Panini sigue con su recopilación de historias de la Marvel en su coleccionable quincenal, esta vez protagonizado por Daredevil, del que tengo que confesar no me siento especialmente aficionado. Por supuesto alabo sin reparos la etapa de Frank Miller que revolucionó no sólo al personaje, sino al cómic de superhéroes en general en los años 80; y también me he acercado a él de forma puntual, por ejemplo con su penúltimo relanzamiento de la mano del director de cine Kevin Smith (Hacemosuna porno, Vaya par de polis) en lo que es sin duda su mejor trabajo en el terreno del comic-book americano.
De entre toda la historia del personaje destaca también la etapa guionizada por Ann Nocenti, posterior a la de Miller, por lo que tiene más mérito; acompañada por el dibujante John Romita Jr. que se convierte en uno de los habituales de este blog, con trabajos comentados como Iron Man; Los Eternos, Kick-Ass, Thor o Hulk.
El problema de este tomo, que recopila los números americanos de Daredevil #265 al #273 USA, es que se trata de una pequeña parte de un todo mayor. Para el aficionado a la editorial puede ser algo pasable, pero a uno casual sin duda le costará mucho más enterarse de por dónde van los tiros.
Los primeros números están inmersos en pleno crossover mutante, Inferno, cuando los X-Men eran los abanderados de la editorial y el resto de personajes bailaban a su son. Nocenti aprovecha para relacionar a Daredevil directamente con Mefisto y de forma que quede claro su nuevo status: Matt Murdock lo ha perdido todo, como amante, como persona y como abogado. Con Daredevil como única identidad posible, Matt decide abandonar en cierta forma su carrera justiciera y, un poco en piloto automático, marcharse de la ciudad a recorrer un poco de Estados Unidos, al más puro estilo Bruce Banner. Esto les sirve a ambos autores para ir contando una serie de historias cortas donde por un lado tenemos las necesarias secuencias de acción en las que destaca con facilidad Romita Jr. –mafiosos y asesinos profesionales; mutantes como Pyros y la Mole o el mismísimo Spider-Man- acompañadas por las denuncias sociales planteadas por Nocenti, ya sea para alabar el feminismo; mostrar las relaciones paterno filiales; la defensa de los derechos animales o el activismo violento.
No es difícil notar que esta etapa tiene cierto interés, en cuanto que destaca en comparación con la de Miller; ya que Nocenti apostó por una manera muy personal de reflejar al Diablo Guardián, alejándose de lo narrado hasta entonces. La pena es que este aperitivo apenas es suficiente y deja demasiados cabos sueltos e incógnitas. Esperemos que en Marvel se vayan animando a recuperar las historias de Nocenti –y en especial durante su segundo año, cuando fue acompañada por Romita Jr.- y así pueda Panini continuar este número en concreto de su coleccionable.



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