Entre el año 2015 y 2016 apareció la primera aventura de García, superagente franquista que despierta en nuestra época tras un largo sueño criogénico de varias décadas. Su vuelta a la acción en un convulso clima político y social que no entiende y, sobre todo, su interacción con una joven becaria de periodismo, Antonia, eran fuente de varias de las mejores secuencias de acción y de cachondeo que habíamos leído en mucho tiempo en nuestro cómic patrio.
El potencial de la obra era enorme y, aunque tenía un final concreto y se podía disfrutar como una historia cerrada, los autores se dejaron algún cabo suelto por atar con la esperanza de traer al protagonista de vuelta, lo que ocurrió en 2020 con este tercer tomo, ¡García! en Catalunya, que continuaba con el formato de los dos anteriores, así como con el blanco y negro al que tanto partido saca Bustos con su dibujo -también ayudó la buena aceptación entre los aficionados de la pareja formada por García y Antonia, así como su adaptación a la pequeña pantalla de la mano de la cadena privada HBO Max-.
El espectacular inicio de esta nueva entrega es toda una declaración de intenciones, con una potente secuencia de acción fantásticamente dibujada que tiene lugar en un AVE de Madrid a Barcelona y en la que tienen cabida grandes dosis del sentido del humor marca de la casa que ya pudimos disfrutar en las anteriores entregas -exagerado, absurdo, surrealista, incluso, pero también costumbrista-. García y Antonia coinciden en el AVE en lo que parece ser una gran casualidad, pero eso es algo que dista mucho de ser verdad y que forma parte del misterio que va a ir desarrollándose a lo largo de las doscientas dieciséis páginas de los que consta este tebeo y en donde sus autores se las ingenian para volver a traer a prácticamente todos los personajes secundarios que ya conocemos, estableciendo así una especie de continuidad muy dada en el cómic europeo cuyos personajes disfrutan de una mayor presencia en las librerías. Así, nos encontramos con Riki, que tras haber roto su relación con Antonia se ha ido a vivir de okupa a un piso del Raval; con Aquilino González Lepanto, ese locutor de extrema derecha empeñado tanto en hacerse amigo de Antonia como en allanar el camino a un nuevo partido político más afín a sus intereses; los peligrosos Comandos Negros, todavía a la búsqueda del doctor Nefenger, alias Nefastus, auténtica némesis de García; Julia y su hijo Pablito, lo más parecido a una familia del protagonista; Barea, espía retirado, pero todavía a sueldo de las altas instancias del país e incluso nos encontramos con una breve aparición del aplicado policía Higinio, de vacaciones en casa de su primo.
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Páginas de Luis Bustos para ¡García! 3 |
El guion de Santiago García hace que estos personajes ya conocidos interactúen con unos nuevos para ir dando forma a una conspiración que, una vez más, amenaza unos cimientos del estado cada vez más endebles, sobre todo en lo que tiene que ver con Cataluña y con la relación Madrid-Barcelona. Se introduce un nuevo villano con tintes bondianos, el Almogávar, y una nueva amenaza en la sombra, el Consorcio, más algún que otro personaje que, con toda seguridad, encontrará continuidad en las siguientes aventuras de la pareja.
Más allá del sentido del humor del que Antonia es el mejor exponente, de nuevo los autores son capaces de captar la complejidad política y social de nuestro país y trasladarla a las páginas del cómic, creando personajes a los que resulta fácil identificar con políticos o periodistas reales y utilizando la cultura popular para dar salida a una enorme cantidad de chascarrillos y situaciones hilarantes, en lo que acaba siendo una enorme sátira de nuestro país, eso sí, aderezada con cuidadas secuencias de acción y una ambientación soberbia en cuanto a caracterización y plasmación de escenarios reales de la Ciudad Condal -el desenlace en el Camp Nou, a lo El último boy scout, la verdad es que mola muchísimo-.
Del dibujo de Bustos ya hay poco que decir. Es capaz de dar salida a una enorme cantidad de referencias y juntarlas en un estilo propio y reconocible, con un uso muy inteligente del blanco y negro -en esta ocasión solo hay unas pocas páginas en las que aparece el color, cuando García es envenenado y comienza a tener una mezcla de visiones y recuerdos sacados de una pesadilla de arte moderno-. Se suele resaltar su capacidad para plasmar la acción, pero no hay que obviar lo bien que capta el ambiente de lo que dibuja ni lo expresivos que resultan sus personajes, cuyo lenguaje corporal o facial ya transmiten su personalidad e intenciones.
Merece la pena comentar la visión que ambos autores muestran de diversos relatos y cómo estos confrontan con la realidad. Son varios los personajes que cuentan su pasado, ligando su apellido a lo más grande de sus respectivas “naciones” y cómo este acaba siendo “desenmascarado” por los periodistas, que son los únicos que quieren encontrar la verdad -y no todos-. Incluso es algo que se puede aplicar al propio García, que no es capaz de recordar por qué habla catalán con fluidez y cuyo pasado a las órdenes del franquismo cada vez le resulta más difícil de asimilar, afectándolo profundamente, sobre todo en su relación con Antonia, la única amiga que le queda en el mundo -por favor, no hablemos de política-.
Si tenemos en cuenta que el Compromiso de Caspe es una pieza fundamental de la conspiración que aquí se nos cuenta, nos hacemos una idea de por dónde van los tiros de algunas de las tramas, que hay que reconocer están bien hiladas, provocando que al final todo encaje -las revisiones de las historias de García suelen deparar alguna que otra sorpresa escondida que puede pasar desapercibida en una primera lectura, por lo que son más que recomendables-.
La serie continuó con un par
de volúmenes más en los que se recuperaba la idea original en cuanto a formato:
una gran aventura dividida en dos partes. En esta ocasión, en un marco
inigualable: la ciudad de Nueva York.
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