Miniserie atípica de cuatro números publicada dentro del
sello Marvel MAX –una especie de línea de cómics para adultos dentro de Marvel-
entre noviembre de 2009 y febrero de 2010 y que vio sus comienzos más de
cuarenta años atrás.
En plenos años sesenta Marvel era una editorial muy
dispuesta a escuchar y corresponder las demandas de sus lectores. Por esa época
triunfaba la fantasía heroica y las historias de espada y brujería, así que Roy
Thomas (X-Men, Los Vengadores) y un
primerizo Barry Windsor-Smith (Iron Man:La guerra de la armadura, Los vengadores) lanzaron en Chamber of Darkness #4 (Abril de 1970) la primera y única historia
protagonizada por Starr the Slayer,
siendo muy original en su planteamiento y resolución en tan sólo siete páginas.
Poco tiempo después Stan Lee lanzó la serie regular de Conan el bárbaro con el mismo equipo creativo y Starr languideció
hasta que Warren Ellis recuperara el concepto en su Nuevo Universo.
Como la cosa tampoco fructificó, Daniel Way, un guionista
que trabajaba en Marvel en Lobezno y
algún que otro título se encargó de relanzar el personaje volviendo a su
esencia de bárbaro y homenajeando esa primera historia, si bien el tono sería
bien diferente. Como pareja de baile se eligió a Richard Corben, que no sólo ya
había trabajado con Way sino que ya había publicado sus propios trabajos dentro
del sello MAX de Marvel. Y la elección no pudo haberse hecho mejor.
El guión de Way es un ejercicio de metaliteratura sacado
directamente del de Thomas, donde creador literario y criatura cruzan sus
caminos de forma inesperada. Al mismo tiempo los primeros números nos son
contados en modo de verso o rima por un juglar, lo que acentúa lo curioso de la
historia. Pero si por algo destaca es sin duda por su lenguaje vulgar y
malsonante, sus tías en pelotas y por un sentido del humor que halla en el
dibujo de Corben, muy detallista y paródico a la vez, el elemento ideal para
manifestarse.
Porque esta obra, donde un bárbaro es hecho esclavo y
gladiador, se granjea la enemistad de un malévolo hechicero, logra escapar de
su cautiverio y vuelve convertido en conquistador; es un tópico del género, por
lo que hay que darle un toque diferente para hacerla interesante. Y para eso
sirve el humor descarnado, que la emparenta más con el Smax el bárbaro de Alan Moore que con el Conan de Thomas.
Corben destaca por encima de su guionista, como viene siendo
habitual en él. Asistido en la paleta de colores por el madrileño José
Villarrubia (Silver Surfer: In Thy Name)
de manera que apenas notamos la diferencia con antiguos trabajos del propio
Corben, da rienda suelta a sus obsesiones con bárbaros hipermusculados,
repletos de detalle, mujeres neumáticas con pechos que desafían las leyes de la
gravedad y hasta bosques frondosos, fortalezas sombrías y monstruos escupe
fuegos.
En realidad se trata de un guión sencillo hecho a la medida
de Corben, que parece disfrutar con el trabajo, lo que se transmite al lector,
que pasa un rato agradable y entretenido e incluso dejará escapar alguna que
otra sonrisa. Una gozada ver de vuelta al dibujante en uno de sus géneros
predilectos: la acción y la aventura entre onomatopeyas imposibles.




No hay comentarios:
Publicar un comentario