Matthew Weiner ha desempeñado labores de guionista, dirección y producción en la televisión norteamericana, donde ha cosechado grandes reconocimientos en forma de críticas positivas y de premios como los Emmy –tiene ocho hasta ahora- o los Globos de Oro –tres, de momento-. Curtido en sus múltiples labores durante la quinta y sexta temporada de Los Soprano, tras finalizar ésta se centró en un nuevo proyecto de creación propia que ofreció a las grandes cadenas de cable americanas, la HBO y Showtime, que acabaron rechazándolo. Finalmente logró que la AMC se embarcara por primera vez en la producción de un drama televisivo, dando lugar a Mad Men que se convirtió con rapidez en la sensación de la televisión.
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Desde entonces la AMC es una privada más que ha pasado a una velocidad asombrosa de dedicarse a emitir películas clásicas a realizar sus propias producciones, pocas hasta el momento pero muy cuidadas y todas con cierto éxito. Además de Mad Men, emiten las series de Breaking Bad y Rubicon, que acaba de estrenarse este mismo año y tienen pendiente el estreno inminente de Los muertos vivientes, de Robert Kirkman y con Frank Darabont (La niebla) como principal hombre tras la producción, guión y dirección. También han realizado algunas miniseries, entre ellas la nueva versión de El prisionero.
La Agencia de publicidad Sterling Cooper, situada en la Avenida Madison de Nueva York es el lugar principal donde se desarrolla Mad Men, como se les llamaba en aquella época a los creativos publicitarios. Su director creativo y gran responsable del buen hacer que experimenta la compañía es un hombre singular: Donald “Don” Draper, trabajador incansable, brillante y veterano de Corea; tiene la admiración de sus subordinados y compañeros y el respeto de sus jefes; posee una bonita casa en las afueras donde vive con su preciosa mujer –antigua modelo- y sus dos hijos pequeños; alto, guapo, viste siempre de traje, camisa blanca y corbata oscura, de los que tiene una buena provisión en uno de los cajones de su despacho para las ocasiones en las que no puede ir a dormir a casa, ya sea porque se queda en la oficina ideando nuevas formas de vender los más variopintos productos –Lucky Strike, laxantes, tiendas de ropa, materiales de obra como el acero, turismo para países como Brasil o Israel, Kodak- o porque ha pasado la noche en casa de su amante.
Mad Men es la historia de Don Draper en el Nueva York de los años sesenta, donde todavía la mujer está relegada a papeles como el de ama de casa o el de secretaria; donde los hombres son machistas y presuntuosos; todavía existen prejuicios contra los judíos o los negros –que trabajan sirviendo en cafeterías o de ascensoristas-; existen desigualdades de clase evidentes y, en definitiva, muchas situaciones impensables hoy en día, siendo la más evidente el uso abusivo del tabaco -¡hasta los médicos en las consultas!-. Un clásico ejemplo de la típica familia y vida norteamericana de los años sesenta, me ha recordado en muchos momentos a Revolutionary Road, la película ambientada en la misma época de Sam Mendes.
Es el retrato fiel de una sociedad que va evolucionando, que en ese momento cree ser el centro del mundo y una mirada más cercana a uno de sus hijos; Don Draper es el ejemplo de joven de clase baja que ha prosperado en la vida y al que todavía le queda mucho por alcanzar, aunque -y ese es uno de los puntos principales de la serie- los que están a su alrededor no lo saben, porque en el fondo no lo conocen.
Una producción muy cuidada en ofrecer al espectador el retrato certero de la época en la que está ambientado, ofrece cada cierto tiempo los suficientes datos históricos para que la ficción sea casi perfecta: las campañas de Salud contra el tabaco y la forma de reinventarse la venta del producto; la lucha política entre Nixon y Kennedy, donde Sterling Cooper tomará partido por el primero; la publicación de Éxodo y su próxima adaptación cinematográfica con Paul Newman o el comentado estreno de El apartamento, de Billy Wilder. En ese sentido poco se le puede reprochar a Mad Men: en vestuario y ambientación obtiene el sobresaliente; en su guión detallistas sin duda el notable; sus actores cumplen sobradamente con sus roles, en especial su ya famoso protagonista, interpretado por Jon Hamm y que le hizo ganar el Globo de Oro en 2008, tan solo un año después del estreno de la serie en Julio de 2007. Ya está haciendo sus pinitos en cine y hace poco tuvo un pequeño papel en El equipo A.
Es la oficina la que proporciona la mayoría de personajes de la serie y cuando ésta se vuelve más coral. Destacan algunos sobre los demás, como Peggy Olson, que entra a trabajar en el primer episodio como secretaria de Draper y del que conseguirá llamar la atención con sus ideas sobre ciertos productos femeninos; Joan Harris es la encargada de introducirla en la empresa y es sin duda el pibón de la serie, al que pone cuerpo y voz Christina Hendricks; en la oficina conocerá a Pete Campbell, un niño rico muy ambicioso que acaba de casarse con una joven hija de un millonario y que quiere pasarle por encima a Don a toda costa; John Slattery –que interpretó un pequeño papel en Iron Man 2, el de Howard Stark- es Roger Sterling, jefe y amigo de Don y cuya vida alocada muy pronto le va a pasar la factura.
Otra parte importante del peso de la serie lo lleva sobre sus espaldas la actriz January Jones, dando vida a la sufridora esposa de Don, Betty Draper. Dedicada a sus hijos y a su hogar, pronto será incapaz de ser feliz por lo que empezará a comportarse de manera extraña, lo que preocupará a su marido, que le pagará un psicólogo.
Valoración personal
La realización de esta serie está tan cuidada y todo está tan perfecto que es normal que algo tan bien hecho triunfe sobre sus competidoras. Con una historia con diferentes puntos de vista, diálogos brillantes la mayoría de las veces y unos actores asentados en sus papeles, todo suma a que Mad Men sea de las mejores alternativas en el extraordinario panorama televisivo que vivimos ahora. Sin embargo, no solo no es mi serie favorita, sino que tampoco me emociona tanto como otras. Me explico.
La primera temporada de Mad Men consta de trece episodios de formato una hora de duración, casi siempre contando con el repaso a hechos anteriores y con los títulos de crédito incluidos. Y siguiendo el estilo de sus competidoras más directas, la cadena ha optado por un ritmo pausado. Se puede decir que Mad Men es una serie donde no pasa nada; de manera simple se limita a contar la vida de su protagonista y el mundo a su alrededor que le ha tocado vivir. No existen grandes golpes de efecto, aunque los personajes sí que evolucionan y entre el primer y último episodio casi pasa un año en la ficción. Y aunque las tramas continúen, no hay sorpresa final en cada final de episodio, ni siquiera en el decimotercero. Esta es una serie de silencios, de planos muy bonitos, de diálogos que parecen no tener importancia aunque sí la tengan. Y como tal puede cansar al espectador, incluso aburrirlo en algunos momentos. Al menos en su primera temporada. La mirada que ofrecen sobre lo que se cuenta es muy neutral, carece de emoción y eso se transmite al espectador, que no se siente enganchado en muchos momentos.
De todas formas le daré una nueva oportunidad con su segunda temporada porque sí que posee muchos puntos interesantes que me llaman la atención: en primer lugar, el trabajo que desempeñan y cuanto más está este relacionado con la historia americana, mejor -las campañas de Lucky, la carrera presidencial de Nixon o la de Kodak, por poner los mejores ejemplos-; y en segundo lugar por el personaje de Don Draper, un hombre que lo ha conseguido todo y que tiene un futuro prometedor por delante, siendo una figura muy fácil de extrapolar a nuestro propio tiempo, competitivo y deshumanizado y a la cual habría que hacerle la misma pregunta que hoy en día se hace tanta gente: ¿es feliz con la vida que lleva?
Dan ganas de saber qué le va a ocurrir a Don Draper; dan ganas de beberse unas copas con los compañeros de la oficina tras acabar el trabajo; de vestir gabardina y sombrero y de ir a restaurantes caros, de echarse una amante. Pero sobre todo, tras ver Mad Men, lo que dan son unas ganas terribles de fumar.
Otras producciones de la HBO en este blog:
True Blood
Hermanos de sangre
Roma
The Wire
Deadwood
Otras producciones de Showtime en este blog:
Dexter




Jajajaja ... Muy acertado el último renglón. 10 años después estoy viendo esta serie y justo acabo de decirle a mi esposo que tengo unas ganas de fumar que nunca había tenido! Apenas estoy terminando la primer temporada y es una serie que me emociona por el tema publicitario. Creo que tiene buenas historias para emprendedores
ResponderEliminarEn general tiene buenas historias para casi todo en esta vida. Seguro que disfrutas igual del resto de temporadas.
EliminarApenas me estoy terminando de ver la primera temporada y estoy de acuerdo contigo, la verdad no pasa nada extraordinario y sí nunca me fumado un cigarro pero viendo esta serie tengo muchas ganas. Aunque no sea una serie vertiginosa, me causa mucha curiosidad el personaje de Don, me gustaría saber que hay detrás de este personaje. Seguro veré la segunda temporada.
ResponderEliminarPues adelante, porque tanto la evolución del personaje (su futuro) como ir averiguando de dónde viene (su pasado) valen mucho la pena.
EliminarHola, me pareció muy buena tu critica/reseña. Siempre postergue ver esta serie, la tenia en la mira porque esta dentro de las "aclamadas por la critica" sin embargo no pase del episodio 2, luego de enterarme que netflix solo la tendrá en catalogo hasta el 10 de junio me decidí a ver la primera temporada y me pareció exquisita con los diálogos, la fotografía, las buenas actuaciones, las actrices que son muy guapas y una que otra sorpresa muy interesante (como el secreto de Don), ahora veré lo que pueda hasta la fecha que la saquen. Lo único que me pareció jalado de los pelos en esta primera temporada fue el tema del embarazo que pienso no se manejo de manera realista, por otra parte concuerdo que la serie incita a fumar y a beber, mas aun e la oficina o sitios poco usuales. saludos
ResponderEliminarSí, creo que en todas las temporadas hay alguna trama un poco cogida por los pelos, porque al final cuentan mucho y solo tienen 10 episodios. Pero está muy bien cómo van evolucionando los personajes conforme van pasando los años.
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