jueves, 18 de marzo de 2010

Acantilado rojo, de John Woo


Woo es un director cuyas constantes a la hora de hacer cine le valieron la oportunidad de salir de su país y acceder a rodar producciones americanas con actores de primera fila. Violencia descarnada, escenas inverosímiles, un uso cansino de las cámaras lentas, personajes más chulos que un ocho y una enfermiza obsesión por las palomas son varias de las características de su cine, casi siempre limitado a espectaculares producciones de acción. Si bien hay que admitir que muchas de ellas fueron entretenidas, tan bien es cierto que no sólo no aguantaban más de un visionado, sino que cuando se salía del género los resultados finales eran bastante lamentables –mira que hacer una película sobre la II Guerra Mundial, a quién se le ocurriría la idea-. El caso es que cuando se anunció el proyecto que nos ocupa –y que lleva estrenado desde el año 2008- el director menos adecuado parecía ser Woo.

Acantilado rojo es la historia en clave mítica de las guerras que formaron al país chino en los últimos tiempos de la Dinastía Han –alrededor del año 200 a. C.-. El primer ministro del emperador, Cao Cao, enfermo de amor y de codicia, arde en deseos de conquistar los reinos colindantes pertenecientes a los familiares del emperador. Su campaña comienza con éxito en el Oeste, obligando al destierro al tío del emperador y a toda su gente. Sin embargo, varios de los guerreros más valerosos del reino permanecen fieles al depuesto soberano y en especial su ministro de la guerra, que forjará una alianza con el reino del Sur de Wu, lo que forzará a su enemigo a encaminarse con todo su ejército para aniquilar lo que queda de la resistencia.

Aunque Woo se encuentra lejos del lirismo y la poesía de su compañero de profesión Zhang Yimou, tampoco intenta imitarlo. Si los protagonistas de las historias de pasión y muerte de Yimou realizan proezas que desafían a la gravedad, los guerreros de Acantilado rojo protagonizan peleas espectaculares contra infinidad de enemigos, aunque algo más terrenales, pese a que sus hazañas sean algo inverosímiles. No puede evitar Woo el uso de cámaras lentas, es marca de la casa, pero hay que reconocer que las continuas escenas de lucha le salen entretenidas y por muchos momentos hasta logra emocionar. Y es que esta película tiene un cierto aire a esas mega producciones del Hollywood clásico con miles de extras, cientos de caballos y una ambientación sin duda soberbia. Se nota la alta inversión en la película –del gobierno chino seguro- que se ha visto recompensada en taquilla, ya que es la que más ha recaudado en la historia del país oriental. Se podría añadir que si Yimou nos narra historias en clave de leyenda –o al revés- Woo deriva más hacia el género histórico con un cierto toque de mitificación de sus principales personajes.

En el abultado metraje de más de cuatro horas ya he comentado que los mejores momentos pertenecen a las espectaculares conflagraciones, sobre todo cuando la estrategia ideada por los ministros tiene un papel principal. Patina más en los espacios entre ellas, los de reflexión, aquellos donde se trazan los planes y se preparan las almas para las batallas. Aquí se aprovecha tanto para mostrar ese mundo perdido de la cultura china como para seguir complaciendo las manías de su director, que tampoco renuncia a ralentizar las escenas incluso en los momentos más calmados. A destacar una escena que sí que me gustó, cuando el ministro de guerra asiste al entrenamiento de los guerreros del Reino de Wu y estos tienen el malentendido con el campesino.

Como resultado final, es una película impresionante en medios, donde el estilo del director no acaba perjudicándola en exceso y durante muchos minutos se olvida por completo, distraído el espectador por la espectacularidad de los enfrentamientos y su desarrollo. Algún fino toque de humor, algo de amor y por momentos mucha emoción y nos encontramos ante la gran apuesta cinematográfica de China. Algo excesiva, es verdad, pero en el fondo se trata de una historia de oriente contada al estilo de occidente. Aunque allí se estrenó en dos partes separadas, aquí en España –y en el resto de occidente- se ha optado por una versión condensada de menor duración. Y sí, cómo no, aparecen palomas.

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