viernes, 14 de octubre de 2016

Un monstruo viene a verme, de J. A. Bayona

Cuando una película termina y se encuentran desfilando los títulos de crédito, si el público permanece inmóvil en sus butacas, casi en completo silencio, es que algo extraordinario ha tenido lugar. No ocurre muy a menudo, pero cuando van pasando los minutos, suena la música, nadie se mueve y comienzan los comentarios apagados, te das cuenta de que acaba de finalizar un viaje mágico que resulta muy difícil de realizar fuera de una sala de cine.

Un monstruo viene a verme juega con las emociones del público, pero lo hace con respeto, sin apostar por el melodrama barato. Y lo hace combinando géneros tan antagónicos como el drama más humano y la fantasía, que a priori puede repeler a un público más adulto y que sin embargo en esta ocasión suma a un relato que intenta mostrar el paso a la madurez de un chaval de trece años ante una situación imprevista y que le supera en todos los sentidos. También es una historia sobre la pérdida y lo que es más importante, una historia sobre historias. Tras los temas más evidentes que trata la película hay un alegato sin tapujos por una forma de enseñar y de aprender que cada vez se encuentra más en desuso, a través de un determinado tipo de historia o fábula que en la película queda mostrado de maravilla gracias a esas piezas de animación insertadas con habilidad en medio del metraje y que representan pinturas a la acuarela.

Hay que felicitar al equipo técnico de la película, porque ha conseguido un alarde de efectos especiales de esos que pasan desapercibidos de lo bien hechos que están, siendo todo un acierto el diseño del monstruo que da pie al título. En vez de apostar por algo más abstracto y moderno, se ha hecho por lo cercano y familiar. También al director, porque ha conseguido que todo en la película esté equilibrado, con un reparto internacional que está perfecto en sus roles, con Sigourney Weaver (Avatar, Luces rojas) a la cabeza, Felicity Jones (La teoría del todo), Toby Kebbell o un breve cameo de Geraldine Chaplin. Aunque sin duda hay que destacar al chaval Lewis MacDougall y el uso que Liam Neeson hace de su voz, interpretando al monstruo.

Bayona repite algunas ideas que ya hemos visto con anterioridad en El orfanato o en Lo imposible, como la relación entre una madre y su hijo en momentos complicados o el comportamiento de estos últimos cuando la vida les pone las cosas difíciles. También continúa en una senda donde el uso de los efectos especiales y la producción técnica son una parte esencial de la película. Su labor tras las cámaras no hace sino mejorar.

Una buena parte del éxito de la historia pertenece a Patrick Ness, autor del guión y del libro, un cuento ilustrado para chavales desarrollado a partir de las ideas de una conocida escritora infantil y juvenil, Siobhan Dowd, que nunca pudo ver publicado su último trabajo al fallecer de cáncer de mama.


Una película emotiva y muy bien realizada, que merece mucho la pena contemplarse en una pantalla de cine. Pese a las lágrimas.

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