viernes, 7 de enero de 2011

El libro del cementerio, de Neil Gaiman

La última historia del escritor británico vuelve a enmarcarse dentro del género juvenil, pese a su brutal comienzo y a su trama de terror: cuando tan sólo era un bebé, Nobody Owens escapó por los pelos al asesinato de su familia a manos del desalmado Jack. Tan solo la casualidad y la suerte hicieron que el bebé llegara gateando a un cementerio abandonado donde es adoptado y criado por una pareja de fantasmas y dejado al cuidado de un extraño ser llamado Silas. A lo largo de su vida, Bod Owens irá aprendiendo todo lo posible sobre sus congéneres y vivirá una serie de aventuras entre el mundo de los vivos y los muertos y las diversas criaturas que lo pueblan: fantasmas, brujas, guardianes o licántropos.

Gaiman (Batman: ¿Qué le sucedió al Cruzado Enmascarado?) volvió a dar en la diana con esta historia a priori un homenaje a El libro de la selva y que no ha hecho más que cosechar alabanzas y los premios más importantes, como los Hugo y Newbery (2009) o el Locus y la Carnegie Medal (2010). Neil Jordan trabaja ya en el guión y dirección de la película.

El libro está estructurado en capítulos prácticamente auto conclusivos, como si de arcos argumentales se tratase, donde el joven Bod vive una aventura diferente en la que debe poner a prueba no sólo su ingenio, sino todos los conocimientos que ha ido adquiriendo a lo largo de su formación con los diversos seres extraordinarios con los que ha convivido. Bod puede desaparecer a voluntad, hacer que los humanos a su alrededor lo ignoren por completo y apenas puedan recordarlo cuando se marcha o ver en la oscuridad. Además conoce lenguas extrañas y tiene a poderosos seres como amigos.

Cada uno de esos capítulos va avanzando una serie de años en el tiempo, de modo que pronto el bebé se hace niño y llega a adolescente. El único hilo argumental que parece ir uniendo las diferentes aventuras del chaval es el misterio relacionado con el asesinato de sus padres y hermana y la amenaza constante de un peligro exterior cada vez que Bod abandona las tierras consagradas del cementerio, ya sea para ir en busca de comida o para asistir al colegio.

Es una historia para niños algo creciditos, que empieza de una forma bastante cruda y en la que pronto se empieza a notar las mejores cualidades de su autor: el sentido de la aventura y del humor, con gran cantidad de escenas chocantes o ridículas; la interesante mezcla entre lo real y lo fantasmagórico, ya que se trata de un ser vivo entre muertos; o las diferentes criaturas que pueblan las páginas.

Un libro muy entretenido, en la línea de otras obras como Coraline, dejando de lado el tema de los dioses que tanto gusta al autor y que ya exploró con menor fortuna en Los hijos de Anansi o en Los eternos
 

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