True Detective se
ha convertido en la serie del momento y posiblemente no veamos nada mejor en lo
queda de temporada televisiva. Es lo que tiene la HBO, que nunca sabes cuándo van a emitir una gran serie o una obra
maestra. Lo que en un principio era un
policiaco con una personal ambientación, cobra un nuevo significado si se
presta atención a algunas de las referencias que van pululando en sus episodios,
siendo los dos más importantes la ciudad de Carcosa y El Rey Amarillo. Sin
querer desvelar nada más de esta genial serie, la citada ciudad fue inventada
por Ambrose Bierce en su relato corto Un
habitante de Carcosa. Lo que en un principio podría ser un relato de terror
sobrenatural sobre un hombre consumido por la fiebre, perdido en un cementerio
que no reconoce, cobra un nuevo significado de la mano de una serie de
admiradores, también escritores, que se apropiaron de dicho concepto y lo
llevaron unos pasos más allá. Pero el primero de ellos fue Ambrose Bierce.
Bitter Bierce era
el apodo con el que se conocía a este escritor famoso por su estilo directo y
su sorna, que demostraba una y otra vez en varios de los principales periódicos
de San Francisco, uno de ellos perteneciente al tristemente famoso Hearst,
inmortalizado por Orson Welles. No son pocas las referencias en su biografía a
su carácter duro y osco, así como al profundo odio que sentía hacia sus
semejantes, incluida su familia a la que abandonó a muy corta edad. Las
experiencias duras en su vida no fueron pocas y de ahí se pueden extraer muchas
de las ideas y sobre todo el tono socarrón, rozando el mal gusto, que podemos
encontrar en muchos de los relatos recopilados en este volumen.
Bierce vivió en primera persona la Guerra de Secesión
americana, de la que le quedaron no pocas secuelas. Trabajó en el ejército y
sobrevivió a un matrimonio infeliz y a varios de sus hijos. Dedicado al
periodismo y a la literatura, no le faltó el reconocimiento y a principios del
siglo XX protagonizó una última aventura: unido al ejército de Pancho Villa en
México desapareció sin dejar rastro, dejando así un misterio más a sus muchos
admiradores, de entre los que destacan William W. Chambers y H. P. Lovecraft. El primero de ellos lo
refleja en uno de sus escritos más famosos: El
Rey de Amarillo, otra de las principales referencias a las que se aferra el
creador y guionista de True Detective.
En su primera página hay un poema que hace alusión a la ciudad de Carcosa. El Genio
de Providence dio buenas muestras de su admiración por Bierce en sus famosos
Mitos de Cthulhu.
En la recopilación de relatos cortos que la editorial Valdemar publica en su colección de
bolsillo El Club Diógenes, tenemos
una buena serie de ejemplos de lo mejor del estilo de Bierce: cuentos directos
con un punto macabro que muchas veces se torna humor negrísimo, sobre todo en
situaciones donde se mezcla una situación cotidiana, como por ejemplo una
comida o un paseo entre gente de bien, con un relato terrorífico y de mal
gusto, que para colmo suele tener malsanas consecuencias en alguno de los
oyentes. Su manera cínica de retratar algunas costumbres de la época, como la
constante búsqueda del oro en los territorios del Oeste o algún que otro tema
científico o espiritual, hace que pese a lo terrorífico de mucho de lo que se
está contando uno no pueda reprimir una sonrisa.
Pero sería un error juzgar estos fabulosos relatos, capaces
de introducir al lector en situación con unas pocas líneas, como humorísticos.
Bierce hereda muchas de las características del terror de la época, deudor de
Poe (Arthur Gordon Pym) y es
habitual encontrarse con ese giro final tan característico donde siempre se
produce una muerte o una desgracia inigualable, en tan solo una frase. La
locura es otra de las consecuencias favoritas que el autor hace sufrir a sus
personajes.
Por otro lado, merece la pena destacar que en muchos de los
relatos se puede apreciar una evolución del terror gótico más clásico, con
seres indeseables, casas encantadas o apariciones fantasmales, hacia algo menos
definido, como si no estuvieran claro las causas finales del infortunio de los
protagonistas: ¿una imaginación desbocada, tal vez? ¿Un cuerpo enfebrecido?
¿Casualidades imposibles? O por el contrario, elementos sobrenaturales y
terrores cósmicos que van más allá del entendimiento humano.
La edición de Valdemar,
aunque no incluye ningún extra más allá de los propios relatos, como bien nos
tienen acostumbrados en sus lujosas ediciones en tapa dura, viene a
complementar una colección repleta de autores que cultivaron el cuento de
terror, en especial una serie de escritores norteamericanos que coincidieron en
un breve espacio de tiempo y que vinieron a cambiar para siempre el género al
que dedicaron la mayoría de sus páginas. Bierce fue uno de ellos y sin haber
leído sus trabajos de mayor extensión, tengo que reconocer que posee un talento
enorme para el relato corto.
Índice del volumen:
Un habitante de Carcosa
La ventana entablada
El secreto del barranco de Macarger
El famoso legado Gilson
El maestro Moxon
La alucinación de Staley Fleming
Un suceso en el puente sobre el río Owl
El dedo corazón del pie derecho
El funeral de John Mortonson
El solicitante
El reloj de John Bartine
El desconocido
Aventura en Brownville
El hombre y la serpiente
Al otro lado de la pared
Un terror sagrado
El hombre que salía de la nariz
Un diagnóstico de muerte
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