
La gran triunfadora tanto en Francia como en el Festival de Sitges en el año 2001 –los Premios a Mejor Película, Director, Música, Maquillaje y Efectos Especiales lo corroboran- fue uno de los ejemplos claros del gran nivel que vivió en esos años el fantástico europeo –con el cine galo a la cabeza- con propuestas de temática diferente que combinaban sin ningún escrúpulo ambientes oscuros y opresores con decorados de época y situaciones históricas concretas –su protagonista existió realmente-, con una combinación de realización y dirección rompedoras –se realizó enteramente en formato digital-, así como música innovadora y efectos especiales de gran nivel. Por ello no dejó de contar con actores de primera fila, tal es el caso del protagonista de esta película, Gerard Depardieu interpretando al ex convicto, ex policía y ahora detective famoso, Vidocq, que alquila su ingenio, sus dotes deductivas y su mala leche en el París de la Segunda Revolución de 1830, instantes antes de la huida de Carlos III. Una capital que, en palabras del propio jefe de policía que necesita de la ayuda de su anterior subordinado, “está plagada de conspiradores”.
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Una historia de misterio que comienza con la muerte del propio protagonista en cruenta lucha en un taller de soplado de vidrio contra una extraña criatura que parece estar hecha tan solo de una capa negra y de una máscara que es en realidad un espejo. La muerte del detective pone a su biógrafo oficial, un joven y apocado periodista tras la última investigación en la que estaba trabajando Vidocq con la intención de encontrar a su asesino como colofón del libro que está escribiendo. Para ello irá saltando de personaje en personaje, que le irán contando la historia. Juntará las piezas necesarias y frecuentará los ambientes malsanos de la capital, desde los barrios de las prostitutas hasta los cuchitriles donde se fraguan pasquines impresos y revolucionarios; pasando por fumaderos de opio o casas de baile con damas de compañía más respetables, como la interpretada por Inés Sastre, muy enigmática en su belleza.

Al mismo tiempo la policía realiza su propia investigación, e incluso el compañero de Vidocq, Nimier, buscará desesperadamente al asesino de su amigo. Una serie de variados personajes que se irán cruzando a lo largo y ancho de una investigación que comienza como un intento de desestabilizar a la monarquía –con sendos asesinatos de dos de sus miembros más valiosos- y que acabará siendo un plan malvado y barroco de unos depravados que han hecho un pacto con quien no debían: un ser que ha ido alimentando las leyendas de los bajos fondos de París durante décadas: un fantasma, llamado El Alquimista, que roba las almas de sus víctimas para así permanecer inmortal.

El director había destacado hasta ahora en el apartado de efectos visuales y se nota su preferencia por estos en los pasajes más espectaculares de la cinta, que fue su debut como máximo responsable tras las cámaras. La criatura resulta efectista y sus movimientos están bien conseguidos, así como los numerosos planos del París de la época, ya sean a ras de suelo siguiendo el galope de un coche de caballos o vistas aéreas de la imponente ciudad. Además la ambientación resulta esencial para sumergir al espectador en ese ambiente de pesadilla en el que se va desenvolviendo el joven escritor y periodista en su continua búsqueda de la verdad, ofreciendo algunos momentos de verdadero terror, destacando la guarida de la criatura o los caminos de sexo y perdición que resultan en el barrio de las prostitutas. Las calles de una ciudad en la que revolución está a punto de estallar están también muy conseguidas. Otro elemento a destacar es la dirección de Pitof que abusa sin ningún tipo de contención de los primeros planos tanto de rostros como de objetos, lo que hace que en un principio parezca todo muy confuso, aunque pronto uno se acostumbra y queda como un exceso más de este director que tiende hacia la caricatura, la exageración y lo grotesco.

Vidocq es una película que me llamó la atención desde que salió en los cines. Aunque le reconozco muchos fallos –sobre todo en ciertos abusos que hace, a veces repite demasiado ciertos recursos- y una historia que, pese a estar ambientada de forma magistral, no deja de tener un final algo previsible; la investigación criminal me parece original y bien llevada, soltando pistas aquí y allá y yendo cada vez más desde el asesinato común hasta el sobrenatural. Y sobre todo me gusta ese toque de ciencia-ficción de serie B, ese tufillo a novela o cómic pulp que posee, lo arriesgado de la propuesta no apta para todos los paladares y su origen europeo, así como su banda sonora con canciones de Apocalyptica y la firme creencia de que, algún día, España será capaz de producir películas como esta.

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