Para
su cuarta novela, Eco decidió permanecer fiel al género que lo había dado a
conocer con El nombre de la rosa, en
1980. Género que por otro lado solo había abandonado una vez, con El péndulo de Foucault (1988).
En
Baudolino (2000) también hay un
cierto cambio en el estilo literario del autor que no resulta fácil de
explicar. No sé si describirlo como erudición
o divulgación, el caso es que Baudolino resulta más accesible que sus
predecesoras, sobre todo que La isla del día de antes (1994), que en muchos momentos resultaba difícil de seguir.
Para ello tiene mucho que ver su estructura narrativa, mucho más convencional,
ya que el autor echa mano del viejo recurso del encuentro fortuito entre dos
personajes, en este caso en medio de la toma de Constantinopla en 1204 por los
Cruzados, en el cual uno de ellos narra su vida al otro, de modo que buena
parte de lo que se cuenta no es sino un enorme flashback.
Uno
de esos personajes es Nicetas Coniates, un historiador bizantino que existió en
la realidad. Mientras que el otro es el protagonista de la historia, Baudolino,
un humilde hijo de campesinos que desde muy joven fue adoptado por Federico I,
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, apodado por la historia como Barbarroja. Lo que le ha permitido, a lo
largo de su existencia, vivir un sinfín de aventuras.
Eco
introduce un giro genial desde el mismo comienzo de la novela: Baudolino se
describe a sí mismo como un embaucador, un fabulador y un pícaro sin remedio,
experto en medrar a costa de su inteligencia y locuacidad. Y así se lo comunica
a su contertulio, que aunque disfruta de su relato, no acaba de concederle la
veracidad necesaria. Eco practica aquí un doble juego: se ha convertido en un
clásico moderno de la novela histórica el situar a un personaje anónimo en una
serie de hechos históricos en los que resulta crucial, en detrimento de los
hechos conocidos y reconocidos por los historiadores y el gran público en
general.
![]() |
| Uno de los mapas que completan esta edición |
Eco
eleva aquí las apuestas y coloca en un ambiente muy concreto y al que ha
recurrido en más de una ocasión, el Norte de Italia donde se encuentra el
Piamonte, su lugar de origen, a un personaje ficticio que tiene algo que decir
en prácticamente todos los eventos históricos más importantes, ya sea como
consejero, liante o por medio de la acción directa. En una época de continuas
guerras por la supremacía del territorio y por la obediencia a un Emperador
extranjero, Eco narrará el origen de su patria y de algunos mitos modernos como
puede ser la existencia de los Reyes Magos o la leyenda del Santo Grial y sus
poderes curativos.
Pero
no queda ahí la cosa, o nos encontraríamos ante una novela histórica más, común
al resto de obras que tuvieron su momento de gloria hace unos años y de las que
todavía se pueden encontrar muy buenos ejemplos. Eco consigue enlazar junto con
su historia la mayoría de mitos y leyendas cristianas del momento, culminando
la obra con una espectacular travesía a lo largo de Oriente en busca del reino
del Preste Juan, habitado por criaturas fantásticas como unicornios, sátiros,
esciápodos o blemias.
Lo
real y lo fantástico se dan la mano en esta novela, donde el escritor plantea
varios juegos de lo más interesantes, como intentar resolver el misterio en
torno a la muerte de Federico I en Armenia, cuando respondía a la llamada de la
Tercera Cruzada. Para ello plantea un clásico del género negro: el del crimen
en la habitación cerrada. Resuelto con habilidad, por supuesto.
La
mezcla de géneros y de estilos literarios, de diversas fuentes históricas, sean
estas reales o imaginarias, pertenezcan a la ficción o a la realidad, hacen de Baudolino una novela interesantísima, en
la línea de todas las anteriores del autor, pero superior, por resultar más
accesible, que La isla del día de antes,
cuya lectura, no en pocos pasajes, se hacía más que ardua.


No hay comentarios:
Publicar un comentario