La apasionante narración novelada de la historia de España del siglo XIX, de la mano del escritor de Las Palmas de Gran Canaria, comienza escrita en primera persona por Gabriel, un anciano que en sus últimos momentos decide consagrarse a sus memorias y a poner éstas por escrito. De esta manera se retrotrae a esos fatídicos días de finales de octubre del año 1805 e incluso un poco antes, narrando brevemente su vida. Gabriel es por entonces un huérfano de Cádiz, del barrio de La Viña, que merced a su empeño o a la buena suerte acaba sirviendo como paje en casa de un marino ya retirado, Don Alonso, que vive con su mujer y su hija Rosita, objeto de esos primeros amores juveniles por parte de Gabrielillo. Con apenas quince años, Gabriel seguirá a su amo cuando éste, renegando de los consejos y amenazas de su autoritaria señora, decida partir con la escuadra combinada francesa y española que van a hacer frente a los buques ingleses, que amenazan con bloquear la bahía de Cádiz.
Gabriel narra desde su punto de vista la pavorosa batalla que tuvo lugar en el buque Santísima Trinidad, el más grandioso del mundo y de su hundimiento tras ser hecho preso. Pero no acabarán ahí las desventuras del joven paje, que se verá trasladado al Santa Ana, donde los españoles decidirán hacerse con el control para luego verse cercados por las fuerzas de la naturaleza, lo que obligará a evacuar a los heridos para su pronta recuperación en Cádiz. Algo nada fácil, ya que el Rayo, elegido para tal menester, no es capaz de acercarse a puerto y acaba naufragando con el joven grumete a bordo.
Resulta curioso que Galdós elija el punto de vista de un niño para narrar uno de los hechos más desafortunados de la historia militar española y que marcó un antes y un después en el propio orden del mundo, cediendo España la hegemonía en los mares a la potencia inglesa. No renuncia por ello el escritor a introducir el sentido del humor en varias de sus vertientes: los celos del joven Gabriel hacia el prometido de Rosita; los amores de los que es objeto por su parte de una madura solterona pariente de su amo; los chistes constantes y comparaciones de Marcial, marinero veterano también retirado por sus heridas al que llaman medio-hombre; o las contantes invenciones, bolas y mentiras del futuro suegro.
La ambientación histórica es muy buena contando con la corta extensión del relato: Carlos IV ha cedido las labores de gobierno a su valido Godoy, que tras el tratado de San Ildefonso ha vendido prácticamente el país a Napoleón. En Cádiz van a tener lugar una serie de desdichas que van a decidir el futuro de la batalla y, a partir de entonces, del destino del mundo civilizado: Villenueve es un desafortunado marino que espera ser relevado de su papel de Almirante por el mismísimo Napoleón. Por eso su deseo de salir en busca de los ingleses, pese a las constantes protestas de los españoles, y su desastroso mando una vez la escuadra se encuentre en el mar serán por sí solos determinantes. Gravina, incapaz de negarse ante el francés o el mismísimo Almirante Nelson con su brillante ataque serán piezas importantes.
Galdós recurre a un truco interesante para narrar el destino de los militares más importantes de los españoles: conforme Gabriel va dando tumbos de un lugar a otro, va oyendo las historia de los supervivientes y así se enteran los lectores del destino de Churruca, el más grande marino español de la época o la épica resistencia y muerte de Galiano.
Los Episodios Nacionales están divididos en cinco series. La primera cuenta con diez episodios, pero cuando se escribió Trafalgar no estaba muy claro que Galdós tuviera tan magno proyecto en su cabeza. Entre 1873 y 1879 el autor desarrolló esta primera parte y englobaría cronológicamente los años de la historia de España que van desde 1805 hasta 1814, destacando por ello la guerra de la Independencia. Eso no impide que cuando sea necesario Galdós recurra a hechos anteriores históricos. La corte de Carlos IV siguió al primer episodio. De toda esta primera etapa, el escritor recurrirá a las memorias de su protagonista, Gabriel.
Añadir finalmente que aunque el conocimiento de Galdós de ese hecho parece bastante correcto –llegó a hablar con varios supervivientes del combate que lo recordaban bastante bien- y cita abundantes hechos históricos o frases de sobra conocidas que fueron dichas por los protagonistas reales; no hay que olvidar que se trata de una novela y que como tal tiene muchos de los ingredientes de su autor: a los toques de humor costumbrista arriba mencionados hay que tener en cuenta grandes momentos de emoción, en especial en lo más duro del combate en el Santísima Trinidad y en el final de la vida de varios de sus personajes y haciendo que el lector se pregunte –al menos a mí me pasó- qué momento desprende más emoción, si las caídas de las imponentes figuras históricas vistas a través de los ojos de los devotos marinos que sirvieron con ellas, repletas de honor y valor; o la triste despedida de dos amigos en soledad, en sus últimos momentos.
Una novela que abre una gran serie y que al mismo tiempo cierra una época, el siglo XVIII y deja paso libre a Galdós para narrar en su particular estilo el Siglo XIX.



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