Ocurre de vez en cuando, como si de una alineación de
planetas se tratara, que una serie de talentos en diferentes campos acaban por trabajar juntos, dando pie a una
gran empresa que acaba finalizando con la llegada masiva de espectadores a la
taquilla del cine más cercano. No son pocas las veces que esto ocurre en
Hollywood, pero que tras tanto bombo y platillo se encuentre además una buena
película de aventuras, eso ya no es tan común.
Steven Spielberg (Munich)
y Peter Jackson ya trabajaron juntos, el primero como productor en la película
del segundo Desde mi cielo (The Lovely Bones) que se estrenó en 2009 y pese a que tuvo algún que otro halago
importante para Stanley Tucci en su papel y para los efectos especiales, no
acabó de recaudar todo lo previsto ni de llamar especialmente la atención. Unos
años después, ambos directores deciden unir sus esfuerzos para rescatar del
olvido un viejo proyecto de Spielberg: realizar una adaptación cinematográfica
del reportero creado por Hergé y que triunfaba en toda Europa, gracias a las
viñetas, desde hacía muchas décadas.
Ambos se dedicaron a la producción de una trilogía que sería
realizada utilizando los últimos adelantos técnicos en captura de movimientos
–en un principio la idea era realizarla en imagen real, pero pronto Spielberg
debió de plegarse ante el increíble abanico de posibilidades que se le abría
ante sí-, una técnica perfeccionada por la compañía de Jackson de efectos
especiales, Weta y cuyos máximos
logros eran las personificaciones de Gollum y de King Kong, tras los cuales se
encuentra el actor Andy Serkis, al que en esta película animada vemos en el
papel del capitán Haddock.
Con un estilo de rodaje donde apenas hay decorado ni
attrezzo, sino que son los propios actores los que, enfundados en variopintos
trajes repletos de sensores, acaban imaginando todo el mundo a su alrededor,
Spielberg se suelta el pelo con fantásticos planos, secuencias increíbles con
travelling impensables para una película de acción real; al tiempo que no
abandona sus mejores cualidades como narrador: un sentido de la aventura y del
ritmo envidiables, un juego muy curioso de reflejos y espejos o incluso unos
títulos de crédito donde se nos cuenta una aventura de Tintín en pocos minutos
que, gracias a la partitura de John Williams, recuerda bastante a los créditos
iniciales de Atrápame si puedes.
Del guión escrito a varias manos se encargan Steven Moffat (revitalizador
también de otros personajes clásicos de la literatura en Sherlock o Jekyll),
Edgar Wright (el director y escritor de Scott Pilgrim contra el mundo) y Joe Cornish, compañero del anterior. Una
aventura dividida en cuatro bloques bien diferenciados que nos lleva en
volandas sin apenas fallos de escritura y que saben manejar los ingredientes
necesarios para agradar al mayor público posible, tales como el homenaje a la
figura de Hergé en los comienzos de la película, la inclusión de personajes y
situaciones que nos llevan a aventuras concretas de Tintín –las pinzas de la
oro, la Castafiore-, las necesarias concesiones al público infantil –algunos
gags más simples e infantiles, el protagonismo de Milú- y alguna que otra
situación o diálogo que ayuden a los mayores a que no decaiga la atención –el
alcoholismo de Haddock o el comentario sobre el pastor al que le gustaban
demasiado sus animales-.
Tanto Jamie Bell (Resistencia)
en el papel principal, como Daniel Craig (La brújula dorada, Casino Royale) haciendo de villano, no desentonan en ningún
momento. Pero si hay algún protagonista de esta película, primera parte de una
trilogía, ese es sin duda Steven Spielberg.
Un Spielberg que se lo pasa en grande, que arriesga con los
planos, que nos ofrece secuencias memorables como la que tiene lugar en el
norte de África –pese a ser claramente una exageración- y que recuerda por
momentos a los mejores momentos de Indiana Jones, con un sentido de la acción y de la aventura que pocos directores
actuales son capaces de igualar. Como muestra un botón: en apenas media hora
que puede durar la secuencia de los recuerdos de Haddock, con toda la batalla
naval, Spielberg se las ingenia para sacudirse de un plumazo las más de ocho
horas de fuegos artificiales de la saga Piratas
del Caribe. Y con bastante facilidad.
No deja de tener cierta gracia que el máximo exponente de la
línea clara en el cómic europeo y mundial viva uno de sus momentos de mayor
gloria en 3D y que una de las Fundaciones que con más celo protegen el legado
de un artista por fin se haya plegado a la mercadotecnia de Hollywood, cuyas
primeras consecuencias son la proliferación de Tintín y todos sus secundarios
en diversos sitios como el McDonald’s, sin ir más lejos.
Y ha tenido que venir Steven Spielberg a liar todo esto. Lo
dicho al principio: alineación de planetas.





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