sábado, 29 de enero de 2011

La herencia Valdemar, de José Luis Alemán

Todo lo que envuelve a esta película tiene un aire de irrealidad asombroso. No sólo que se trate de una historia de miedo y terror que bebe y homenajea indistintamente la literatura de Lovecraft o de Poe; o que sea la ópera prima de su director, que es también autor del guión y de la idea original; o que cuente con un reparto coral lleno de caras conocidas entre las que se encuentra un clásico de este género en España como Paul Naschy -su última aparición en la gran pantalla-. Tanto su producción como el uso acertado de los efectos especiales la sitúan de inmediato en algo que no suele hacerse en nuestro país más allá de las películas de series B de la malograda Fantastic Factory. Su presentación al gran público es también atípica, dividida en dos películas de algo más de hora y media de duración cada una. Pero es que lo más sorprendente de todo, lo que más llama la atención es que, aunque esté distribuida por Universal, de su presupuesto de 13 millones de euros ni uno solo ha provenido de subvenciones estatales. Nada más que por eso el público debería haberse volcado con esta propuesta, algo que por desgracia no ha sido así. En el mercado internacional tampoco parece haber funcionado, lo que ha hecho que su segunda parte se haya ido retrasando hasta ahora. Y es que, pese a los grandes aciertos, parece que han pesado mucho más los desaciertos de un proyecto tan grande en manos de un principiante.

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El argumento es algo confuso, pero ganaría mucho si el director hubiese elegido otra forma de contarlo, sin duda para mí uno de los tres grandes errores que ha cometido esta superproducción. Luisa (Silvia Abascal) debe encaminarse a una mansión victoriana abandonada perteneciente a la familia Valdemar para tasarla y catalogar lo mejor posible todo lo que aún se encuentra en su interior. El encargo le ha caído de sopetón ante la misteriosa desaparición del anterior tasador, compañero de profesión en la inmobiliaria donde trabaja. Cuando Luisa también desaparece, el dueño, el señor Maximilian (Eduardo Poncela) decide ocultarlo a la policía y contratar los servicios de un detective privado conocido suyo interpretado por Óscar Jaenada (Los perdedores), al que sube en un tren con dirección al lugar de los hechos acompañado por la presidente de la compañía, una Ana Risueño muy bien caracterizada (la última vez que la vi aparecía en Guante blanco y en Gran reserva). La Dr. Cervía pondrá al corriente al detective del terrible pasado de la casa y de la familia Valdemar, compuesta por un fotógrafo de lo paranormal (Danielle Lotti) y su mujer que lleva un horfanato (Laia Marull).

Destaca sobremanera la cuidada ambientación y la iluminación, sobre todo en el gran flashback que nos cuenta lo acontecido en la mansión. La música está también muy lograda, ayudando en todo momento a crear las sensaciones adecuadas y en general todo se aleja de las producciones modernas de sustos y vísceras y se acerca a las antiguas películas de serie B de la Hammer, por ejemplo, pero mejorando mucho en los efectos visuales, si bien en esta primera parte son minoría. Y la historia no es mala del todo, parece clásica en un principio pero se notan en seguida la influencia de los dos maestros del terror mencionados más arriba además de los continuos homenajes que se dan de forma velada, en esculturas, nombre de personajes o menciones concretas de situaciones que a los conocedores del particular universo de Lovecraft no les costará identificar. Se aprecia también un cierto esfuerzo por situar las escenas del pasado en un contexto reconocible, con esas menciones a la lucha feminista por el sufragio universal, por ejemplo.

Sin embargo, mientras que en ambición y empeño a su director sólo se le puede otorgar el sobresaliente; en el tema de la dirección hay que ser mucho menos condescendiente. En el inicio de la película nos situamos en el momento presente, aunque a veces parece que se trata de un lugar en el espacio y el tiempo indeterminado. Alemán no tiene ningún reparo en hacer uso de trucos malos de pelis de miedo, como repentinos vientos que aparecen -¡en habitaciones cerradas!- o efectos sonoros exclusivos para el espectador. Y es que una vez presentados la gran mayoría de personajes y situados cada uno en su lugar, se comienza la historia ambientada en el pasado y se acaba de un sólo tirón, pasando de nuevo al tiempo presente y finalizando la película instantes después. Un auténtico corte para el espectador que se quedará anodadado intentando averiguar qué ha pasado o qué broma es esta. Sencillamente debería de haber contado el flashback o al principio y de forma más concisa o intercalándolo con la historia actual, porque hay una gran desconexión entre la una y la otra, destacando la del pasado sobre la del presente, que simplemente se queda sin desarrollar.

El segunda gran fallo es el tremendo error que se produce en muchos de los personajes. Aleister Crowley está interpretado por Francisco Maestre que es de Badajoz y aunque es cierto que consigue un toque de lo más inquietante en su personaje, es totalmente incapaz de jugar con el acento inglés que debería de tener. Al protagonista le pasa lo mismo, que no parece español en muchos momentos. Y luego están las breves aportaciones de Rodolfo Sancho y Norma Ruíz, jefe y secretaria respectivamente, con los peores diálogos de la película y que prometen mejores momentos en la segunda parte.

Y luego el tercer y gran fallo de todo esto, el que quizás haya sido mortal para la producción es la mínima explicación de que se trata de una primera parte de una saga de dos películas. Aunque las críticas no han sido muy positivas por parte del público, la gran mayoría parece que se sintió decepcionada por una historia que no acaba y que se queda a medias sin ningún pudor. Es una pena y entiendo que el presupuesto no da para mucho más que unos pocos anuncios en televisión enseñando los mejores efectos especiales pero la campaña publicitaria debería haber estado orientada claramente, de igual forma que se hizo con Kill Bill o con la más reciente Harry Potter y las reliquias de la muerte.

Dejando todo eso de lado, tengo que reconocer que a mí me sorprendió gratamente esta película, si bien tanto Lovecraft como Poe me gustan mucho, por lo que con la historia y los guiños ya me tienen. Pero reconozco que me encantaron los contados efectos especiales, la ambientación tan extraña que tiene en cada uno de sus fotogramas y un amor por el detalle muy loable. Se aprecian algunos trucos necesarios, como el filmar la gran mayoría de las escenas en interiores oscuros. Pero está todo muy bien resuelto y es una pena, vuelvo a decir, que no haya triunfado más. Al menos su segunda parte se ha estrenado, algo que llegué a dudar muy seriamente. 

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