La AMC continúa con su escala imparable hacia el Olimpo de las cadenas de cable, persiguiendo cada vez más cerca a la todopoderosa HBO. SI tras los innumerables problemas que han tenido este verano –normalmente de presupuesto; hay que recortar gastos y producir más y mejor- han conseguido sacar un trabajo tan complejo como éste, la cosa no les puede ir tan mal.
En los años sesenta del Siglo XIX los Estados Unidos están intentando superar la sangrienta guerra de secesión. Una de las mayores muestras de esa recuperación es la construcción de la línea de ferrocarril que atravesará todo el continente, una dura pugna entre dos constructoras, la Union y la Central Pacific. Uno de los mayores inversores de la primera es Thomas Durant (el veterano actor irlandés Colm Meaney) que junto con su locomotora viaja en primera línea de construcción, al que acompañan una significativa cantidad de trabajadores, prostitutas, buscavidas y todo lo que se pueda imaginar. Una especie de poblado móvil llamado el infierno sobre ruedas. Hasta ahí llega nuestro protagonista, un confederado llamado Cullen Bohannon que pronto se hace con un lugar de confianza al lado del magnate ferroviario. Lo que nadie sabe es que el antiguo soldado anda detrás de una venganza contra los unionistas que arrasaron su granja y asesinaron a su mujer.
En el poblado, con una muy buena ambientación, conviven las más variopintas razas y tipos de hombres, entre ellos un negro que dejó hace poco de ser esclavo –al que interpreta el cantante de hip-hop Common (Entertainer)- o una joven inglesa encargada de la topografía, que se convertirá en el punto de atención de varios de los protagonistas. Un noruego, jefe de seguridad del campamento, al que todos llaman el Sueco; una prostituta marcada por los indios; un indio convertido al catolicismo que convive con un pastor de pasado turbulento –y que ofrece unos consejos de lo más curiosos-; dos hermanos que buscan ganarse la vida para mandar dinero a la vieja patria irlandesa…
Una serie de personajes secundarios con mayor o menor desarrollo, todos gravitando alrededor del protagonista, al que da vida el actor Anson Mount de una manera muy convincente. Un pistolero, un asesino despiadado o un líder natural cuando los que están a su alrededor lo necesitan. El actor norteamericano logra una composición curiosa, con una forma de andar medio encorvada, de uno de esos tipos duros que hablan poco y hacen mucho con una de esas actuaciones que suelen quedarse en una cara seria. Pero Mount logra transmitir el turbulento interior de un hombre al límite, que ha perdido la guerra y todo aquello que quería y al que solo le queda la venganza, aparte de un curioso código moral.
Pero donde destaca esta serie es en la ambientación y en su cuidado diseño de producción, amén de unas tramas que son puro western y que van repasando uno a uno casi todos los clichés sin miedo a parecer evidente. Tenemos tiroteos, persecuciones a caballo, ahorcamientos, ataques de indios, pelotones de linchamiento… Ocurre un poco de todo en Hell On Wheels.
Todo esto le sirve a la AMC para desmarcarse de lo que quizás sea su peor enemigo: la comparación con Deadwood, precisamente de la HBO y no sólo uno de los mejores ejemplos que se han hecho sobre el género, sino una de las mejores producciones de televisión de todos los tiempos y para colmo un clásico y una serie de culto. Pero donde Deadwood eran largos diálogos, caracterización de personajes y un punto central focalizado en la creación de la propia ciudad, Hell On Wheels opta por el entretenimiento, la acción y un poco de misterio, en cuanto a la búsqueda del protagonista y los peligros y dificultades que el ferrocarril tendrá que superar para alcanzar su objetivo, que no es otro que unir las dos costas norteamericanas. Ambas series son diferentes en su concepción y en la forma de plasmar un estilo de vida que tuvo lugar hace ya muchos años, pero a su vez son complementarias.
A los que esperen una serie como la de la HBO, saldrán decepcionados. Pero aquellos que se contenten con una buena historia más general, que disfruten del género del western quedarán contentos y esperando a su segunda temporada, que ya está más que firmada. Hasta la música de Gustavo Santaoalla –ganador de dos Oscars por la música de Brokeback Mountain y Babel- respira el ambiente con todos esos instrumentos de cuerda.




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