jueves, 23 de junio de 2011

Confucio, de Hu Mei


Producción histórica china que adapta una parte de la vida de uno de sus más famosos personajes, si bien conocido de oídas aquí en occidente, ya que no son muchos los detalles que se saben de su biografía. El filósofo está interpretado por Chow Yun Fat, uno de los actores orientales más conocido, todo un veterano ya en este tipo de dramas históricos.

La historia se centra en los últimos 20 años de su vida cuando ya es un maestro consagrado con multitud de seguidores y sus enseñanzas han dado frutos, al menos en las pequeñas tierras que gobierna. Cuando es requerido para que ejerza de ministro, las políticas que aplica para intentar fortalecer el imperio le granjean grandes enemistades de los nobles que guerrean constantemente por tierras y poder. Las presiones serán demasiado para él, por lo que acabará autoexiliándose y vagando por un país convulso en permanente guerra civil, donde las matanzas se suceden y las enseñanzas de Confucio no parecen prender. Nos encontramos 500 antes de Cristo y China se encuentra muy lejos de lo que llegaría a ser.

El problema que tiene este tipo de películas es que cuesta mucho situar al espectador occidental que no conozca de antemano lo que se nos cuenta. Pese a la cantidad de texto sobreimpreso en pantalla que intenta esclarecer las cosas, la verdad es que la historia del superpoblado país es confusa y no hay manera de enterarse de su política o de cómo funciona esta con tantos gobiernos de provincias y territorios diferentes. En este caso concreto es bastante importante, ya que marca de manera indeleble a su protagonista.

Si se consigue dejar esto de lado y se simplifica la situación a una especie de reinado de taifas donde se guerrea y se muere y donde todo es caos, uno puede centrarse en la producción: la gran recreación de un mundo perdido, sumido en las tradiciones y las formas y con alguna secuencia muy bien conseguida, si bien no brilla por su espectacularidad. Al igual que sus actores, que realizan sus papeles de forma convincente.

Tampoco me ha parecido que, pese al claro tono icónico que se le da a la figura de Confucio, quede muy claro qué es lo que predicaba exactamente, más allá de la bondad, el buen gobierno o la mesura y el estudio.

Tengo que reconocer que me ha parecido algo fallida esta adaptación del autor de las Analectas, por quedarse un poco a medio camino de todo y por tener una primera parte mucho más interesante que la posterior desarrollada en el exilio. Aún así no deja de ser interesante por conocer un poco más de una cultura milenaria y tan distinta a la nuestra.

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