martes, 1 de abril de 2014

The Walking Dead (Los muertos vivientes). Cuarta temporada (segunda parte)



El parón invernal no le ha sentado nada mal a esta serie que sigue encabezando los rankings de audiencia, lo que le permite dividir argumentalmente en dos mitades sus dieciséis capítulos anuales. La primera parte trajo consigo el abandono de la prisión y la marcha de la serie de varios personajes muy queridos, como Hershel, así como la desbandada de los protagonistas en diferentes direcciones.

Los guionistas se sienten cómodos y fuertes y ponen a prueba la paciencia del espectador dividiendo el metraje entre los pocos supervivientes, que van cruzándose y encontrándose caprichosamente. Tan solo hay un hilo argumental que hermana todos estos episodios, el de unos anuncios que ofrecen seguridad y paz en un lugar llamado Terminus situado al lado de unas interminables vías de tren que los vivos recorren sin descanso. De ese modo The Walking Dead demuestra que es la serie coral perfecta y que puede permitirse el lujo de que sus principales protagonistas no hagan acto de presencia en algunos episodios, ni siquiera Rick y su hijo. También siguen atesorando la capacidad de mezclar en un solo episodio enormes dosis de terror, tensión y acción y entre el ritmo pausado con el que avanza la acción podemos encontrar momentos sobresalientes, como la mutua búsqueda que realizan Maggie y Glen el uno del otro; la aparición de nuevos personajes que despertarán el interés de los aficionados al cómic original de Robert Kirkman –que se encarga de algún guión en esta temporada-; el momento solitario de Carl con un moribundo Rick; el escape de este último de un grupo de vivos tan peligrosos como los muertos vivientes que lo sorprenden desarmado y herido dentro de una casa; la incipiente relación entre Daryl y Beth y sobre todo el capítulo donde Tyresse y Carol encuentran la casita en el campo, uno de los mejores de toda la temporada. Una vuelta a las raíces de las series de zombies, con la supervivencia en solitario en terrenos abiertos y bosques, en búsqueda constante de refugio y comida.

Esta cuarta temporada vuelve a dejar al aficionado en un punto álgido, con los antiguos habitantes de la prisión llegando con cuentagotas a Terminus, donde encontrarán muchas sorpresas y no todas ellas buenas. La mezcla de tensión y drama, con ese flashback en la prisión, es muy acertada y la evolución de Rick sigue siendo constante hacia un lado más salvaje. Es emocionante y deja con ganas de más, exactamente lo que debe ofrecer una season finale.

The Walking Dead continúa a un nivel sobresaliente, enfrentando a sus admiradores y detractores, que siguen echándole en cara el ritmo lento de las tramas principales y esa manía por golpear al espectador en los capítulos finales. Pero la fórmula funciona y no tiene pinta de que se vaya a agotar pronto, con una cuarta renovación bajo el brazo y de nuevo captando la atención del público, que permanecerá en vela hasta la vuelta de las vacaciones de verano, cuando la AMC estrene la quinta temporada. 

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