Uno de los tebeos más destacados tanto ahora mismo como el año pasado cuando se publicó es esta hábil mezcla de relato biográfico y de ficción; un repaso a la historia de España más reciente llena de sinceridad y emoción.
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Antonio Martín se encarga en el Prólogo a la obra de desgranarnos un poco la intrahistoria que se oculta tras El arte de volar. El padre del guionista, también llamado Antonio, se suicidó en la residencia para ancianos donde vivía en el año 2001. Su hijo, tras su muerte, encontró una serie de hojas manuscritas donde su progenitor narraba de forma desordenada su vida. Esta es la versión resumida, en la página dedicada a la obra en la Wikipedia, por ejemplo, pueden hallarse más detalles para nada de buen gusto además del índice de la propia obra.
Poco puedo yo añadir de más a las propias palabras de Antonio Martín que prologan el tomo editado por Ediciones De Ponent, salvo que la colaboración especial entre Altarriba y el dibujante Kim –más conocido por su personaje Martínez El Facha, de la revista El Jueves- nos traslada la experiencia vital de una de tantas personas que sufrieron en sus carnes la guerra civil española y sobrevivieron a ella, con mayor o menor fortuna. Nuestro protagonista nació en un pequeño pueblo cerca de Zaragoza. De familia humilde y trabajadora del campo, pronto decidió reunir el valor suficiente para alejarse de todo lo que no le gustaba y perseguir sus sueños en la gran ciudad. Tras la inauguración de la República y su posterior caída, Antonio se verá obligado por sus ideas políticas y sus convicciones a cambiar de bando, aunque sea el perdedor. Su exilio e internamiento en diferentes campos de concentración y regímenes de trabajo en Francia durante la II Guerra Mundial; sus breves momentos de felicidad en la campiña francesa; su resurgimiento como estraperlista en Marsella hasta que su conciencia le obliga a abandonar el negocio fraudulento y a volverse para España, donde las cosas no serán tampoco fáciles. El amor, el matrimonio, un hijo y finalmente la residencia de ancianos desde la que finalmente echará a volar. Altarriba y Kim no sólo plasman una época y sus circunstancias, sino una bella parábola entre las ganas de volar del protagonista, sus sueños e ideales y la dura realidad a la que se enfrenta a lo largo de toda su vida, viéndose arrastrado por la historia la mayoría de las veces, prisionero casi siempre.
Una historia con un valor literario muy alto. El dibujo de Kim es muy detallista, en blanco y negro, o mejor dicho, en bitono. No se deja un fondo sin decorar, un paisaje sin completar, una arruga de una camisa o una expresión de un rostro. Resulta un trabajo muy duro, ya que utiliza muchas viñetas por página y éstas están repletas de texto, ya sea en forma de recuadros de apoyo –donde el guionista usa la primera persona, como si él mismo fuera su propio padre- o de bocadillos de diálogo y pensamiento. De los campos de pueblo a las pobladas y caóticas ciudades como Zaragoza; ya sean carros tirados por animales o vehículos a motor; una trinchera en el frente, una casita abandonada en lo alto del monte o los asépticos interiores de una residencia para la tercera edad; Kim se atreve con todo y no baja un ápice la calidad de su dibujo.
He disfrutado mucho con esta obra, originalmente dividida la vida de su protagonista según ve los pisos pasar en su caída mortal, su último viaje. Imposible de leer de un tirón con todo lo que tiene por asimilar, desprende emoción por sus cuatro costados y sobre todo plasma de manera ejemplar la transformación interna de su protagonista; de joven soñador a idealista; luego práctico y finalmente derrotado por la propia vida. La última parte del cómic, centrada en la residencia donde vive el anciano, las condiciones y las amistades que encuentra ahí y sus propios demonios internos –plasmados en forma de un aterrador topo- son descorazonadores.
Con una edición especial de lujo en su próxima reedición, mi ejemplar forma parte de la quinta tirada. En su corto camino ya ha recogido los premios más prestigiosos del tebeo patrio y la crítica positiva de la mayoría de sus aficionados. En el último Salón del Cómic de Barcelona se le nombró la Mejor Obra, el Mejor Guión y el Mejor Dibujo del año 2009. En las Jornadas de Avilés lo distinguieron con los Premios de la Crítica a la Mejor Obra Nacional y al Mejor Guión Nacional. Otras menciones especiales: Premio Cálamo Extraordinario 2009; Premio Nacional de Cómic de Cataluña; Premio Guión Historieta Realista; XXXIII Premios Diario de Avisos 2009.
Es una obra grande, grandísima. Porque más allá de la época histórica que retrata, del testamento gráfico que deja de nuestra España; es un ejercicio literario sin igual, en esa transposición que ocurre entre el guionista hijo y su protagonista padre que ya nunca podrá leer la obra. Una especie de último intento de entender el pasado paterno –y de uno mismo, por lo tanto- tras un hecho trágico e inexplicable y un descubrimiento sorprendente. Hay mucha literatura en este cómic y mucho arte en forma de dibujo y mucho sentimiento y amor puesto en ella y sobre todo mucho valor y empeño en ofrecer una obra que hace grande al cómic español, que deja un poso en el lector de encontrados sentimientos sobre los que sólo sobresale la absoluta certeza de que se ha acercado uno al cómic del año en nuestro país y una absoluta obra maestra. Y lo mejor de todo es que es la última de muchas –en mayor o menor medida: Arrugas, Las serpientes ciegas, El juego de la luna, La Tempestad, Endurance y las que me dejo en el tintero- grandes obras en forma de cómic que venimos disfrutando en los últimos tiempos.
Y que continúe así de bien.
ACTUALIZACIÓN 16 DE NOVIEMBRE DE 2010: ganadores de los 20.000€ del Premio Nacional del Cómic 2010.
ACTUALIZACIÓN 16 DE NOVIEMBRE DE 2010: ganadores de los 20.000€ del Premio Nacional del Cómic 2010.






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