miércoles, 15 de febrero de 2012

Chew Vol. I: a gusto del consumidor, de John Layman & Rob Guillory

Un comic como éste pide a gritos una serie de juegos de palabras para describirlo, ya sea un plato de buen gusto o una historia muy sabrosa. Y es que la comida es un tema principal en esta serie protagonizada por un policía con una habilidad que lo sitúa fuera de lo común: es cibópata.

Image fue fundada en 1992 tras la salida de Marvel Comics de varios de sus principales estrellas que buscaban nuevos pastos donde pudieran controlar los derechos de los personajes en los que trabajaban. Con el paso de los años muchos de los que se metieron en esa aventura han encontrado la fama y el dinero, si bien no todas sus obras han sido igual de reseñables. Aun así la editorial posee hoy varias series de éxito que la siguen situando en el panorama, principalmente las comandadas por Robert Kirkman, con The Walking Dead e Invencible a la cabeza. Otros ejemplos de series Image serían Astro City, Battle Chasers o los Wildcats.

El primer número de Chew probablemente sea de los mejores números uno que he leído últimamente. En tan solo 24 páginas se deja clara la situación, se presentan los principales personajes y se ofrece al lector una trepidante historia de acción, humor negro… y canibalismo. Los primeros números de la serie vendieron muchísimo y el recopilatorio que aquí se reseña se mantuvo en la lista de lo más vendido del New York Times. En ese mismo año 2010 se hizo con el Eisner a la Mejor Serie Nueva; dos Harvey a Mejor Serie y Mejor Nuevo Talento.

Detrás de esta nueva serie se encuentra el guionista John Layman y el dibujante Rob Guillory. El guionista, que es además el lettered del cómic, ha trabajado para Marvel en algunos productos secundarios y en alguna franquicia conocida. Chew es su única serie regular y con ella sigue en la actualidad. Guillory, con apenas 30 años, ha alcanzado el reconocimiento gracias a este proyecto, su único trabajo hasta la fecha y con el que lleva desde 2008.

La historia se sitúa en unos Estados Unidos que ha perdido más de veinte millones de personas por culpa de un extraño virus, una gripe aviar que se ha llevado más de cien millones de muertos en todo el mundo. Por lo tanto, todo el pollo, las aves y sus derivados están terminantemente prohibidos, su consumo y su venta. Claro que cuando existe una prohibición, tiene que haber un mercado negro. Tony Chu es un policía en Filadelfia que entra a trabajar en la agencia federal más poderosas del momento: la FDA (Food And Drug Administration), gracias a su don cibopático: de todo lo que come –menos de la remolacha- es capaz de obtener una impronta psíquica. Desde cómo fue el proceso de recolección de la fruta a las últimas horas de la vaca antes de morir. Y claro, si lo que prueba es sangre o carne humana, el efecto es el mismo. Eso convierte a Chu, un agente entregado a su trabajo, es un valiosísimo aliado a la hora de resolver crímenes especiales, casos ya olvidados o investigaciones que tengan que ver con cualquier tipo de alimento. Un mordisco por aquí y ya tenemos la historia de lo que ha ocurrido, no importa si es comida fresca, vegetal, animal o ser humano, esté viva o muerta.

Un cómic con un arranque muy original, que apuesta por ir resolviendo pequeños casos en cada número pero sin abandonar una gran línea argumental de fondo que se va desarrollando poco a poco. Son muchos los puntos de interés y los detalles de la historia, en ese futuro incierto del que apenas sabemos nada sobre la gripe aviar que lo ha producido. Tanto el diseño de personajes como las situaciones que se dan en las páginas rozan lo absurdo y para narrar tales cosas el sentido del humor es necesario, irremplazable más bien, ya que la comida es uno de los principales protagonistas y a lo largo de los números descubriremos otro tipo de personas especiales que tienen una extraña relación con lo que comen. Hay grandes dosis de acción que lo hacen muy entretenido y los lápices de Guillory justifican de sobra el prestigioso premio conseguido, apostando por un estilo diferente al reinante en el cómic de superhéroes tradicional. Gráficamente me recuerda a esas series de Cartoon Network que han ido saliendo últimamente, a medio camino entre el detalle y la exageración.

En su conjunto, Chew podría ser una obra de un Tim Burton menos oscuro, más en la línea de Pushing Daisies. El guionista juega a no poner las cosas fáciles, avanzando y retrocediendo en el relato y dando golpes de guión cada cierto tiempo, apoyándose en las geniales planchas de su dibujante y apostando por la parodia y la crítica, con algunos toques de humor muy negro y alguna que otra escena subida de tono –mucha sangre y mucho que masticar-. Se nota que es una serie nueva, alejada de los universos superheroicos ya establecidos, que tiene mucha libertad y la obligación de enganchar al lector cuanto antes, de ahí la velocidad endiablada y las sorpresas constantes, como la que cierra este tomo. Y sobre todo que la unión de historia, texto, diálogos y dibujo parece perfecta.

Como se trata de los primeros números, habrá que esperar a ver cómo se desarrolla la cosa en el futuro, pero posibilidades tiene muchas, tratándose de una ucronía donde, literalmente, somos los que comemos.

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