El parón invernal no le ha sentado nada mal a esta serie que
sigue encabezando los rankings de audiencia, lo que le permite dividir
argumentalmente en dos mitades sus dieciséis capítulos anuales. La primera
parte trajo consigo el abandono de la prisión y la marcha de la serie de varios
personajes muy queridos, como Hershel, así como la desbandada de los
protagonistas en diferentes direcciones.
Los guionistas se sienten cómodos y fuertes y ponen a prueba
la paciencia del espectador dividiendo el metraje entre los pocos
supervivientes, que van cruzándose y encontrándose caprichosamente. Tan solo
hay un hilo argumental que hermana todos estos episodios, el de unos anuncios
que ofrecen seguridad y paz en un lugar llamado Terminus situado al lado de unas interminables vías de tren que los
vivos recorren sin descanso. De ese modo The
Walking Dead demuestra que es la serie coral perfecta y que puede
permitirse el lujo de que sus principales protagonistas no hagan acto de
presencia en algunos episodios, ni siquiera Rick y su hijo. También siguen
atesorando la capacidad de mezclar en un solo episodio enormes dosis de terror,
tensión y acción y entre el ritmo pausado con el que avanza la acción podemos
encontrar momentos sobresalientes, como la mutua búsqueda que realizan Maggie y
Glen el uno del otro; la aparición de nuevos personajes que despertarán el
interés de los aficionados al cómic original de Robert Kirkman –que se encarga
de algún guión en esta temporada-; el momento solitario de Carl con un
moribundo Rick; el escape de este último de un grupo de vivos tan peligrosos
como los muertos vivientes que lo sorprenden desarmado y herido dentro de una
casa; la incipiente relación entre Daryl y Beth y sobre todo el capítulo donde
Tyresse y Carol encuentran la casita en el campo, uno de los mejores de toda la
temporada. Una vuelta a las raíces de las series de zombies, con la
supervivencia en solitario en terrenos abiertos y bosques, en búsqueda
constante de refugio y comida.
Esta cuarta temporada vuelve a dejar al aficionado en un
punto álgido, con los antiguos habitantes de la prisión llegando con
cuentagotas a Terminus, donde
encontrarán muchas sorpresas y no todas ellas buenas. La mezcla de tensión y
drama, con ese flashback en la prisión,
es muy acertada y la evolución de Rick sigue siendo constante hacia un lado más
salvaje. Es emocionante y deja con ganas de más, exactamente lo que debe ofrecer
una season finale.
The Walking Dead
continúa a un nivel sobresaliente, enfrentando a sus admiradores y detractores,
que siguen echándole en cara el ritmo lento de las tramas principales y esa
manía por golpear al espectador en los capítulos finales. Pero la fórmula
funciona y no tiene pinta de que se vaya a agotar pronto, con una cuarta
renovación bajo el brazo y de nuevo captando la atención del público, que
permanecerá en vela hasta la vuelta de las vacaciones de verano, cuando la AMC estrene la quinta temporada.
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