Nunca me abandones está narrado en primera persona por Kathy, una joven treintañera que se dedica al cuidado de pacientes. A través de sus memorias conoceremos su infancia en una especie de internado inglés llamado Hailsham, donde conocerá a los mejores amigos de su vida: Ruth y Tommy, personajes recurrentes en toda la novela. Ishiguro nos va adentrando en el conocido mundo de los internados ingleses y cómo los chiquillos se desenvuelven en él: creando grupos de amistades, practicando deporte, estudiando o metiéndose los unos con los otros. Hay enfados, peleas y reconciliaciones. Hasta aquí todo normal. Pero algo no acaba de encajar.
Tanto si se ha vivido alguna vez en un colegio de este tipo como si no, el lector pronto empieza a darse cuenta de ciertos comportamientos extraños, si bien Kathy –e Ishiguro detrás de ella- lo narra todo con total naturalidad: cada cierto tiempo existen unas subastas o algo parecido donde los alumnos pueden adquirir ciertas cosas y así conservarlas como propias, debido al aislamiento en el que viven, a pesar de las cuidadas instalaciones; también tienen la costumbre por parte de los responsables de su cuidado de potenciar mucho sus cualidades artísticas, de modo que de vez en cuando una mujer llega a Hailsham –conocida por los alumnos como Madame- para elegir aquellas creaciones más importantes y llevárselas con ella. Todo esto mezclado con la vida familiar de los alumnos y sus encuentros con los profesores y los cuidadores del centro. A veces entre ellos se preguntan qué es todo lo que ocurre, pero no acaban de llegar a ninguna conclusión.
La segunda parte de la novela continúa como la anterior, siendo el grupo de amigos trasladados de centro al cumplir los dieciséis a una granja o chalet cerca de Norfolk -condado al este de Inglaterra- de nuevo muy bien equipada donde las revelaciones siguen llegando con cuentagotas –por ejemplo, el sexo es algo natural y está permitido ya que no pueden tener hijos-. La tercera y última parte narra la experiencia de Kathy una vez fuera de los internados, cuando desarrolla su carrera profesional y decide reunirse de nuevo con sus amigos, que fueron pareja durante muchos años. Juntos intentarán encontrar las respuestas a los enigmas de su niñez, para así poder afrontar su futuro.
A simple vista puede parecer una novela típica de amor y de iniciación, pasando por todas las etapas de la niñez y la adolescencia. Pero debajo de esa capa superficial se encuentra algo mucho más grande, hilvanado con precisión por el autor que logra un equilibrio soberbio entre las escenas más cotidianas y las revelaciones más sorprendentes. Al lector avezado y de mente abierta no le costará intuir por donde van los tiros, si bien el estilo de narrar contrasta tanto con lo que se está contando que, por un lado consigue mantener el interés página a página y por otro teje una historia preciosa llena de sentimientos y de amor que sorprende cada poco tiempo. Me ha gustado especialmente la manera que tiene el autor de anunciar determinadas cosas, como si fuera lo más elemental del mundo.
No me atrevo a revelar mucho más de la trama porque tengo que reconocer que gana muchísimo si no se sabe de qué va la cosa y es el propio lector el que va averiguando poco a poco guiado por las palabras de Kathy, que en verdad hace su historia conmovedora. Un personaje entrañable que nos transporta en una novela que me ha sorprendido como hacía mucho que no me ocurría y que me ha entusiasmado en su mayor parte. Está bien escrita, de una manera sencilla y fácil de entender, pero al mismo tiempo con un estilo propio que llama la atención por sí mismo.
Como apunte final, su adaptación al cine está en camino –si bien en Estados Unidos no ha cosechado muy buenas críticas- y la revista Time no sólo la nombró la mejor novela del año 2005 –he visto por la red algún comentario que habla sobre que podríamos estar ante la mejor novela de la década, si es que eso tiene alguna importancia- sino que la incluyó en su lista de las mejores 100 novelas inglesas de de la década.
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