Uno de los grandes problemas que tiene el cine de superhéroes
es el marcado tono episódico de sus secuelas. Si bien es cierto que en la
primera película la mayoría del metraje se va en presentar a los personajes y
en narrar el origen y motivaciones del héroe, es en las sucesivas entregas
donde, liberados de dicho corsé, pueden brillar los guionistas y el director. Pero
se corre el riesgo de que la evolución del héroe no sea manifiesta, sino que se
trate de una aventura intercambiable por cualquiera de sus compañeras de
género. El Batman de Nolan o el
Spider-Man de Sam Raimi intentaban reflejar que se trataba de una historia río
y las películas producidas por Marvel
Studios han encontrado un filón en el universo compartido que van
construyendo poco a poco. En ese sentido, Sony
no ha conseguido igualar a su competencia y si bien es cierto que esta secuela
supera en entretenimiento y espectacularidad a su predecesora –The Amazing Spider-Man se estrenó en
julio de hace dos años- no soluciona los problemas en la historia, quedando
como una aventura más del personaje que si no llega a ser por el valiente
desenlace hubiese quedado como anodina.
En su llamada Fase 2, Marvel
Studios ha intentado desligar sus secuelas lo máximo posible de sus
predecesoras. Iron Man 3 se decantaba
por la comedia sin ningún pudor, Thor El
Mundo Oscuro por la ciencia-ficción y la segunda parte del Capitán América tiene más que ver con Los Vengadores que con la aventura
intrascendente ambientada en la II Guerra Mundial que fue su debut en la gran
pantalla. La secuela del trepamuros comienza igual que la primera parte,
potenciando la intrascendente trama de los padres de Peter, con un prólogo
innecesario y demasiado largo. SI a eso le añadimos la subtrama de Harry Osborn
y su inminente muerte, los devaneos de Peter con Gwen, que es lo mismo que ya
nos contaron con Mary Jane pero narrado de forma más acertada; y el necesario
espacio para el desarrollo del villano, todo queda demasiado deslavazado, sin
apenas conexiones entre ellos y no son pocos los momentos donde lo que se ve en
pantalla ocurre porque sí, sin una mayor explicación. También sobran varias
escenas, como la de los aviones en el aeropuerto o el juego de Gwen al ser
descubierta en OsCorp.
Webb mejora mucho en su narrativa a la hora de mostrar a
Spider-Man en todo su potencial y todo queda claro en pantalla, con varias
secuencias espectaculares. Por primera vez vemos al Spider-Man cachondo y
bocazas, fuerte y ágil como pocos. A veces, cuando el CGI toma el protagonismo
absoluto, se notan un poco las costuras pero es el menor de los problemas. Las
cámaras lentas no están mal escogidas y hay algún que otro plano de lo más
interesante. Andrew Gardfield (La red social, Nunca me abandones) mejora mucho en su interpretación de Peter
Parker y de Spider-Man, está más musculado pero al mismo tiempo conserva esa
delgadez que le hace idóneo para el papel. Lo mejor de toda la película es de
nuevo la interacción con Emma Stone (Gangster Squad, Bienvenidos a Zombieland, Los fantasmas de mis ex novias), genial
como Gwen Stacy, trasladando a la gran pantalla toda la química que ambos tiene
en su vida real. El director de (500) días juntos se aprovecha de esto al máximo y se nota que es cuando más
cómodo se encuentra. Sally Field (Lincoln)
también nos regala un par de momentos de lo más emotivos y el resto ya cae
directamente en la aparición de los villanos, que como viene siendo habitual, a
excepción de Spider-Man 3, van
apareciendo por turnos. Jamie Foxx (Django desencadenado, El solista, Cómo acabar con tu jefe) ocupa la mayoría del
metraje y su Electro consigue en varios momentos representar una auténtica amenaza
para el héroe, en contra de su alter ego, Max Dillon, algo enajenado. Dane
Dehaan también cumple como Harry Osborn –su padre hace una breve aparición,
encarnado por Chris Cooper (The Company Men,
The Town)- y Paul Giamatti (12 años de esclavitud, John Adams, Al encuentro de Mr. Banks, Templario, Cosmopolis,
Los idus de Marzo) se divierte como nadie, quedando su Rino como un chiste
más de la película, que ha visto su sentido del humor algo depurado y mejor
ejecutado que en la primera parte. En el diseño de los villanos también tienen mucho
que mejorar, como ya pasaba con el Lagarto: Electro es igual al Dr. Manhattan
de Watchmen y el Duende Verde y el
Rino son ridículos a más no poder. La inclusión del enemigo acérrimo del
trepamuros es todo un error y se narra de forma demasiado apresurada, metido
todo con calzador. Si no llega a ser por el valiente final, hubiera sido todo
un chasco. Al menos, la vuelta al traje clásico del lanzarredes se puede
considerar todo un acierto.
Los aficionados de toda la vida tendrán su dosis de
elementos escondidos para saciar su apetito, con nombres como los de Smythe,
Jameson, una tal Felicia o el instituto Ravencroft, si bien Kafka ha cambiado
de sexo. También aparecen por ahí los brazos mecánicos del doctor Octopus o las
alas del Buitre. La típica escena post créditos es del todo incomprensible y
está muy mal montada, por razones que desconozco. De igual manera, me ha
sorprendido la estruendosa banda sonora de Hans Zimmer, muy poco épica y nada
acertada.
Webb mejora algo con esta segunda parte, sobre todo en las
escenas de acción y la dirección de actores la tiene dominada. En el guión hay
demasiadas manos y son muchas las cosas que se quieren contar, por lo que acaba
todo mezclándose un poco en la mente del espectador, que no acaba de
identificarse con nada más allá de la relación entre Peter y Gwen –había unas
escenas rodadas para el debut de Mary Jane, pero al final se han quedado en la
sala de montaje-. El Spider-Man seguro de sí mismo es muy agradable, resulta
simpático y carismático y se agradece que una buena parte de las escenas tengan
lugar a la luz del día, alejándose de la oscuridad que había en la primera,
demasiado influenciada por el Batman de Nolan. Aún así todavía le queda trabajo
al director para encontrar su camino y mostrarnos su verdadero Spider-Man y no
un pastiche de cosas que ya hemos visto con anterioridad.
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