Busiek vuelve de nuevo al terreno que mejor domina, que no
es otro que esa fugaz visión, diferente a la habitual, del tan manido mundo de
los superhéroes y donde siempre apuesta por ese sentido de la maravilla y
clasicismo que tenían los cómics de antaño.
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El primer especial está protagonizado por Samaritano y su
mortal enemigo Infiel y es bajo el punto de vista de éste que conoceremos su
relación y cómo han llegado al momento actual, en el que comparten una
agradable velada culinaria con cierta tensión acumulada. Infiel es un personaje
anciano, inmortal y cuyos poderes, emparentados con los propios de Samaritano,
lo acercan más a la magia que a la ciencia, de modo que no deja de ser un
clásico encuentro entre Superman y la magia, uno de los pocos recursos de los
que echan mano los guionistas para poner en apuros al Hombre de Acero. La
historia tiene un cierto toque oriental que la hace muy interesante.
El siguiente capítulo de este tomo está protagonizado por un
héroe de nuevo cuño del que yo no tenía mucha idea y del que estoy seguro ya
hemos visto alguna plancha dibujada a lo largo de todos estos años. Belleza,
una especia de androide muy parecido a una muñeca que al mismo tiempo que
combate junto con la Guardia de Honor intenta encontrar sus orígenes. De nuevo
una historia vieja bajo una perspectiva nueva, en este caso la duda existencial
de esos personajes que sin ser humanos acaban relacionándose con estos, como le
ocurría al sintezoide la Visión o a Tornado Rojo, personajes con muchas
características comunes. La historia es un poco repetitiva pero acaba bastante
bien, con una buena conclusión.
Los siguiente son dos miniseries de dos números cada una
protagonizadas por dos héroes del universo Astro
City bien conocidos: Astra y el Agente de Plata. La primera es la miembro
más joven de La Primera Familia y acaba de graduarse, con todo lo que ello
supone para una adolescente superpoderosa que siempre tiene a la prensa rosa detrás,
lo que le dificultará pasar más tiempo con su novio. El equivalente a Los
Cuatro Fantásticos de Marvel, Astra sería el fiel reflejo de lo que ocurriría
si Franklyn Richards creciera a ritmo normal y dejara de ser un eterno niño con
poderes latentes. Tanto guionista como dibujante dan rienda suelta a cantidad
de ideas propias de la ciencia-ficción y que no sobrarían en la serie del
famoso cuarteto.
Finalmente el Agente de Plata tiene de nuevo el protagonismo
tras sus esporádicas pero imprescindibles apariciones en La Edad Oscura, de modo que esta miniserie en dos partes se puede
ver como una explicación a la participación del superhéroe en la gran saga de
la colección o como una especie de epílogo a la misma. Aquí hay varios
conceptos interesantes: por un lado, por su iconicidad e importancia, el Agente
de Plata podría ser perfectamente un homenaje al Capitán América. Sin embargo,
en esta historia trascendental sobre viajes en el tiempo se tiene muy presente
el tema del legado del protagonista, que acaba sirviendo de inspiración para un
cuerpo de protección y seguridad al más puro estilo Legión de Superhéroes, cuyo
modelo no era otro que Superman. O quizás se trate de un homenaje en plan más
terrenal a los Linternas Verdes y todo su Cuerpo de policías espaciales, quién
sabe. El caso es que se explican algunas ideas de la anterior saga al mismo
tiempo que la vida del Agente de Plata.
Completa de nuevo la edición del tomo una serie de extras
sobre la creación de varios personajes –también contiene un prólogo de Mark
Waid-, su diseño con bocetos explicativos y demás. No me queda muy claro el
tipo de relación creativa que comparten Alex Ross, portadista oficial y Brent
Anderson, dibujante de interiores. No sé quién se encarga del grueso de diseño
de personajes, de escenarios exóticos o de tecnología imposible, aunque me
inclino por una colaboración bastante ajustada, dado el nivel de detalle de
muchas ideas con apenas desarrollo pero con mucho futuro.
Busiek sigue realizando lo que mejor se le da hacer, tras el
gran esfuerzo que le supuso acabar de cuadrar todas las tramas de La Edad Oscura: historias más
contenidas, centradas en unos pocos protagonistas y con el homenaje claro a sus
personajes favoritos de toda la vida. La labor de Ross sigue tan buena como
siempre y Anderson continúa añadiendo páginas a su extenso currículo, con ese
estilo feote que parece va acentuando con el paso del tiempo –sobre todo en los
primeros planos-.
Finaliza una nueva etapa en la colección, que no ha visto
nuevas entregas desde entonces. Con el errático historial de publicación no es
de extrañar y habrá que esperar a ver cuánto tiempo pasa hasta que un nuevo
capítulo de Astro City vea la luz.
Espero que no sea mucho tiempo, porque ya empiezo a añorar a la brillante y
multifacética ciudad ideada por Busiek y plasmada en el papel por los talentos
de Ross y Anderson.





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