El director alemán tiene en su haber una película prometedora protagonizada por Jodie Foster -Plan de vuelo: desaparecida-, una propuesta de ciencia-ficción y drama con viajes temporales que desaprovechó enormemente (Más allá del tiempo) y algún Piloto de una serie, como Miénteme. No es un curriculum espectacular, sobre todo teniendo en cuenta que se iba a encargar de adaptar un cómic de Warren Ellis, famoso por sus dosis de acción y violencia y poseedor de un sentido del humor bastante bestia.
Como hoy en día parece que en Hollywood es imposible encontrar a alguien que realice una película de acción en condiciones, aquellos héroes de toda la vida, los especialistas en este tipo de películas como Bruce Willis (Vaya par de polis, Los sustitutos, Algo pasa en Hollywood, El último boy scout) se ven obligados a meterse en proyectos que derivan incesantemente hacia la comedia y que dejan la historia final muy blandita, pese a que se cuiden las formas con actores de solvencia en papeles secundarios que den algo de empaque.
En este caso se trata de la última aventura de una serie de jubilados de la CIA, agentes secretos expertos en diferentes campos ya retirados que se ven obligados a volver a la acción reclutados por Frank Moses (Bruce Willis) cuando este sufre un atentado contra su vida en su propia casa, donde languidece muerto de aburrimiento. A lo largo del metraje irán demostrando que sus antiguas habilidades no han sido olvidadas, mientras van de un lado para otro intentando salvar la vida de innumerables enemigos, buscando las respuestas necesarias que les lleven al responsable que los quiere muertos.
Lo mejor de esta película es la relación que existe entre este grupo de amigos-enemigos, ante los que asiste atónica una Mary-Louise Parker -la insustituible protagonista de Weeds-, el interés romántico del personaje de Willis, que se ve arrastrada con ellos ya que era la única persona con la que se hablaba, por lo que también se halla en peligro. John Malkovich (Jonah Hex, Crónicas mutantes, El intercambio) tiene los mejores momentos en pantalla dando vida a un experto en camuflaje paranoico convencido de que le están siguiendo en todo momento; Morgan Freeman (Invictus, The Code, El caballero oscuro, Wanted) abandona el asilo donde se encuentra para echar una mano; Helen Mirren como una experta tiradora de élite con cuentas pendientes y lío amoroso con el último integrante del grupo, al que da vida Brian Cox (El día de los trífidos, Kings, Red, Deadwood).
También tiene un papel destacado Karl Urban (Star Trek) como el agente de la CIA encargado de capturar a Moses y a su equipo y una breve aparición de Ernest Borgnine en un diálogo con Willis de lo mejor de la cinta, una especie de paso de testigo entre un viejo héroe de acción ya retirado, clásico entre los clásicos y uno de sus sucesores, que también se va quedando atrás.
Y es que hay que reconocer que pese a los toques de comedia absurda por parte de Malkovich; a los diálogos más inteligentes entre otros personajes como el de Mirren y Cox; a la relación amorosa entre Willis y su idealizada teleoperadora o a las contadas escenas de acción -alguna sobresale más que otra- el resultado final es entretenido y poco más. Y es que tanta mezcla de diferentes géneros perjudica a la historia, en especial si se trata de una película de acción, género por cierto que vive uno de sus peores momentos en su historia. Todo está edulcorado, suavizado, infantilizado y por eso pierde gran parte de su interés. Pese a su grandes actores en nómina.





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