domingo, 21 de noviembre de 2010

Harry Potter y las reliquias de la muerte (Parte I), de David Yates

El principio del fin, manida frase que resume muy bien todo lo que rodea a esta última producción que adapta los libros de la escritora inglesa J. K. Rowling. Lo sabe la Warner y lo saben los aficionados y la película de Yates se aprovecha de ello bastante bien.

Con el mismo equipo principal detrás de las cámaras de las últimas películas –mismos productores y director, mismo guión de Steve Kloves, que vuelve a salpicar la acción de acertados momentos cómicos- en realidad podía preverse de antemano el resultado final de esta primera parte: igual a las anteriores y siempre guardando la esperanza de que a Yates le de por filmar su obra maestra y nos sorprenda. Por desgracia eso no ocurre y lo que nos queda es justo lo ya comentado: lo esperado, ni peor ni mejor.

Cuando este tipo de historias tan famosas llegan a su desenlace, es necesario una traca final que impresione y deje en la memoria de los aficionados imágenes impactantes y emociones verdaderas. La decisión de la Warner de dividir la última novela de Rowling en dos afecta a este objetivo de varias maneras: dejando de lado el tema económico –auténtica razón por otra parte de la división- la principal consecuencia es que se tiene mucho metraje de sobra, que bien puede aprovecharse para realizar escenas de acción más largas o para dotar a los personajes de una profundidad psicológica mejor o algo por el estilo. Sin embargo, el problema principal es que no creo que cada una de estas partes tenga en sí misma el mismo presupuesto que tuvieron las anteriores entregas. Esta primera parte contiene un inicio muy interesante, Yates va manejando bastante bien la emoción entre los personajes con algunas escenas muy acertadas hasta que Ron decide separarse del grupo y Harry y Hermione se quedan solos, donde la cosa pega un bajón considerable. Aún así pronto remonta porque hay mucho que explicar y aunque el recurso de usar animación para contar una leyenda o historia del pasado está empezando a estar muy visto, sigue funcionando. El final con Lord Voldemort es adecuado, prometiendo nuevas aventuras en pocos meses.

Pero como he dicho antes el presupuesto es el que manda. En esta primera parte las supuestas escenas de lucha o de magia están muy limitadas. No lucen como deberían, teniendo en cuenta que estamos en la antesala del fin de fiesta. El director británico ya demostró que su fuerte no es ofrecer al público escenas impactantes que te dejen pegado a la butaca, sino un artesano que ofrece un entretenimiento bien hecho, pero al nivel de muchos otros. Hay una serie de diferentes secuencias donde las varitas empiezan a lanzar hechizos y no queda muy claro, no apreciamos quién dispara a quién o cómo se mueven los personajes. Pero no todo son palos para el director, hay que reconocer que ha mejorado mucho el ritmo que imprimió a sus predecesoras y esta es sin duda la más entretenida de todas las que ha filmado. Se puede decir que es su mejor trabajo en la franquicia, lo que todavía nos da esperanzas de que posea un margen de mejora para la segunda parte, que tiene previsto el estreno en marzo. Lo que también hay que reconocer es que se queda lejos de las cuatro primeras aventuras del ya mago más famoso del mundo.

También me quedo con varias sensaciones: con el gran plantel de actores que tiene la saga, se echa de menos su presencia en pantalla. Casi todos aparecen unos minutos, pero se antoja insuficiente. Otra cosa es que a veces me pareció que la acción transcurre a trompicones, en el sentido de que van corriendo de un lado para otro y que pasan demasiadas cosas que, de no ser porque conozco los libros, no quedarían muy claras, como la participación de Kretcher y el porqué de su obediencia ciega a Harry. De hecho, en realidad estamos ante la segunda parte del final más largo de la historia, porque la anterior película de Yates era prácticamente un prólogo.


Aún así, como he dicho antes, gana mucho en ritmo, por lo que aunque las grandes escenas parece que se han reservado para el final –y gran parte del presupuesto casi seguro- es muy entretenida y se pasa en un suspiro, teniendo ese momento de duda en el bosque como única pega, cuando están solos y cuando los persiguen, que ni nos enteramos. Su diseño de producción sigue rayando a un nivel muy alto y la banda sonora me ha gustado más que en anteriores entregas –música de Alexandre Desplat-. Ha mejorado mucho Yates y por eso todavía espero que lo borde en la segunda parte, su última oportunidad de hacer historia.

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