miércoles, 16 de noviembre de 2016

Baudolino, de Umberto Eco

Para su cuarta novela, Eco decidió permanecer fiel al género que lo había dado a conocer con El nombre de la rosa, en 1980. Género que por otro lado solo había abandonado una vez, con El péndulo de Foucault (1988).

En Baudolino (2000) también hay un cierto cambio en el estilo literario del autor que no resulta fácil de explicar. No sé si describirlo como erudición o divulgación, el caso es que Baudolino resulta más accesible que sus predecesoras, sobre todo que La isla del día de antes (1994), que en muchos momentos resultaba difícil de seguir. Para ello tiene mucho que ver su estructura narrativa, mucho más convencional, ya que el autor echa mano del viejo recurso del encuentro fortuito entre dos personajes, en este caso en medio de la toma de Constantinopla en 1204 por los Cruzados, en el cual uno de ellos narra su vida al otro, de modo que buena parte de lo que se cuenta no es sino un enorme flashback.

Uno de esos personajes es Nicetas Coniates, un historiador bizantino que existió en la realidad. Mientras que el otro es el protagonista de la historia, Baudolino, un humilde hijo de campesinos que desde muy joven fue adoptado por Federico I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, apodado por la historia como Barbarroja. Lo que le ha permitido, a lo largo de su existencia, vivir un sinfín de aventuras.

Eco introduce un giro genial desde el mismo comienzo de la novela: Baudolino se describe a sí mismo como un embaucador, un fabulador y un pícaro sin remedio, experto en medrar a costa de su inteligencia y locuacidad. Y así se lo comunica a su contertulio, que aunque disfruta de su relato, no acaba de concederle la veracidad necesaria. Eco practica aquí un doble juego: se ha convertido en un clásico moderno de la novela histórica el situar a un personaje anónimo en una serie de hechos históricos en los que resulta crucial, en detrimento de los hechos conocidos y reconocidos por los historiadores y el gran público en general.
Uno de los mapas que completan esta edición

Eco eleva aquí las apuestas y coloca en un ambiente muy concreto y al que ha recurrido en más de una ocasión, el Norte de Italia donde se encuentra el Piamonte, su lugar de origen, a un personaje ficticio que tiene algo que decir en prácticamente todos los eventos históricos más importantes, ya sea como consejero, liante o por medio de la acción directa. En una época de continuas guerras por la supremacía del territorio y por la obediencia a un Emperador extranjero, Eco narrará el origen de su patria y de algunos mitos modernos como puede ser la existencia de los Reyes Magos o la leyenda del Santo Grial y sus poderes curativos.

Pero no queda ahí la cosa, o nos encontraríamos ante una novela histórica más, común al resto de obras que tuvieron su momento de gloria hace unos años y de las que todavía se pueden encontrar muy buenos ejemplos. Eco consigue enlazar junto con su historia la mayoría de mitos y leyendas cristianas del momento, culminando la obra con una espectacular travesía a lo largo de Oriente en busca del reino del Preste Juan, habitado por criaturas fantásticas como unicornios, sátiros, esciápodos o blemias.

Lo real y lo fantástico se dan la mano en esta novela, donde el escritor plantea varios juegos de lo más interesantes, como intentar resolver el misterio en torno a la muerte de Federico I en Armenia, cuando respondía a la llamada de la Tercera Cruzada. Para ello plantea un clásico del género negro: el del crimen en la habitación cerrada. Resuelto con habilidad, por supuesto.


La mezcla de géneros y de estilos literarios, de diversas fuentes históricas, sean estas reales o imaginarias, pertenezcan a la ficción o a la realidad, hacen de Baudolino una novela interesantísima, en la línea de todas las anteriores del autor, pero superior, por resultar más accesible, que La isla del día de antes, cuya lectura, no en pocos pasajes, se hacía más que ardua. 

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