domingo, 6 de abril de 2014

Noé, de Darren Aronofsky



Tras los éxitos de crítica y público y gracias a la repercusión que siempre traen consigo las nominaciones a los Oscars, obtenidas con sus dos anteriores trabajos El luchador (2008) y Cisne negro (2010), Aronofsky vuelve a un cine más personal en la línea filosófica y metafísica que logró en La fuente de la vida (2006), su película más inclasificable. Junto a su guionista de confianza Ari Handel, el director plantea una revisión del mito bíblico de Noé, el Arca y el Diluvio, pero teniendo muy presente que The Fountain fue una película incomprendida que pese a su enorme historia de amor no llegó a recaudar lo suficiente, poniendo la carrera del director en un brete profesional.

También en este caso Aronofsky desarrolló un cómic previo a convencer a la Paramount para desembolsar los 125 millones de dólares de presupuesto, ya que la historia viene envuelta en un espectáculo visual apabullante repleto de efectos especiales donde tienen cabida momentos oníricos que transcurren en los sueños del protagonista; la ingente cantidad de animales que deben pasar a ocupar su sitio en el Arca; criaturas de fantasía o el tan comentado fin del mundo a través del agua.  En una película donde no sobran los diálogos y el aspecto visual es tan importante, la música de Clint Mansell brilla con luz propia en los momentos en que toma el protagonismo y debe hacerlo por encima del reparto, que está muy correcto en todos sus roles, destacando sobre todos ellos Russel Crowe (LA Confidential, El dilema, Robin Hood, Red de mentiras, El tren de las 3:10 American Gangster), en una de sus grandes interpretaciones tras varios papeles donde ha hecho de villano o secundario, como Los Miserables o El hombre de acero. Como su esposa repite con el director Jennifer Connelly, con la que ya trabajó Crowe en la exitosa Una mente maravillosa (2001) y entre sus hijos destaca sin duda Emma Watson, en un papel muy intenso que nos hace olvidar su Hermione de la saga Harry Potter.

En papeles secundarios, pero con cierta importancia, nos encontramos con enormes actores de la talla de Anthony Hopkins (Beowulf, Thor) o Ray Winstone (13, La invención de Hugo), sin dejar de lado las voces de Frank Langella, Nick Nolte o Kevin Durant, que prestan a las criaturas de piedra, los ángeles caídos llamados Los Vigilantes o Gigantes, que asisten a Noé en su tarea y que protagonizan varias escenas de acción espectaculares.

Aronofsky consigue fusionar varios elementos, añadiendo matices a la historia bíblica y logrando que una película de dos horas y media no se haga pesada en ningún momento, si bien es verdad que los comienzos en ese desierto desolado en que se ha convertido el mundo, seguido por la construcción y defensa del Arca, hacen que una vez ha ocurrido el diluvio lo que se nos cuenta pierda un poco de interés y tensión. Las dudas y la culpa de Noé están muy logradas, pero toda la trama del hijo resentido y  el polizón en la nave está cogida por los pelos y añade más bien poco.

La polémica tampoco ha abandonado al director en esta ocasión. La Paramount no estaba contenta con el montaje final, así que hizo algunas pruebas con un metraje alternativo que tampoco funcionaron lo más mínimo, por lo que al final se optó por estrenar la visión de Aronofsky. Por otro lado, en Estados Unidos ha tenido ciertos problemas con asociaciones religiosas que no han aceptado muchas de las explicaciones dadas en la película y en algunos países del extranjero ha sido directamente prohibida, por jugar con la historia de uno de los Patriarcas más importantes de los principales libros sagrados de las religiosas monoteístas.

Al final, Noé es una película que entretiene lo suyo, potente en lo visual y que supone un nuevo giro en la carrera de Aronofsky en cuanto que ha sabido conjugar mejor sus inquietudes más personales con un cine más comercial. Eso no quiere decir que estemos ante su mejor película, The Fountain me sigue fascinando como ninguna, pero en estos días que corren el éxito en taquilla es necesario para poder seguir desarrollando proyectos más arriesgados y poco convencionales. De ahí el giro hacia la épica mostrada por Peter Jackson en El Señor de las Anillos y la acción que en muchos momentos se convierte en protagonista. A cambio, Aronofsky nos muestra una serie de secuencias oníricas y plantea varias cuestiones, por ejemplo alrededor del mensaje ecológico y el peligro de la industrialización y desnaturalización del ser humano; del héroe cargado con una responsabilidad brutal o las dudas a las que tiene que hacer frente un elegido divino, que se hace patente en esa última conversación del personaje de Crowe con su hija adoptiva: ¿el Creador unge a su Elegido porque éste llevará a cabo su voluntad sin dudar lo más mínimo o porque llegado el momento tomará la decisión correcta? Respuesta que queda pendiente para el apabullado espectador. 

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