lunes, 14 de noviembre de 2016

El Daredevil de Netflix. Segunda temporada

El debut del canal Netflix en el Universo Cinemático Marvel se saldó con dos grandes éxitos, una vez se estrenaron Daredevil y Jessica Jones. Crítica y público los recibieron con entusiasmo y se firmaron no solo sus secuelas, sino que también se dio luz verde a otras nuevas propuestas donde se pudiera ver en acción a nuevos e improvisados héroes, como Luke Cage o Puño de Hierro, con la vista puesta en un horizonte en el que todos ellos puedan interactuar al estilo de los Vengadores en pantalla grande, si bien esta vez tomarán el nombre de los Defensores.

Pero para eso todavía queda un poco. Antes hay que hablar de la segunda temporada de Daredevil, que no tenía nada fácil igualar el excelente resultado de la primera. Y aunque en esta ha habido grandes momentos que han merecido la pena, en su conjunto no ha sido capaz de superar a su predecesora.

Quién sabe si por obligación o no de la cadena o de Marvel, el caso es que esta temporada ha quedado partida en dos por la decisión de introducir dos personajes de vital importancia para la historia del protagonista. Ambos con un peso dramático tan grande que ha sido prácticamente imposible ligar ambas tramas, de modo que en su primera mitad tenemos el Frank Castle interpretado por Jon Bernthal, al que hemos visto en series como The Walking Dead o Show Me a Hero y en pequeños papeles en cine como El mensajero, El lobo de Wall Street o Corazones de acero. Sin duda lo mejor de toda la temporada, incluso por encima del convincente Matt Murdock del actor irlandés Charlie Cox (la última vez que vimos al Punisher en el cine fue en la reivindicable War Zone). Ambos actores protagonizan buenas escenas de acción, juntos o por separado, con una serie de secuencias que dejan el listón muy alto, tal y como ocurría en la primera temporada. También tenemos en un papel secundario, pero nada baladí, al Kingpin de Vincent D´Onofrio, aunque sea desde las entrañas de la cárcel.

A raíz de la llegada de Elektra la cosa cambia y las aventuras de Daredevil se vuelven más superheroicas. Al traje rojo pronto se le añade el bastón retráctil y los criminales de los bajos fondos que pululan por la Cocina del Infierno son sustituidos por los ninjas de La Mano. Por un lado está bien porque plantea un nuevo reto físico e intelectual para el protagonista; porque nos trae de vuelta a Stick –el actor Scott Glenn- y porque nos permite conocer un poco más del pasado de Matt, con esos flashbacks que nos enseñan el romance con Elektra. Pero el cambio es demasiado brusco y para una serie que había apostado por un realismo extremo en su primera temporada, resulta un movimiento muy arriesgado el lidiar con una secta milenaria que quiere conquistar el mundo y que es capaz de resucitar a los muertos. La primera vez que se lo leímos a Miller resultaba novedoso y rompedor, pero a estas alturas el espectador medio ya está harto de cultos esotéricos que llevan siglos luchando en las sombras y de los que nadie ha oído hablar hasta ahora. La actriz elegida para interpretar a Elektra ha sido Élodie Yung, de origen francés, a la que hace poco vimos como diosa en Dioses de Egipto.

En su segunda temporada Daredevil tiene que lidiar con esos cambios, permaneciendo constantes al lado del héroe sus fieles compañeros del despacho de abogados –echo de menos una mayor presencia del entramado legal, es decir, de la vida pública de Matt Murdock-: su mejor amigo y un posible interés amoroso. Ambos actores cumplen y siguen ganando en protagonismo, en especial Deborah Ann Woll.


En un principio no debería ser nada importante. Es difícil mantener un nivel tan alto como el de su primera temporada. Nada de qué preocuparse. Si no fuera por la alarmante falta de entusiasmo que ha despertado el estreno de Luke Cage. ¿Agotamiento de la fórmula? ¿Está matando Netflix su propia gallina de los huevos de oro?

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