La ciencia-ficción se
encuentra muy presente en el cine de Hollywood actual, si bien es cierto que no
lo hace como un género en sí mismo. Películas donde la acción, la aventura o el
terror son el ingrediente principal suelen ambientarse en escenarios de ciencia-ficción
que siempre añaden capas de lectura adicionales y de donde casi siempre puede
sacarse alguna reflexión personal. Sagas como las protagonizadas por el asesino
Richard Riddick; grandes superproducciones como los Guardianes de la Galaxia; pequeñas joyas como el Dredd interpretado por Carl Urban o
desastres recientes como la secuela de Independence
Day –que además amenaza con convertirse en una saga a su vez-, son
producciones pensadas hacia un público masivo, que busca el entretenimiento por
encima de todo lo demás y que no busca situar al espectador ante una serie de
preguntas que todos deberíamos hacernos si finalmente llegara el caso de que se
produjera un primer contacto con extraterrestres, por ejemplo.
Pero la ciencia-ficción como
género cinematográfico también tiene su representación cada cierto tiempo,
aunque se encuentre muchas veces disfrazado de blockbuster, como la reciente Interstellar
de Christopher Nolan. Los viajes espaciales, la supervivencia del ser humano –La carretera,
por ejemplo-, la robótica y la inteligencia artificial -ExMachina- o el hecho
de que no estemos solos en el universo son también la base ideal para contar un
tipo de historia más intimista, lejos de las estridencias del Hollywood más
comercial.
En esta última categoría se
debería encuadrar la última película del canadiense Denis Villeneuve, que desde
que diera el salto a Hollywood no ha parado de crecer como cineasta, siendo el
elegido para rodar una de las secuelas más importantes del 2017, la de Blade Runner. Y si su resultado final se
acerca lo más mínimo a lo conseguido en Arrival,
los fans del clásico de Ridley Scott pueden descansar tranquilos, porque se
esperan grandes cosas de este director.
El exitoso paso por los
diferentes Festivales internacionales nunca es garantía de que una película
vaya a funcionar de cara al público, pero en este caso Villeneuve y su
guionista Eric Heisserer han decidido acercarse a una situación típica de la
ciencia-ficción a través de un punto de vista bastante original, basado en un
relato corto de Ted Chiang: la llegada de una serie de naves extraterrestres a
la Tierra.
Mientras que el gobierno de
los Estados Unidos intenta controlar la situación a nivel global –las naves
aterrizan en 12 puntos diferentes del globo, afectando a la práctica totalidad
de superpotencias mundiales-, la doctora Louise Banks, lingüista y profesora de
universidad, es requerida por el Coronel Weber para que lidere un equipo de
científicos que permitan la comunicación con los entes alienígenas. Y este es
el punto fuerte de la película: centrarse en el proceso de comunicación y el
complicado método para entenderse con una entidad que no puede pensar como
nosotros y que sin embargo está claro que quiere transmitirnos algo.
Este punto de vista científico
centra prácticamente toda la acción de la película en la doctora, interpretada
por una convincente Amy Adams (El hombre de Acero, La gran estafa americana, The Fighter, Batman v Superman, La duda), ya que el relato tiene un fuerte
componente emocional y ella es la encargada de transmitirlo al espectador en
todo momento. Apenas tenemos unos pequeños esbozos de su mano derecha en la
investigación, un físico al que pone rostro Jeremy Renner (The Hurt Locker, The Town, Los Vengadores, Misión Imposible - Protocolo Fantasma) y lo mismo se puede
decir de Forest Whitaker (Repo Men).
Ambos están muy bien en sus papeles secundarios, pero es Adams la que lleva
todo el peso dramático de la historia.
Villeneuve crea una atmósfera
creíble, pero al mismo tiempo inquietante, neblinosa, gris y oscura y el diseño
de las criaturas y de su nave, sin ser original, encaja muy bien en el
minimalismo elegido para narrar la historia. Lo mismo se puede decir de la
música o de los planos y el montaje. Aun así hay un buen puñado de imágenes muy
bonitas y un par de secuencias muy logradas, ya que siendo como es un relato
meramente científico en muchos aspectos se corre el riesgo de que el espectador
medio se pierda y acabe aburriéndose, pero el director logra mantener el
suspense y el misterio en todo momento, hasta que en el último tercio de la
película tienen lugar las grandes revelaciones.
Arrival es un poco lo que yo me esperaba de Interstellar, dejando de lado las diferencias de presupuesto. Una
película que plantea una situación inaudita, con un misterio central y
diferentes formas de abordarlo y solucionarlo, aunque una vez finalizada la
proyección no tengamos claro cuál era o no el adecuado. Que introduzca en la
mente del espectador la duda, sobre todo moral y espiritual sobre los actos de
los protagonistas y que deje pensando, con ganas de saber más. Y que lo haga de
manera entretenida, con un envoltorio atractivo y una atmósfera evolvente. Todo
eso es Arrival y merece la pena su
visionado.






El comentario
ResponderEliminardespierta el interés para ver la película sobre todo la apariencia de
las criaturas extraterrestres
Merece mucho la pena, de las películas más interesantes del año pasado.
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