El Capitán América vivió una corta pero intensa etapa a principios de los años ochenta de la mano de dos autores consagrados en el medio y que en ese momento estaban en su mejor momento. Tras la marcha de Kirby (X-Men) a finales del año 1977 la colección entró en uno de esos periodos confusos con múltiples guionistas cada cual vertiendo sus diferentes ideas. Tan sólo la aportación en algunos números del gran Sal Buscema (Vengadores: Guerra Kree-Skrull, Thor de Walter Simonson) logra salvar una etapa de por sí mediocre. Tuvieron que llegar Roger Stern y el dibujante canadiense John Byrne para darle un soplo de aire fresco, sentar de nuevo las bases del personaje y de ahí dar pie a nuevas y flamantes historias.
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Perteneciente a la Tercera Ola de creadores Marvel, Roger Stern llegó a la editorial en 1975 y de ahí no sólo destacó en la colección del Capitán América, sino en The Amazing Spider-Man, en los Vengadores y en el Doctor Extraño. También se ocupó de lanzar la segunda colección de los Vengadores: Avengers West Coast. A finales de los años ochenta tuvo sus desavenencias con los mandamases de la editorial, lo que le forzó a trabajar con DC en títulos como The Atom, Starman y en una larga etapa al frente del destino de Superman. Ya en los años noventa se ha dedicado a colaborar esporádicamente en diferentes colecciones, ya sea ligado a uno de los personajes de su autoría más famosos como es el Duende o ayudando a amigos como Kurt Busiek (Superman: La caída de Camelot, JLA/Vengadores) en Siempre Vengadores o a John Byrne en Los Años Perdidos de la Patrulla-X.
Pese a lo corta de esta biografía, Stern es uno de los guionistas más importantes de su época y colaboró en muchísimos títulos más –de hecho, sigue haciéndolo esporádicamente en la actualidad-. Dejó su huella en aquellas colecciones en las que estuvo más tiempo y siempre se ha caracterizado por un respeto hacia la continuidad de la propia editorial y a la esencia de los personajes con los que trabaja.
John Byrne ya conocía a Roger Stern de su época de creador de fanzines a principios de los setenta. Desde entonces y en poco tiempo el dibujante de origen canadiense se convirtió en uno de los artistas más grandes de la industria norteamericana, convirtiendo en oro toda colección por la que pasaba. Sus inicios en Marvel son encargos menores en diferentes colecciones como Puño de Hierro o Los Campeones, llegando a coincidir por primera vez con Chris Claremont en Marvel Team-Up, la segunda colección de Spider-Man, que narraba el encuentro del héroe con otros compañeros del Universo Marvel.
El estrellato absoluto vino con su designación como dibujante titular de la colección recientemente relanzada The Uncanny X-Men. Junto con Claremont convirtió a los mutantes en la colección que había que seguir en esa época, siendo una de las más populares. Sus sagas son de lo mejor que se ha visto en la historia del supergrupo, una etapa insuperable que se vería terminada en 1981 cuando Byrne abandonó la colección con proyectos más ambiciosos en su horizonte: convertirse en autor completo.
Hasta ahora Byrne había dibujado los guiones de otros tanto en X-Men como en Vengadores –trabajos que realizó a la vez-. Es en ese momento entre sus etapas vitales que dibujó y co-argumentó junto con Roger Stern los números que voy a comentar a continuación con Steve Rogers como protagonista. Desde entonces Byrne engrandeció su leyenda convirtiéndose en autor completo de Los Cuatro Fantásticos y creando la mejor etapa que habían disfrutado los personajes desde que Lee y Kirby los abandonaran muchos años antes. Seis años en los que a Byrne todavía le sobraba el tiempo para lanzar una nueva colección con el supergrupo canadiense Alpha Flight y para renovar el personaje de Hulk, al que sometió a una completa revolución en unos pocos números, característica muy personal que muy pronto lo acompañaría allí donde fuera. Tras su salida poco amistosa de Marvel debido a sus diferencias creativas, Byrne marchó a DC donde se ocupó de Superman, entre otras cosas de su relanzamiento tras las Crisis en Tierras Infinitas, dotándole de un nuevo origen en la miniserie The Man of Steel. Pero Byrne no podía andar muy alejado de Marvel y volvió para ocuparse de historias en colecciones como Star-Brand, Los Vengadores Costa Oeste, Hulka, Iron Man o Namor. A partir de aquí comienza la decadencia de un autor al que siempre persiguió la fama de difícil de tratar. Y aunque no ha dejado de trabajar en personajes Marvel o DC, sus lápices y sus historias no volverían a llamar la atención –al menos de forma positiva- como antaño.
Stern y Byrne tenían que superar una etapa en el que el desarrollo del personaje no había sido muy bueno y se habían contado muchas historias contradictorias, repletas de situaciones y muertes absurdas. Ambos autores deciden arreglar el desastre al tiempo que cuentan historias amenas y divertidas, repletas de acción y emoción. Esto que se dice tan pronto no es nada fácil de conseguir y está al alcance de muy pocos. Su llegada se produce en Captain America #247 USA (Julio de 1980) y su prematura salida en el #255 USA, en Marzo de 1981.
Se nota mucho la influencia de Stern, el escritor titular de Spider-Man en estos números. Steve Rogers ha tenido serios problemas para recordar su verdadero pasado y su infancia debido a ciertas manipulaciones mentales. Tanto Stern como Byrne se cargan esto a las primeras de cambio, devuelven su auténtica identidad a Steve Rogers y le hacen vivir una doble vida como justiciero enmascarado y como ilustrador autónomo, por lo que establecerá relación con sus vecinos de apartamento y con la guapa Bernie Rosenthal, con la que se le augura buenos encuentros. Tenemos una primera saga inicial de tres números en el que el Capitán América se enfrentará a su eterno enemigo el Barón Strucker y contará con la ayuda de Nick Furia o Dum-Dum. Sin embargo todo forma parte de una conspiración que proviene de la etapa anterior –y a la que Stern y Byrne dan forma y original resolución- que explotará finalmente con la aparición de Hombre Dragón y del manipulador en la sombra.
Todo esto mientras Steve Rogers debe cumplir con las fechas de entrega de su trabajo si quiere comer al final del día. El número #250 USA es uno de los más míticos de la colección: un partido político minoritario decide presentar al Capitán América como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, algo que solivianta al pueblo y que sitúa a nuestro protagonista en una encrucijada: acorde con su juramento de proteger América, ¿qué es lo que tiene que hacer ahora?
La segunda saga de la colección potencia la aventura y la acción con el Capitán enfrentándose a su viejo enemigo Batroc y a Mr. Hyde, con la ciudad de Nueva York en la balanza. Lo dicho, puro cómic de superhéroes en tan sólo 48 páginas.
Los siguientes números son más interesantes de cara al desarrollo del personaje, donde se sitúa en su debido momento cronológico la participación del Capi en la II Guerra Mundial junto con los Invasores. Para ello Rogers deberá volver de incógnito a Londres para reunirse con su viejo camarada Union Jack y hacer frente a la maldición familiar de éste: ¿es posible que después de tantos años el Barón Sangre haya regresado?
Stern y Byrne abandonan la colección no sin antes ofrecer en su último número un revival del origen del personaje, actualizado y mejor contado. Una historia que nos sabemos de memoria pero que resulta irresistible para dos grandes autores como Stern y Byrne, grandes conocedores del personaje y dispuestos a dejar su aportación a los inicios del mismo.
Valoración personal
Cuando estos nueve números vieron la luz supuso la culminación del deseo de ambos amigos por trabajar juntos y eso se nota en el cómic. El Capitán América escrito por Stern y dibujado por Byrne rebosa alegría y aventura por los cuatro costados. Es un superhéroe alejado de los Vengadores –aunque aparezcan de vez en cuando- que se desplaza por Nueva York saltando de tejado en tejado, evitando robos y atracos con suma facilidad y saltando hacia aventuras mayores cuando le requieren las autoridades, ya sea SHIELD, la alcaldía de la ciudad o un viejo amigo allende los mares.
una mala excusa debido a sus responsabilidades como superhéroe. Tiene que trabajar hasta altas horas para poder entregar sus ilustraciones a tiempo y poderse sacar un dinerillo y va siempre cargando con un portafolio que se ve obligado a abandonar tras cada cambio de traje, rezando interiormente porque nadie lo encuentre y tenga que comprar otro –el escudo, ni idea de donde lo mete-.
Es un Capitán América que rebosa confianza, que lanza su escudo y tras múltiples rebotes nunca falla y que ha puesto su vida en orden, por lo que no teme enfrentarse a enemigos actuales o que provengan de su pasado. ¡Si hasta se presenta a presidente!
El nivel de Byrne es muy alto, con ese estilo clásico que tenía en sus inicios pero muy dinámico y en esos años todavía no se había olvidado de dibujar los fondos. Aunque usa viñetas cuadradas, la disposición de éstas y las perspectivas de lo narrado son sorprendentes, trasmitiendo toda la acción y emoción necesaria para seguir tan fantásticas historias. En una palabra: narrativa. El entintado de Josef Rubinstein le da un acabado perfecto.
Una lástima que el enfrentamiento entre Stern y Shooter acabara con la marcha del primero del título, al que siguió Byrne debido a su amistad. Creo que todo se debió a que el editor quería historias contenidas en un solo número, algo a lo que se negó el guionista. La historia que había detrás y la Marvel de la época se encuentran mucho mejor explicadas en un artículo reciente en universomarvel.com y aquí lo dejo, que es muy interesante.







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