
Tras ser nominado a los oscars en la categoría de Mejor Cortometraje, Vigalondo consiguió la financiación necesaria para producir su salto al largo en 2007, aunque en España acabara estrenándose mucho más tarde, tras un periplo exitoso por muchos y diferentes festivales, de los que se vino con algún que otro premio importante. El guionista y director optó por una historia de ciencia-ficción donde los viajes en el tiempo tienen un papel predominante y le dio un envoltorio de serie B: poco o casi ningún efecto especial; tan sólo cuatro actores; un personaje algo peculiar, vestido con gabardina negra y envuelto su rostro en una venda rosa; y pocos lugares donde se desarrolla la acción: los alrededores de la casa del protagonista.
Y es ahí donde comienza la historia, que dura apenas unas horas de tiempo, no mucho más que la propia película, aunque no está rodada en tiempo real. Karra Elejalde es un veterano actor de cine español, que aquí da vida a un marido que en plena mudanza y casi instalado en su nueva casa, vislumbra a través de unos prismáticos a una joven lozana desnuda –interpretada por Bárbara Goenaga- en el bosque que rodea a las viviendas. Intrigado, decide intentar encontrarla, cuando es atacado por un extraño personaje de cara vendada que, literalmente, le clava unas tijeras en el brazo. En su carrera en búsqueda de refugio acaba en unas instalaciones, como una especie de laboratorio donde recibirá la ayuda de un técnico –interpretado por el propio Vigalondo-. El director cántabro plantea una historia que comienza de forma veloz y en pocos momentos tiene al espectador pendiente de qué es lo que está pasando y preguntándose por quiénes son todas y cada una de las personas que han ido apareciendo en el relato.
Pero la cosa no acaba aquí, porque Vigalondo apuesta por una historia con viajes en el tiempo donde las paradojas no dejan de producirse y donde todo encaja a la perfección en el momento en que aparecen los títulos de crédito. Tiene un sólido guión y una historia interesante y los actores y la dirección hacen que nos olvidemos de que estamos ante una cinta de bajísimo presupuesto y pocos recursos. Se plantea la idea de qué ocurre si una persona atravesara las corrientes del tiempo y se encontrara consigo misma y si es posible o no cambiar los hechos del pasado.
El resultado es una propuesta atrevida, diferente dentro de nuestro panorama nacional –en lo referente a la temática, porque en lo referente a lo otro: nula promoción, poco eco en los medios, cero apoyos por parte de las distribuidoras- que resulta acertada en su desarrollo y que entretiene mucho. Una alegría para todo aquél que disfrute con este género y la prueba de que se puede hacer un cine fuera de la media y que esté bien hecho –otra cosa sería que luego se viera respaldado en taquilla, pero eso es ya otro problema y otro cantar-.
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