martes, 31 de mayo de 2011

The Warlords: los señores de la guerra, de Peter Chan


Una ejemplo claro del cine que viene de Hong-Kong, que goza de un gran presupuesto –unos 40 millones de dólares-, respaldado por grandes profesionales y medios y que casi siempre acaba cosechando importantes premios de la industria, aunque luego estos no consigan que se estrene en las salas de nuestro país. La primera vez que se programó esta película fue en Sitges –su estreno en su país fue en el 2007-, pero al gran público no llegó hasta que se comercializó en DVD.

Quizás lo más reseñable sea su trío protagonista: Jet Li (El reino prohibido) demuestra una vez más que es capaz de sobresalir en sus papeles cuando trabaja en su tierra y no a sueldo de las mayors norteamericanas; Andy Lau es un veterano actor que ha participado en algunas películas que han llegado a nuestro país, como La casa de las dagas voladoras; Finalmente, Takeshi Kaneshiro aparecía en Acantilado Rojo o en la anterior película mencionada de Yimou.

Estos tres actores son en la ficción hermanos por juramento de sangre, bandidos dos de ellos, que al conocer al general Pang (Jet Li) decidirán constituir un ejército para proteger su pueblo y llevar comida a los suyos. Pang es el único superviviente de su anterior regimiento, traicionado en la batalla por el ejército Kui, por lo que la venganza será uno de sus principales motores. Nos encontramos en una guerra civil que asola el Imperio de la dinastía Qing en China, una serie de rebeliones que se conocieron con el nombre de Taiping, en el año 1860.

La película muestra muy bien el caos político y social de la época, donde no queda muy claro ni la razón de la lucha ni los bandos, por lo que destaca el plan orquestado por el general Pang, así como sus continuos bandazos entre diferentes facciones y su cambiante moralidad. Sin duda el personaje más complejo de todos y el que hace avanzar la trama.

The Warlords es en realidad una dura historia de violencia y acción, con buenas secuencias de peleas y batallas, donde sus protagonistas pueden dar lo mejor de sí mismos y mostrar sus habilidades en las artes marciales y con todo tipo de armas. Para que quede claro, se trata de un realismo muy sucio, más cercano al mostrado en Acantilado rojo y sin nada que ver con el lirismo y la poética de las acrobacias aéreas del cine de Yimou o Ang Lee. La pobreza y la muerte de los campesinos; la inmoralidad de los altos dirigentes, los señores de la guerra; la crudeza, la sangre y el polvo de las batallas; la crueldad, el compañerismo, una imposible historia de amor o el honor; ingredientes universales para este tipo de películas que aquí encuentran un fácil acomodo y una buena traslación por parte de su director, que deja ver bastante bien lo que ocurre en todo momento, aunque no evita algún alarde innecesario como cámaras lentas, por ejemplo.

Entretenida, bien resuelta, de larga duración y valiente a la hora de alejarse del idealismo de la guerra y acercarse a un realismo descarnado. Una interesante propuesta. 

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