jueves, 13 de marzo de 2014

Un habitante de Carcosa y otros relatos de terror, de Ambrose Bierce



True Detective se ha convertido en la serie del momento y posiblemente no veamos nada mejor en lo queda de temporada televisiva. Es lo que tiene la HBO, que nunca sabes cuándo van a emitir una gran serie o una obra maestra.  Lo que en un principio era un policiaco con una personal ambientación, cobra un nuevo significado si se presta atención a algunas de las referencias que van pululando en sus episodios, siendo los dos más importantes la ciudad de Carcosa y El Rey Amarillo. Sin querer desvelar nada más de esta genial serie, la citada ciudad fue inventada por Ambrose Bierce en su relato corto Un habitante de Carcosa. Lo que en un principio podría ser un relato de terror sobrenatural sobre un hombre consumido por la fiebre, perdido en un cementerio que no reconoce, cobra un nuevo significado de la mano de una serie de admiradores, también escritores, que se apropiaron de dicho concepto y lo llevaron unos pasos más allá. Pero el primero de ellos fue Ambrose Bierce.

Bitter Bierce era el apodo con el que se conocía a este escritor famoso por su estilo directo y su sorna, que demostraba una y otra vez en varios de los principales periódicos de San Francisco, uno de ellos perteneciente al tristemente famoso Hearst, inmortalizado por Orson Welles. No son pocas las referencias en su biografía a su carácter duro y osco, así como al profundo odio que sentía hacia sus semejantes, incluida su familia a la que abandonó a muy corta edad. Las experiencias duras en su vida no fueron pocas y de ahí se pueden extraer muchas de las ideas y sobre todo el tono socarrón, rozando el mal gusto, que podemos encontrar en muchos de los relatos recopilados en este volumen.

Bierce vivió en primera persona la Guerra de Secesión americana, de la que le quedaron no pocas secuelas. Trabajó en el ejército y sobrevivió a un matrimonio infeliz y a varios de sus hijos. Dedicado al periodismo y a la literatura, no le faltó el reconocimiento y a principios del siglo XX protagonizó una última aventura: unido al ejército de Pancho Villa en México desapareció sin dejar rastro, dejando así un misterio más a sus muchos admiradores, de entre los que destacan William W. Chambers y H. P. Lovecraft. El primero de ellos lo refleja en uno de sus escritos más famosos: El Rey de Amarillo, otra de las principales referencias a las que se aferra el creador y guionista de True Detective. En su primera página hay un poema que hace alusión a la ciudad de Carcosa. El Genio de Providence dio buenas muestras de su admiración por Bierce en sus famosos Mitos de Cthulhu.

En la recopilación de relatos cortos que la editorial Valdemar publica en su colección de bolsillo El Club Diógenes, tenemos una buena serie de ejemplos de lo mejor del estilo de Bierce: cuentos directos con un punto macabro que muchas veces se torna humor negrísimo, sobre todo en situaciones donde se mezcla una situación cotidiana, como por ejemplo una comida o un paseo entre gente de bien, con un relato terrorífico y de mal gusto, que para colmo suele tener malsanas consecuencias en alguno de los oyentes. Su manera cínica de retratar algunas costumbres de la época, como la constante búsqueda del oro en los territorios del Oeste o algún que otro tema científico o espiritual, hace que pese a lo terrorífico de mucho de lo que se está contando uno no pueda reprimir una sonrisa.

Pero sería un error juzgar estos fabulosos relatos, capaces de introducir al lector en situación con unas pocas líneas, como humorísticos. Bierce hereda muchas de las características del terror de la época, deudor de Poe (Arthur Gordon Pym) y es habitual encontrarse con ese giro final tan característico donde siempre se produce una muerte o una desgracia inigualable, en tan solo una frase. La locura es otra de las consecuencias favoritas que el autor hace sufrir a sus personajes.

Por otro lado, merece la pena destacar que en muchos de los relatos se puede apreciar una evolución del terror gótico más clásico, con seres indeseables, casas encantadas o apariciones fantasmales, hacia algo menos definido, como si no estuvieran claro las causas finales del infortunio de los protagonistas: ¿una imaginación desbocada, tal vez? ¿Un cuerpo enfebrecido? ¿Casualidades imposibles? O por el contrario, elementos sobrenaturales y terrores cósmicos que van más allá del entendimiento humano.

La edición de Valdemar, aunque no incluye ningún extra más allá de los propios relatos, como bien nos tienen acostumbrados en sus lujosas ediciones en tapa dura, viene a complementar una colección repleta de autores que cultivaron el cuento de terror, en especial una serie de escritores norteamericanos que coincidieron en un breve espacio de tiempo y que vinieron a cambiar para siempre el género al que dedicaron la mayoría de sus páginas. Bierce fue uno de ellos y sin haber leído sus trabajos de mayor extensión, tengo que reconocer que posee un talento enorme para el relato corto. 

Índice del volumen:
Un habitante de Carcosa
La ventana entablada
El secreto del barranco de Macarger
El famoso legado Gilson
El maestro Moxon
La alucinación de Staley Fleming
Un suceso en el puente sobre el río Owl
El dedo corazón del pie derecho
El funeral de John Mortonson
El solicitante
El reloj de John Bartine
El desconocido
Aventura en Brownville
El hombre y la serpiente
Al otro lado de la pared
Un terror sagrado
El hombre que salía de la nariz
Un diagnóstico de muerte

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