Este cómic es la culminación de uno de los proyectos más
personales del guionista Mike Richardson, también fundador de la editorial
norteamericana Dark Horse Comics, una
de las más importantes del mercado desde que comenzara a publicar en 1986.
Basado en una conocida leyenda japonesa, que ha sido a su vez adaptada en
multitud de ocasiones al cine, televisión y novela con diferentes estilos y
formas –incluso existe una ópera sobre este hecho que se cree histórico-,
Richardson decidió tomarse su tiempo para recabar la mayor cantidad de
información posible y rodearse de los mejores colaboradores.
Entre finales del año 2012 y mediados del 2013 se publicó
una miniserie de cinco números que ahora es recopilada en tomo en nuestro país
por PlanetaDeAgostini, que sigue
luchando por mantener un pequeño hueco en el mercado con sus cómics tras la
pérdida de derechos del más popular cómic de superhéroes. Sorprende el formato,
en tapa blanda y de menor tamaño que el comic-book tradicional, pero no tengo
ni idea de si se publicó así o no en su país de origen. Portadas, biografías y
un par de entrevistas completan un volumen a todo color que queda muy ajustado
de precio. Pero lo mejor es la historia.
Stan Sakai parecía la elección lógica para el dibujo. Nacido
en Kioto, se crió en Hawái y lleva en el mundo del cómic estadounidense más de
treinta años, gracias a su personaje Usagi
Yojimbo, un samurái errante que vive una y mil aventuras en el Japón
feudal. Al principio podía chocar su elección ya que su creación más famosa es
un conejo antropomórfico, es decir, sus personajes son animales, algo que se
traspasa en cierto modo a su dibujo es 47
ronin: sus humanos son muy expresivos y estilizados y la paleta de color de
Lovern Kindzierski ayuda a suavizar una historia que no deja de ser una
venganza planeada con sigilo a lo largo de meses y ejecutada sin la menor
compasión, pasada eso sí a través del filtro que conforman las enseñanzas más
importantes del bushido: honor, lealtad, deber o espíritu de sacrificio. Así la
obra no es en ningún momento cruenta ni desagradable, pese a contener muchos
duelos a espada, muertes y ejecuciones.
La ambientación que obsesiona al guionista también se traspasa a la mesa de
dibujo de Sakai, que plasma con mucha facilidad el Japón del Siglo XVIII,
todavía inmerso en el periodo Edo. Su clasicismo en la composición de página y
en su narrativa también son ideales para este tipo de historia.
Como consultor o asesor
editorial, Richardson contó con otro de sus autores fetiche, cuya obra
también acabó publicando en Estados Unidos a través de su editorial: Kazuo
Koike, guionista de mangas tan importantes como El lobo solitario y su cachorro o Crying Freeman. Leyendo la pequeña biografía que acompaña al cómic descubro
que este artista apenas ha dejado de trabajar y ha realizado películas o
fundado revistas, una de ellas sobre golf.
47 ronin es un
cómic interesante, bien realizado y que narra una historia de honor y venganza
de una serie de samuráis que deciden restaurar el honor de su señor, el daimio
Asano, por todos los medios posibles. Pero aunque hay acción en esta historia,
no se trata de una batalla campal repleta de gente soltando mandobles a lo
loco, sino que está muy bien reflejado las maniobras en la sombra que el líder
de los samuráis se ve obligado a llevar a cabo debido a la complejidad política
del shogunato y al estricto código
del samurái, que debe ser respetado a toda costa.
Esta recopilación también incluye una serie de pinturas de
un artista japonés, Ogata Gekko, que vivió en el periodo Meiji y que plasmó en
una serie de grabados la leyenda de los 47 ronin y que fueron una importante
influencia a la hora de llevar a cabo esta obra en cómic.
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