domingo, 25 de mayo de 2025

Misión: Imposible – Sentencia Final, de Christopher McQuarrie

 


Todas las películas de la saga Misión: Imposible se parecen entre sí. Todas son iguales y, sin embargo, todas tienen algo que las diferencia. Le pasa algo muy parecido a la franquicia de James Bond: el público quiere algo nuevo y diferente pero, al mismo tiempo, se siente cómodo dentro de una serie de características conocidas que llevan funcionando durante décadas. Más allá de la última proeza física realizada por Tom Cruise o del actor elegido para encarnar al nuevo agente 007 con licencia para matar, lo que de verdad hace que una película de este tipo destaque sobre todas las demás es ese punto diferenciador que las convierte en reconocibles entre todas sus semejantes. 

Lograr este tipo de equilibrio no es nada sencillo. Y si no, que se lo digan al Universo Marvel Cinemático y a la mayoría de sus entrenos desde el final de Endgame. La pareja creativa formada por el director Christopher McQuarrie y Tom Cruise, una de las últimas grandes estrellas indiscutibles que quedan en Hollywood, consiguieron la excelencia dentro de la franquicia Misión: Imposible hasta en tres entregas y comenzaron a dar muestras de agotamiento en su cuarta colaboración, Sentencia mortal, el anterior capítulo de la saga, ligada argumentalmente a este último estreno. Más allá de los graves problemas de producción que han tenido estas dos películas, y que han llevado a unos sobrecostes monstruosos que incluso ponen sobre la mesa la viabilidad del proyecto, que no se cree que pueda salir rentable con la facilidad de sus anteriores entregas, se nota cierta falta de ideas en el guion de la película, lo que sin duda hubiera requerido un cambio de tercio, ya fuera en la silla de director o en el tono de su guion. 

El nuevo equipo formado para Sentencia final

Sentencia final paga un enorme peaje en sus comienzos para volver a sentar las bases de la historia y tarda muchísimo en arrancar como película en sí. Una vez queda establecida la nueva misión, la cosa mejora, pero no hasta el nivel visto en anteriores entregas. De hecho, otra característica interesante de las películas de McQuarrie en Misión: Imposible es que mejoran mucho con un segundo visionado, donde pueden entenderse mejor los matices de la historia y los recovecos de un guion que no es ni mucho menos sencillo. Tal vez esto ocurra cuando vuelva a ver Sentencia final, pero ahora, tras haberla disfrutado en cines, tengo que admitir que no supera a su primera parte y eso que esta tampoco estaba a la altura de las anteriores. 

Vista en perspectiva, Sentencia mortal tenía una primera parte en la que tanto Tom Cruise como Hayley Atwell brillaban a la hora de darle a sus secuencias un tono de comedia –pasaba tanto en el aeropuerto como en la persecución que tenía lugar en Roma-. En su segunda parte, el salto en moto de Cruise palidecía ante la gran escena de la película, la que tiene lugar en el Orient Express, con su baile de máscaras, su rescate in extremis y el descarrilamiento. A cambio, Sentencia mortal nos ofrece dos grandes secuencias, estupendamente filmadas y resueltas, de eso no hay ninguna duda, pero que recuerdan demasiado a otras que ya hemos visto –la parte de Marruecos en el tanque de agua en Nación secreta y, sobre todo, el clímax de Fallout, del que Sentencia mortal está prácticamente copiado paso a paso-. 

Tom Cruise, en Misión Imposible - Sentencia final

Otro aspecto de la película que me ha desconcertado es que se ha marcado un Vengadores: Endgame a la hora de plantear un homenaje a todas las entregas anteriores, llegando a recuperar situaciones y actores de manera un tanto forzada –la Pata de Conejo, el personaje de Donloe o el parentesco del agente interpretado por un desaprovechadísimo Shea Whigham- para luego no atreverse a llegar hasta el final, como sí ocurría en la aclamada película de Marvel. Teniendo en cuenta que este tema no ha sido precisamente dejado de lado en las campañas de publicidad, ha quedado como un poco falso por parte de los responsables de la franquicia, con Cruise a la cabeza. 

Aun así, pese a su lío argumental, lo mucho que tarda en arrancar, lo desaprovechados que están la mayoría de sus actores, los diálogos sobreexplicativos o su falta de originalidad, la verdad es que es una película que merece la pena verse en un cine. La producción está tan cuidada, la implicación de Cruise es tan grande, que una vez que pisa el acelerador se convierte en un ejemplo inmejorable de blockbuster entretenidísimo. Un tipo de hacer cine cada vez más en desuso, donde lo artesanal brilla con mucha fuerza y que, quién sabe, quizás desaparezca cuando su estrella y máximo valedor decida retirarse.

Cruise y McQuarrie en el rodaje de Sentencia final

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