Tal vez se pueda decir que la
gran perdedora de la última ceremonia de los Globos de Oro haya sido esta
producción indie que se estrenó en Sundance a principios del año pasado. De
sus cinco nominaciones solo se hizo con el Globo
de Oro a Mejor Actor en la categoría de Drama, quedando a la sombra de Moonlight y del fenómeno La La Land.
Manchester by the Sea es un intenso y absorbente drama que tiene en
el guión del propio director de la película su punto fuerte, con un especial
cuidado a la hora de revelar la información sobre el protagonista y con unos
diálogos y relaciones entre los personajes que se hacen muy cercanas y
creíbles. Casey Affleck (Interstellar,
El demonio bajo la piel) sustituyó a última hora a Matt Damon, que quedó
tan solo como productor, dando vida a un hombre destrozado por la vida que se
ve obligado a volver a su ciudad natal, de la que huyó hace unos años, a lidiar
con la repentina muerte de su hermano, que deja a un joven adolescente del que
hay que ocuparse.
El trabajo de Affleck es muy
bueno y se merece el reconocimiento que está teniendo, dando vida a un hombre
complejo bajo una situación que lo supera constantemente. Él es el que lleva el
peso de toda la película y si dejamos de lado a su sobrino en la ficción,
apenas hay más personajes importantes. Michelle Williams (Blue Valentine), también nominada por su actuación, encarna a la ex
mujer del protagonista.
La película ha funcionado muy
bien en taquilla, ya que con apenas 9 millones de presupuesto ya ha recaudado
más de cuatro veces más. Y lo que le queda gracias a las nominaciones a los Oscars, seis en total, donde hay que destacar el
de Mejor Película, ya que es la primera vez en la historia de la Academia que
una producción distribuida por Amazon
llega a las quinielas finales.
Es un drama del que cuesta
desviar la atención, que atrapa desde los comienzos y que apenas pierde un poco
el ritmo en su tramo final, una vez ha tenido lugar la revelación del gran
misterio que ensombrece el pasado del protagonista. Y eso que el metraje pasa
de las dos horas. El uso tan acertado de los flashbacks, con un montaje realmente sencillo, ayudan a meternos en
la historia de esta familia que ha sufrido lo suyo, sin renunciar a un sentido
del humor que sirve como alivio momentáneo y necesario.
Si tuviera que elegir un Oscar
para ella, dudaría entre Mejor Actor y Mejor Guión. Aunque si me obligaran
elegiría el segundo, porque me parece una historia muy bien contada, que sin
ningún tipo de alarde se hace interesante para el espectador.



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