación
sobresaliente que no resta un ápice a una serie de tramas repletas de intrigas
y traiciones; de guerra y de muerte, pero también de victoria, de honor y de
deber.

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