La vuelta de uno de los dibujantes más sonados de los
noventa a la editorial que lo vio triunfar, Marvel,
tuvo lugar hace poco de la mano del guionista Jeph Loeb y del universo Ultimate, donde se encargaría de la
tercera miniserie del grupo Ultimates.
Aunque los resultados no fueron los esperados, en especial por el desastre de
guión de Loeb, Madureira ha conseguido continuar su trabajo en la editorial,
esta vez en el universo tradicional y de la mano de uno de los personajes más
famosos: Spider-Man. Ahora que parece que sus lápices vuelven a demostrar el
poderío de antaño, he repasado uno de sus trabajos más personales en un momento
de su carrera muy particular: Battle
Chasers.
Madureira estaba triunfando en Marvel en la serie de Uncanny X-Men, con unos números muy
buenos ambientados en La Era de
Apocalipsis y dando cierto vigor a los guiones de Scott Lodbell, que cada
mes que pasaba pecaban de más insulsos. Después de una veintena de números en
la colección, Madureira decidió seguir los pasos de varios de sus colegas
dibujantes que habían fundado Image.
Dentro del sello Cliffhanger, en abril de 1998 publicaría el primer número de
una serie caótica en su publicación, de la que tan solo fue capaz de acabar
nueve números –el último de los cuales salió en septiembre de 2001-, cuyos
principales argumentos ni siquiera fue capaz de cerrar y cuyo resultado final
no podía ser otro que decepcionante. Ayudándose de un tal Munier Sharrieff en
los guiones, Madureira nos contaría una historia de corte medieval
protagonizada por espadachines, magos y diversas criaturas con toques de
fantasía y de ciencia-ficción.
Los primeros números no estaban del todo mal: una historia
bien ambientada, de acción y aventura, con algunos misterios y un grupo formado
por la casualidad y de corte clásico: un espadachín experto que debe
sobrellevar la muerte de su mujer; un viejo de más de quinientos años versado
en las artes mágicas; un fortachón que es en realidad un arsenal viviente, un
Golem de una guerra hace tiempo terminada que escapó a la destrucción y una
joven niña, detonante de la trama, que ante la desaparición de su padre, uno de
los mayores héroes del reino, hereda unos guantes mágicos que le trasmiten muchos
de los poderes de su progenitor.
Resulta curioso que sea un personaje secundario el que se
convertiría en el más famoso de toda esta aventura: una mujer pelirroja ligera
de ropa y cargada de armas en cuyo diseño a Madureira se le fue todo el
sentido, ya que la pintaba con unos pechos descomunales que eran del todo
imposibles de lo exagerado que eran. Y es que la exageración en su dibujo es la
tónica habitual del autor en estas páginas, que en dos números necesitó de la
ayuda de su compañero Adam Warren para poder rellenar las páginas necesarias
por cómic. La influencia del manga sigue tan evidente como siempre, más incluso
por el tipo de historia que se cuenta. Y también queda claro por sus trabajos
posteriores o de la época, en portadas, ilustraciones o en su verdadera pasión:
el diseño de videojuegos, profesión por la que abandonó la industria
norteamericana del comic-book, su tendencia a dibujar fantasiosas criaturas,
caballeros de armaduras imponentes y enormes espadas y mujeres imposibles en
sus formas.
Battle Chasers es
un trabajo que sirve para contemplar la evolución de Madureira como artista. De
hecho, en sus primeras páginas no es difícil en algunos personajes reconocer a
Gambito o a Pícara, tales son las semejanzas. Con el paso de los meses fue
tendiendo más hacia el diseño gráfico y de ahí hasta la actualidad. No es una
gran serie, ni mucho menos, y sus últimos números no acompañan en calidad a los
primeros, sin duda lo más destacable con una historia sencilla pero entretenida
y un dibujo potente y detallado, repleto de onomatopeyas y escenas de acción,
claro ejemplo de lo que ha acabado llamándose como amerimanga y cuyo principal adalid no era otro que el propio
Madureira.




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